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11J: Derrota ideológica del poder menguante en Cuba

El tardocastrismo, cegado en su revés, subestima a los cubanos, que ya no se tragan sus babas sin quimbombó, incluidos muchos veteranos de la revolución cubana que, en estos días, sufren en silencio saber que sus hijos y nietos son encarcelados y torturados, física y psicológicamente, en atestadas estaciones policiales.


Este artículo es de hace 2 años

¿"Puede ser o no irreversible un proceso revolucionario?, ¿cuáles serían las ideas o el grado de conciencia que harían imposible la reversión de un proceso revolucionario? Cuando los que fueron de los primeros, los veteranos, vayan desapareciendo y dando lugar a nuevas generaciones de líderes, ¿qué hacer y cómo hacerlo? Si nosotros, al fin y al cabo, hemos sido testigos de muchos errores, y ni cuenta nos dimos". (Fidel Castro Ruz, Universidad de La Habana, 2005).

El 11J demolió los restos ideológicos del menguante poder castrista, que basó su discurso en tres mentiras comunistas: Cuba es país menos malo del mundo para vivir; toda discrepancia es traición y la infabilidad de los dos supremos jefes.

Tantos años dibujando un país a su imagen y semejanza acabó provocando que dirigentes y la subguara de periodistas acabaran asumiendo al Comandante en Jefe y al General de Ejército como su Espíritu Santo y moldeando sus actuaciones y discursos con las mentiras y ocurrencias de los hermanos Castro Ruz, siempre tardíos en reconocer errores y derrotas y habitualmente prestos a proclamar victorias consecutivas hasta el desastre final.

El argumentario tardocastrista para autoengañarse y justificar ante aliados y el mundo la tragedia del 11J es que los rebelados son mercenarios del imperialismo yanqui; dando por válida la patraña, habría que cuestionarse cómo es posible que el sistema más virtuoso del mundo produzca tantos soldados de fortuna y anexionistas.

Otra tesis enarbolada por el menguante poder y asumida por José Borrell y otros cínicos mentecatos anticubanos, es que la ira popular estalló por escasez de comida, coronavirus, ambulancias, guaguas y apagones causadas por Donald Trump y asumidas por Joe Biden, que no han conseguido impedir la importación masiva de perseguidoras y medios antidisturbios.

¿Ha fracasado la revolución en los ámbitos alimentarios, sanitario, energético y transporte?

Propaganda castrista al cielo y habaneros esperando la guagua / Foto: CiberCuba

¿Cómo es posible que tantos jóvenes empobrecidos, educados en principios revolucionarios, se presten a ser quintacolumna de los yanquis, sabiendo que de ser derrotada la revolución estarían supuestamente llamados a ser limpiabotas de oligarcas extranjeros; siempre según la matraquilla tardocastrista?

Para completar la cochambre ideológica de respuesta a la rebeldía popular, los componedores de batea han reforzado la teoría de actos de saqueos y vandalismos contra tiendas dolarizadas por decreto, vuelcos de carros patrullas y un supuesto plan de asalto a la estación de policía de La Güinera.

¿Son malos los hambreados y reprimidos cubanos y buenos los hambreados y reprimidos en Brasil, Colombia y Chile?

¿Toda protesta en países capitalistas, cuyos gobiernos no bailan el son de La Habana, es justa y legítima; pero la de cubanos, incluidas las rebeliones de Santa Clara, San Isidro, 27N, el Cerro y 11J, son un golpe blando organizado por el imperialismo y la contrarrevolución?

¿Las fuerzas policiales de esos países reprimen a pueblos; mientras la policía y tropas especiales del castrismo actúan justamente cuando apalean y encarcelan a rebelados?

¿En que artículo del Código Penal cubano aparecen regulados los sicarios armados con bates y las Brigadas de Respuesta Rápida, llamados por el régimen pueblo enardecido, desde 1980?

Mientras el castrismo apoyó pretendió internacionalizar revoluciones se trataba de saldar deuda con la humanidad y otras piruetas retóricas, pero cuando un gobierno o estadista elegido democráticamente condena la represión en Cuba contra ciudadanos indefensos, La Habana denuncia intromisión en asuntos internos y saca a relucir su independencia y soberanía, términos muy gastados y que retratan a un gobierno dependiente de la Casa Blanca, de las remesas de desterrados y del alquiler de médicos-activistas a gobiernos extranjeros.

El tardocastrismo, cegado en su revés, subestima a los cubanos, que ya no se tragan sus babas sin quimbombó, incluidos muchos veteranos de la revolución cubana que, en estos días, sufren en silencio saber que sus hijos y nietos son encarcelados y torturados, física y psicológicamente, en atestadas estaciones policiales.

