El presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, ha puesto la yagua antes que caiga la gotera de una posible suspensión de Cuba del Consejo de Derechos Humanos, como acaba de ocurrir con Rusia tras la matanza de Bucha, en Ucrania, probada por espías alemanes que grabaron a altos oficiales rusos comentando detalles de la masacre.
Como es habitual en Díaz-Canel, mezcla caramelos con bombones y se rasga la guayabera por el impedimento que supondría la suspensión de Rusia para lograr una "solución diplomática, efectiva y justa" y, ya embalado, suelta este boomerang en Twitter:
¿Cómo explica entonces Díaz-Canel la exclusión y persecución de cubanos que no comparten la ideología comunista, por qué no están representados en la Asamblea Nacional, son expulsados de sus trabajos y de viviendas que alquilan, sufren destierro y penalizaciones de hasta ocho años para visitar su país?
Por la boca muere la claria, como acaba de ocurrirle al principal responsable de la represión post 11J, encarcelamiento y lapidación de opositores y activistas cubanos; incluido menores de edad, la estampida migratoria contra Estados Unidos y países de América Latina y el empobrecimiento y desigualdad de millones de seres humanos, fechorías suficientes para sacar a La Habana del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, donde nunca debió entrar.
Que Díaz-Canel se haga eco del inservible ALBA para hablar de instrumentalización política y de doble estándar constituye un acto de cinismo supremo, porque su mandato dictatorial se asienta en una injusta Constitución, en la subordinación de jueces y fiscales a los dictados de palacio y en el uso -como agentes electorales de gobiernos aliados- de médicos, personal sanitario, maestros y entrenadores deportivos, alquilados al mejor postor.
Doble estándar es atacar a Estados Unidos y a la solidaria emigración cubana, teniendo que haber dolarizado la economía y vivir añorando la moneda del adversario, construir hoteles de lujo mientras morían miles de cubanos por coronavirus y la principal planta de oxígeno medicinal de Cuba permanecía averiada; estándar triple es adoctrinar ideológicamente a niños, suplantando la autoridad paterno-filial con mecanismos totalitarios y privarlos de juguetes y quitarles la leche racionada, a partir de los siete años.
El presidente Díaz-Canel sigue empeñado en la irrelevancia política, con inusual habilidad para mostrar su extraordinaria incapacidad, ante los cubanos y el mundo.
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