El tardocastrismo delira constantemente y, usando el comodín del enemigo norteamericano, acaba de arremeter contra Estados Unidos y países de América Latina, sin mencionarlos, que obstaculizan su plan de vaciar a Cuba para convertirla en país de viejos y fanáticos ideológicos, receptor de remesas y vendedor de servicios médicos al mejor postor.
La esquizofrenia política que afecta al tardocastrismo provoca que, mientras sigue demandando el fin y criticando la ley de Ajuste cubano; al mismo tiempo, exige paso franco para los emigrantes nacionales en sus rutas por América Latina hacia Estados Unidos.
Hace años, los cubanos se van de Cuba y aunque Estados Unidos es un imán mundial por sus libertades políticas y económicas, la diáspora alcanza playas tan distantes como Asia y África porque vivir en la isla se ha tornado insoportable y el tardocastrismo, lejos de la lógica autocrítica, pretende culpar siempre a terceros del empobrecimiento y desigualdad que el comunismo ha infligido a la nación.
La dictadura más antigua de Occidente, eficaz productora de emigrantes, tiene cara de hormigón armado, al acusar a Estados Unidos de presionar a terceros, a los que también critica; cuando mantiene la figura represiva de Regulados, destierra a cubanos y castiga ocho años sin poder visitar Cuba al personal sanitario que renuncia a leoninos contratos mercantiles, privados derechos laborales y salariales, de venta de servicios médicos al extranjero.
Los países de América Latina están hartos de la dictadura cubana, especialmente desde que el presidente norteamericano Barack Obama promovió un deshielo bilateral, al que Raúl Castro respondió con un portazo suicida; y conocen las consecuencias del éxodo venezolano deambulando por sus países, como para tener que tragarse a los emigrantes cubanos en tránsito y/o ilegales.
La justa ira de los cubanos mantiene en aguda desesperación al tardocastrismo, que pretende violentar los racionales procedimientos migratorios, a los que está obligado el mundo contemporáneo por los retos que implican los flujos de emigrantes, incluidos los desplazados por la invasión rusa a Ucrania, otras guerras. la hambruna y adversidades climatológicas.
Cada estado tiene sus propios intereses, cuitas y prioridades y la casta verde oliva y enguayaberada, pretende, una vez más, que ajenos resuelvan su crisis interna, que no tendrá solución hasta que Cuba se democratice y el tardocastrismo pierda la opción de dividir a los ciudadanos entre buenos y malos, según su posicionamiento político, un anacronismo en el siglo XXI.
Las cifras migratorias de Cuba, incrementadas después del 11J y 15N, son la mejor prueba del fracaso sin paliativos del tardocastrismo, incapaz de promover libertad, producir alimentos y propiciar sosiego a sus ciudadanos; hartos de fatigas y sacrificios durante más de medio siglo, en nombre de una patria socialista, que reserva mansión con piscina para un mentecato servil como el primer ministro Manuel Marrero Cruz y viviendas modestas, escasas de agua potable y poco iluminadas para el pueblo; y barriadas de llegaypon para los más empobrecidos, incluidos emigrantes internos.
La penúltima arremetida tardocastrista también confirma su miedo a los cubanos que -atrapados en la noria absurda del comunismo de compadres y sin opciones de escape- marchen hacia el oeste de La Habana y manden al basurero de la historia al presidente Miguel Díaz-Canel, al general López-Calleja y sus suicidas corsarios.
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