Aviso de escasez / Foto: CiberCuba

Los karmas de Orlando Piedra Negueruela, Leopoldo Pérez Coujil, Esteban Ventura Novo, Conrado Carratalá Ugalde, Pilar e Irenaldo García, Fermin Cowley Gallegos, Rafael y José María Salas Cañizares campean por el Palacio de la Revolución, Villa Marista, 100 y Aldabó y sus subsedes provinciales.

Los karmas de Frank y Josué País García, Raúl Pujol Arencibia, Otto Parellada Echeverría, Pepito Tey Saint Blancard, Floro Vistel Somodevilla, Salvador Pascual Salcedo, José A. Echeverría, Machadito, Carlos Gutiérrez Menoyo, Humbold 7, Ñico López, El Curita, Córdova Cardín, Pelayo Cuervo Navarro, Jesús Menéndez Larrondo, Aracelio Iglesias Díaz y Jose María Pérez Capote vagan rotos y esperanzados por ciudades y pueblos de Cuba, donde viven rebeldes con causas, como ellos, que ahora serían protagonistas del 11J.

Nada nuevo bajo el sol ideológico de la dictadura más antigua de Occidente; ahora ya en modo caduco, como el fortalecimiento de la vigilancia revolucionaria en centros de trabajo y CDRs; ¡menuda tarea para el compañero Rogelio Polanco y los hacedores de Cubadebate y la Mesa Redonda teniendo que justificar tanta ignominia descerebrada!

La primera gran derrota ideológica de la dictadura castrista ocurrió en 1980, cuando 125 mil cubanos emigraron a Estados Unidos desde el puerto del Mariel; desde donde no huyeron batistianos y siquitrillados, sino obreros, estudiantes, profesionales, intelectuales, y las cuotas de delincuentes y dementes que Fidel Castro incluyó en cada barco para llenar de "mierda el corazón al manisero", como llamó al entonces presidente norteamericano James Carter.

El terror maoísta de actos de repudio y la limpieza ideológica desatada impidió al poder reconocer su descalabro y ni siquiera percibió que -desterrando antisociales- reconocía que la revolución también producía escoria, junto a hombres nuevos que gritaban querer ser como el Che.

La segunda gran derrota del castrismo sobrevino con el derrumbe del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, provocando en Fidel Castro un sentimiento de ex pareja despechada, hablando horrores de Moscú y sus satélites, como aquella mención a las guaguas húngaras Ikarus, como causantes de cáncer de pulmón y afecciones respiratorias.

Castro reimprovisó el discurso ideológico, que pasó de comunista rectificando errores y tendencias negativas, a mambí olvidadizo de la Internacional y evocando a Che Guevara, a quien desterró sin miramientos y dejó morir en Bolivia; pese a que ya se había encargado de lapidar cualquier sentimiento de nación, tras entregarse de pies y manos al oro de Moscú para garantizarse el poder absoluto durante todo el tiempo que viviera, siendo un joven burgués con pasión de Mussolini, ayudado por toda Cuba, incluida la burguesía nacionalista, y Estados Unidos, que hizo todo lo posible por desalojar a Fulgencio Batista.

En ambas derrotas, hubo voces discrepantes que pidieron un cambio de rumbo hacia la racionalidad, nunca una rectificación ideológica en toda regla; y solo consiguieron aperturas económica timbiricheras, jamás reformas estructurales y -como en 1986- los reformistas fueron pasados por la piedra sin miramientos, especialmente desde que apareció Hugo Chávez, el penúltimo mantenedor del castrismo.

En algunas de sus últimas erráticas comparecencias, el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, ha empleado el término centristas, en otro intento baldío por desprestigiar adversarios políticos e ignorando que toda mención presidencial es un reconocimiento tácito a la existencia de cubanos que promueven una salida cubana que combine negociación para y por la libertad, democracia y derechos humanos con el necesario acompañamiento internacional para salvar a Cuba náufraga.

El penúltimo aldabonazo castrista fue aquello de Revolución es cambiar todo lo que deba ser cambiado; tarea imposible para los ineptos contrarrevolucionarios empeñados en proteger el monopolio Castro Ruz-Espín-López-Calleja, S.A., que cuenta con unos Caporegime y merolicos asalariados, que fingen construir un socialismo próspero y sostenible sin libertad, sin comida, sin medicinas, sin luz, sin agua; con coronavirus y mucho terror para que el gallero con botas muera creyéndose virrey de Birán, mientras sus parientes tasajean a Cuba.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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