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Ñámpiti gorrión al tardocastrismo

En julio, la carne de puerco subió un 6,33%; el pollo casi un ocho, el arroz más de un cuatro; los huevos casi un tres y el carnero casi un cinco.

Parte de la casta verde oliva y enguayaberada en Cienfuegos © Juan Carlos Dorado / 5 de setpeimbre
Parte de la casta verde oliva y enguayaberada en Cienfuegos Foto © Juan Carlos Dorado / 5 de setpeimbre

Este artículo es de hace 1 año

La inflación y el dólar desbocados están dando ñámpiti y gorrión al tardocastrismo, atrapado en su condición de estado fallido e incapaz de reaccionar adecuadamente a los retos que emanan de ese cadáver exquisito e incómodo que se llamó revolución cubana.

La comida se encareció un ¡52 %! en el último año, el dólar estadounidense está por las nubes, pero la casta verde oliva y enguayaberada vive ensimismada en la bahía de Manzanillo, intentando pescar la Luna en el mar, para desgracia de sus víctimas, aplastadas por pobreza y desigualdad inclementes.

En julio, la carne de puerco subió un 6,33 %, el pollo casi un ocho, el arroz más de un cuatro, los huevos casi un tres y el carnero casi un cinco. Por si no bastara, el dengue se ha disparado hasta el extremo que España, siempre cuidadosa con la dictadura más antigua de Occidente, emitió una alerta sanitaria para viajeros a la isla.

El problema no es solo la crisis terminal, sino la falta de reacción tardocastrista ante la tragedia; salvo pasear a Raúl Castro por Felton, aprovechando sus vacaciones de verano en la cercana dacha de Mayarí y llevarlo de excursión a Cienfuegos, en vano empeño escenográfico por transmitir lo que no existe ni reconforta.

La producción de bienes y servicios que amortigüen la criminal inflación y el dólar en el mercado oficial, penúltima Oficoda, brillan por su ausencia crónica. Los turistas vuelan, pero como Matías Pérez, y Washington puso el semáforo en amarillo a caminantes y balseros, ante la sordera de La Habana a mensajes llegados por diferentes vías para que cesara la avalancha migratoria.

El rosario de pequeñas y medianas empresas privadas no resolverá el dilema cubano porque están pensadas para parchear y buscar acomodo a oficiales activos y en retiro del FARINT; una vez que los jefes de estados mayores general, ejércitos y unidades de designación directa fueron acomodados en las proximidades de la guara del Cuate.

¿Quién asumirá la responsabilidad por los muertos de COVID-19 y dengue?

¿Quién asumirá la responsabilidad por la inmolación de 16 cubanos en el fuego abrasador de Matanzas?

¿Quién asumirá la responsabilidad por los 47 muertos del hotel Saratoga?

¿Quién asumirá la responsabilidad por el empobrecimiento y desigualdad brutal entre cubanos y la estampida hacia Estados Unidos?

De las reformas sin prisas, pero sin pausa, el tardocastrismo pasó al socialismo próspero y sostenible y -de esa mentira flash- cayó en la resistencia creativa que, como sus discursos agotados, se ha estrellado con la terca realidad.

La casta zarista dominante vive con la angustia de sucumbir por implosión, pero la mala calidad de sus personeros complica el juego posible porque su cobardía no les permite reformar estructuralmente y los cubanos no confían en los muñequitos de Raúl Castro, que morirá con el nasobuco puesto y un pie en imaginario estribo.

El tardocastrismo es inculto, ciego y sordo políticamente; atiborrado de oportunistas improvisadores, con afán de lucro personal, insensibles ante el dolor cubano y aferrados al milagro de un inversor suicida o el triunfo electoral de Lula da Silva en Brasil, para que alquile otro puñado de especialistas; mientras distraen la agonía con mentiras y medias verdades, como la del embargo norteamericano, renovado por otro año, para desconsuelo de lobistas y gusañeros.

Algunos aún siguen creyendo que la crisis no es tan grave y serán los primeros sorprendidos con la irrupción de los hambreados en los palacios de Siboney, donde vacilan los nuevos ricos con sus jevitas, ataviadas con licra, perfumadas de Chanel y ansiosas por las vituallas Made in Cancún o Miami; cumbres estéticas del nietísimo en jefe, alias el Cangrejo, símbolo perfecto de la Cuba que agoniza: poca carne, tremenda muela y caminando patrá.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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