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Iglesia y Cultura comparten silencio ante tragedia de Cuba

El tiempo de metáforas e indulgencias ha caducado.

Papa Juan Pablo II en la Plaza de la Revolución © Somos+
Papa Juan Pablo II en la Plaza de la Revolución Foto © Somos+

Este artículo es de hace 1 año

La ausencia de libertad en Cuba se evidencia con los silencios estruendosos de la Iglesia Católica y la Cultura; ambas temerosas de ser castigadas por la dictadura más antigua de Occidente, aunque su mutismo implique un creciente desprestigio.

Cuba tiene hambre de democracia y padece la destrucción de la nación; incluidos valores éticos, económicos, culturales, sociales y políticos, pero obispos e intelectuales viven en otro planeta, porque ni siquiera se atreven a pronunciarse sobre los grandes males del país, sugerir alternativas con soluciones y solidarizarse con quienes sufren el calvario comunista; incluida la sangría migratoria que convierte a la isla en un país de viejos y ya ha provocado escaramuzas armadas entre cubanos.

Hace 24 años, el Papa Juan Pablo II pidió que el mundo se abriera a Cuba y viceversa; el orbe -encabezado por Barack Obama- hizo suyo el ruego del hábil y carismático Sumo Pontífice; la tiranía no y acabó de doblegar al obispado cubano, alternando migajas con regaños en las oficinas de Asuntos Religiosos.

La iglesia calla a cambio de seguir avanzando en su acotado programa de ser el mayor propietario privado de centros educativos, de cara a una transición democrática, y por temor a un nuevo vaciamiento de los templos; mientras los creadores ya no apoyan públicamente al tardocastrismo, pero tampoco a quienes se oponen y reciben largas e injustas condenas de cárcel.

Monseñor Enrique Pérez Serantes salvó las vidas de Fidel y Raúl Castro Ruz, tras el ataque a los cuarteles Moncada y de Bayamo; enfrentándose al coronel Chaviano y otros militares al servicio de la dictadura batistiana; el obispo de Santiago de Cuba, Dionisio García; próximo a la jubilación, visitó a José Daniel Ferrer en la cárcel, pero tras el aldabonazo del 11J, no se han vuelto a saber de sus gestiones; algo parecido ocurrió con su homólogo de Camagüey y Bárbaro de Céspedes.

El entonces obispo de Matanzas, Alberto Martín Villaverde, se opuso públicamente a las dictaduras de Fulgencio Batista y Fidel Castro; con una manifestación contra el primero y con su discurso "El congreso de la Caridad", pronunciado en el Congreso Católico Nacional (1959), denunciando el camino ateo y totalitario del flamante gobierno.

Al congreso asistieron alrededor de un millón de católicos cubanos, llegados de todas las ciudades y pueblos de la isla, que se congregaron en la entonces Plaza Cívica (luego de la Revolución) para recibir a la Virgen de la Caridad del Cobre, tras su peregrinaje nacional, y escuchar a Monseñor Martín Villaverde.

Durante un tiempo, los obispos cubanos se justificaban porque el fallecido cardenal Jaime Ortega Alamino había marcado límites a las voces de la iglesia para no enfadar al gobierno y que, ese mutismo interesado cambiaría; el mes que viene se cumplirán tres años de su muerte y la Catedral de La Habana, como la nación, está peorcita.

En la República, la cultura se distinguió apostando por la independencia nacional frente a Estados Unidos y la prensa de la época recogió pronunciamiento de intelectuales, de todas las tendencias ideológicas, a favor de Cuba, como fue la Protesta de los Trece, cuando el presidente Alfredo Zayas compró, con fondos del estado, el viejo Convento de Santa Clara de Asís a un precio escandaloso, en una época en que la economía cubana estaba destruida.

La reciente pandemia de coronavirus confirmó el egoísmo y la insensibilidad tardocastrista, que no detuvo la construcción de hoteles de lujo en La Habana, Varadero, Trinidad y Holguín; mientras cientos de cubanos morían asfixiados porque la principal planta productora de oxígeno medicinal, llevaba 18 años rotas; rabia popular a raudales, pero las figuras de la cultura siguieron en el limbo y el silencio oportunista.

La cuidadosa destrucción de la patria, cometida por el castrismo; valiéndose del terror y el empobrecimiento generalizado, anuló las voces de la sociedad, llamadas a liderar propuestas alternativas que reflejen la realidad escamoteada por la prensa pagada, incluidas publicaciones culturales enajenadas y siempre prestas a enjabonar las vergüenzas patrias, agredir a disidentes y contar los males de culturas ajenas, especialmente, la norteamericana.

El tiempo de las metáforas e indulgencias caducó el 11J, cuando el presidente Miguel Díaz-Canel, ordenó una guerra civil entre cubanos, pero ni siquiera en tales circunstancias, la Iglesia y Cultura cubanas alzaron sus voces contra la casta verde oliva y enguayaberada; limitándose a tolerar homilías y acciones de curas de pueblo y de creadores aislados, no solo por la Seguridad del Estado, sino por sus propios compañeros, ya consagrados a vivir arrodillados hasta que la muerte los libre de tan incómoda postura.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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