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Mandelas de Cuba tras las rejas

Los cubanos presos y pendientes de juicios sin garantías democráticas son el germen de una Cuba nueva, donde un cubano no apedree a otro por pensar diferente, las colas sean mal recuerdo y la decencia y fraternidad presidan la nación, ahora herida de sombras, bayonetas, palos y disparates.


Este artículo es de hace 2 años

Los verdaderos líderes deben estar dispuestos a sacrificarlo todo por la libertad de su pueblo”. Nelson Mandela.

Todos esos jóvenes que ahora guardan prisión y/o arrestos domiciliarios en la isla oscurecida por el comunismo, son los Mandelas de Cuba, sus futuros dirigentes y protagonistas de la transición a la democracia porque el castrismo pasó a la historia apaleándolos y continúa dando palos totalitarios para espantar su miedo.

A diferencia de Nelson Mandela, no tendrán que soportar largos años de cárcel, como aguantaron Mario Chanes de Armas o Gustavo Arcos, beneficiados junto a Fidel Castro y demás asaltantes de los cuarteles Moncada y Bayamo, por la amnistía de Fulgencio Batista.

Que jóvenes formados dentro de la revolución hayan salido a las calles por miles, reclamando libertad y democracia, es la mejor prueba del fracaso del comunismo, que provocó las muertes en prisión de los jóvenes Pedro Luis Boitiel y Orlando Zapata, en sendas huelgas de hambre, pero en el primer caso el mundo ni se inmutó porque los barbudos de La Habana eran carismáticos y, en el segundo, el planeta veía en Raúl Castro a un reformista.

Los cubanos presos y pendientes de juicios sin garantías democráticas son el germen de una Cuba nueva, donde un cubano no apedree a otro por pensar diferente, las colas sean mal recuerdo y la decencia y fraternidad presidan la nación, ahora herida de sombras, bayonetas, palos y disparates.

Una vez más, el gobierno que recreaba las protestas en el extranjero, usándolas como arma de manipulación ideológica, ha tenido que tragarse el sable y aguantar la condena de la comunidad internacional, horrorizada con las escenas y parte de lo que vamos conociendo de las horas posteriores al 11J.

La naturaleza apolítica, desinhibida y espontánea de la rebelión desnudó al régimen, quitándole sus pretextos favoritos: Estados Unidos y una oposición pagada; ninguno de los presos políticos del 11J actuó por mandato o pagado por Washington, sino que saltó por injusticia, represión, hambre y oscuridad.

Cuando la dictadura reaccionó violando su propia Constitución y leyes, solo confirmó públicamente su miedo a la justa ira popular y su alergia a la democracia, que ahora insiste en seguir posponiendo, intentando comprar silencios y apoliticismo selectivo con migajas, chantajes y miedo.

La otra gran prueba del desastre castrista es que haya cubanos vendiendo medicamentos en la incesante y dinámica bolsa negra de Cuba, donde la escasez crónica genera mercado irregular de bienes de consumo, especialmente de alimentos y medicinas en medio de la crisis sanitaria por coronavirus, una ola que camufla los enfermos de dengue, zika, chinkunguya y cólera y crónicos de otras dolencias.

Una reciente intervención de Díaz-Canel agitando la represión contra vendedores de medicamentos mostró su impotencia y desajuste emocional ante una Cuba que lo bautizó como singao, rara vez los pueblos yerran y menos aun, tratándose de una población con gran cultura política, según el discurso oficial.

Lo que hará la ofensiva oficial es justamente encarecer los medicamentos en el mercado negro, porque el gobierno carece de posibilidades reales para generar a corto plazo una respuesta de ofertas en su red de abastecimientos.

Pero ya sabemos que Cuba está al revés: sus Mandela permanecen en las cárceles y los racistas que empobrecen y laceran al país son los que disponen desde la Paza de la Revolución, aunque ya tienen fecha de caducidad.

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