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Biden arriesga por temor de cúpula venezolana a perder oro en Moscú

La negociación -a pedido de Caracas- no está exenta de peligros para el Partido Demócrata a ocho meses del mid term.

Nicolás Maduro y Joe Biden © Fotomontaje revista Semana
Nicolás Maduro y Joe Biden Foto © Fotomontaje revista Semana

Este artículo es de hace 2 años

En 2019, la voraz y enriquecida cúpula venezolana concentró cuentas y depósitos personales en Moscú, con quien ha mantenido una luna de miel antinorteamericana hasta que Vladimir Putin comunicó a Nicolás Maduro que la guerra, iniciada por el Kremlin contra Ucrania, ha puesto en peligro los dineros y el oro de la camarilla tardochavista.

A pedido de Caracas, el presidente Joe Biden ha querido aprovechar la coyuntura para relanzar el viejo plan norteamericano de resolver las tres crisis en América Latina, por orden de importancia, Venezuela, Nicaragua y Cuba; sabiendo que el chavismo destruyó la industria energética venezolana, que requeriría una inversión milmillonaria para recuperar niveles de producción anterior al sabotaje chavista, cuando apenas consigue pagar la enorme deuda con China y mantener un salve a La Habana, más necesitada que nunca de que no haya apagones, al menos en el sector residencial, donde sobremuere la mayoría de los cubanos.

Nicolás Maduro, que apenas duerme desde que Moscú comunicó que el oro depositado no tiene garantías, pidió auxilio a Washington, que vio en la llamada de socorro un filón para intentar reconducir a Venezuela, una de las naciones con más peso en la región, heredera de un sistema democrático que se suicidó con el malandro Hugo Chávez, apoyado por una legión de desplazados por una élite saudí que derrochaba a manos llenas y nunca se preocupó de combatir la pobreza estructural, pese a disponer de incontables recursos.

La operación no está exenta de riesgos para el Partido Demócrata, a ocho meses de las elecciones de medio término y por la habilidad mostrada por el tardochavismo en ganar tiempo, mientras aparenta negociar salidas pacíficas y sigue reprimiendo a opositores y saltándose la ley como hizo en los recientes comicios, en Barinas, estado natal del fallecido Hugo Chávez; donde finalmente perdió pese a la forzada repetición de la votación.

Mientras Estados Unidos y el mundo democrático no asuman que el comunismo disfrazado de progresista representa igual peligro para la libertad que el terrorismo de origen islámico, el mundo seguirá en peligro; mientras los partidos de derecha sigan apostando al centrismo -una invención táctica- y descuidando la lucha contra la pobreza y desigualdad, base electoral del globalismo leninista, la democracia será fallida.

Biden no lo tiene fácil porque su victoria electoral fue posible agrupando el voto de una notable coalición de fuerzas antiTrump, incluidos comunistas, tacticistas de la pobreza como bandera política, minorías que se sienten discriminadas por el American way of life, aunque cobran cheques federales, y hasta agentes de influencia del tardocastrismo y gusañeros, ilusionados baldíamente con la vuelta del embullo Obama.

Los enemigos de la libertad, la prosperidad y la propiedad privada son tumores con alta capacidad de metástasis incluso en sociedades democráticas y seguir aplazando su enfrentamiento ideológico genera mayor decadencia en Europa y Estados Unidos, rehenes de lo políticamente correcto, una mercancía ideológica incoherente y engañosa, que provoca el financiamiento de opositores en la medida en que respeten el status quo y nunca traspasen los límites del diagnóstico y la denuncia.

El debate ideológico implica asumir el combate de la pobreza y desigualdad como prioridades de la agenda política democrática y especialmente en partidos y coaliciones de derecha; desacreditados habitualmente como representantes de los ricos, de la burguesía y la injusticia, por globalistas candidatos a enriquecerse, como hicieron Chávez y los suyos, incluida su familia, nada más llegar al poder.

O como ocurre ahora mismo con uno de los hijos del presidente mexicano, Andrés M. López Obrador, que aparenta desvelo por el genocidio colonial español que le dio sus apellidos; mientras vacaciona en Cantabria de sus antepasados y simula romper con España porque la prensa de Madrid ha desvelado parte de los negocios de su heredero y la matanza de periodistas, que evidencian la creciente inseguridad en México.

La dictadura Ortega-Murillo desprestigiada ante todo el mundo, es el mejor aliado centroamericano de Estados Unidos contra el narcotráfico, impidiendo que se convierta en otro narcoestado, como muchos de sus vecinos; de ahí la medida beligerancia de la Casa Blanca frente a los delirios del matrimonio, como el encarcelamiento y/o exilio de los principales candidatos opositores, ex sandinistas incluidos, y la masacre de abril de 2018.

Si Washington y Europa quieren apostar por una solución estable y duradera en América Latina, deben apoyar sin vacilación opciones democráticas alejadas de toda contaminación globalista porque la izquierda post Muro de Berlín se ha rearmado ideológicamente, con ecología y derechos de minorías ya recogidos en Constituciones y leyes y -cuando gobierna- su primera acción es promover una Constituyente para acaparar todo el poder, todo el tiempo posible, como su bisabuelo Lenin y sus tres Internacionales del terror.

El presidente Donald Trump estuvo dispuesto a liquidar al tardochavismo, liderando una invasión en coalición con América Latina, pero ninguno de los aliados posibles quiso arriesgar ante la ola de populismo globalista que asola a la región y no apoyaron la idea de la Casa Blanca; que intentaron rescatar cuando el drama de la emigración venezolana empezó a generar inseguridad en países limítrofes y otros más alejados.

La derecha latinoamericana -salvo honradas excepciones- está presa de sus complejos porque sus mayores apoyaron y/o participaron en dictaduras militares; circunstancia que aprovecha la nueva izquierda, hija y nietos de violentos guerrilleros entrenados por el castrismo en Punto Cero de Guanabo y los PETIs pinareños para atacarlos e intentar hacerse con el poder, desde 1988, a través de las urnas y no con el tableteo de ametralladoras.

Nada extraño, en Europa y Estados Unidos ocurren fenómenos parecidos por la irresponsabilidad miedosa de la derecha y el afán pueril de sociedades decadentes, empeñadas en el progresismo subvencionado con dinero de todos los ciudadanos, con esperpentos como la pretensión de feministas sectarias en España de establecer legalmente la "autodeterminación de género"; otro disparate conceptual, pero que alimenta políticamente la idea de que la democracia es fraude y posterga a desiguales, pese a los récords de pobreza de la URSS, China y Cuba, también campeones en desastres ecológicos y aplastamiento de minorías.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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