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Díaz-Canel escupiendo para arriba

Fidel Castro habría evitado desafiar a Europa en la actual coyuntura de Cuba y mandado a Raúl o Carlos Rafael al enjuague con el Kremlin.

Presidentes de Cuba y Rusia, en Moscú © Granma
Presidentes de Cuba y Rusia, en Moscú Foto © Granma

Este artículo es de hace 1 año

El presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez se ha puesto a escupir para arriba, dañando las imprescindibles relaciones diplomáticas con Europa y Estados Unidos, por una gira que acabará sin chicha ni limoná; y España acaba de responder, escenificando un funeral de estado en la capilla ardiente de Pablo Milanés, en Madrid.

Las relaciones internacionales son intereses, la mayoría despiadados y egoístas, y la casta verde oliva y enguayaberada sigue en horas bajas desde antes del 11J, y en vez de correr riesgos innecesarios con componentes claves de la política mundial, como son Europa y Estados Unidos, se pone a improvisar una gira presidencial absurda y costosa, no solo económicamente.

El gobierno español, que cazó al vuelo el desplante de La Habana, aprovechó la capilla ardiente de Pablo Milanés, prevista inicialmente para ser instalada privadamente, en uno de los cementerios de Madrid, y la llevó a la Casa de América, símbolo institucional de ambas orillas, adonde acudió el ministro de Cultura a transmitir condolencias oficiales.

Díaz-Canel vive tan instalado en la banalidad, que no dudó en aparecer ante los periodistas que lo acompañan en el avión prestado por Venezuela, como un postalita encantado de haberse conocido; pese a que malgasta el tiempo en esa geografía remota y vana, mientras Bruselas evaluaba sus movimientos y en La Habana aterrizaba una delegación bipartidista de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, que debió conformarse con funcionarios de segundo nivel y una entrevista con el vicepresidente Salvador Valdés Mesa que, como Dorticós, ni pincha ni corta, aunque sea la cucharita elegida por Raúl Castro para colorear de negro la estructura presidencial.

Si tan bárbaro es el ñato (así lo ha bautizado la antigua escolta de Fidel Castro) y tanto valen sus nuevos amigos, cómo es posible que haya tenido la descortesía diplomática de aterrizar en Ankara a las tres de la madrugada, movilizando al protocolo de un estado dizque amigo a horas intempestivas. Un rato más jugando a las candelitas en Moscú, habrían bastado para llegar a buen tiempo a la capital turca.

Putin, que sigue sin cobrar un centavo de la nueva deuda cubana -la vieja se extinguió junto con la Unión Soviética, bajo el principio de que muerto el acreedor, aquí no se debe nada-, mandó al aeropuerto a un viceministro de Exteriores, bajándole los humos al presidente cubano, nada más bajar del avión, pues el rango presidencial debe corresponderse con el primer ministro o canciller, como hizo Raúl Castro con Obama.

La clave no está en que Putin haya tardado en recibir a Díaz-Canel -circunstancia lógica, en medio de una guerra y con fuertes críticas internas- obligando al visitante a entretener la espera con visitas a Russia Today y al compañero Ziuganov y sus magros 57 diputados comunistas en la Duma, donde habrán brindado por la inquebrantable y otras boberías solemnes de bolcheviques en peligro de extinción, pues ni allí los quiere. Sino en que un mandatario, mal asesorado y necesitado de dar una falsa imagen de solvencia internacional ante los cubanos, incluyó a Rusia en la gira, sin tener en cuenta la coyuntura actual y las debilidades de Cuba.

Díaz-Canel, que venderá la visita como una muestra de independencia, solo consiguió reforzar la dependencia crónica de un estado pequeño, empobrecido por el comunismo y más solo que Robinson Crusoe. Pero en clave interna, la visita a Putin también traerá consecuencias porque el zar kagebiano humilló a Fidel Castro, con el anuncio unilateral del cierre de la base de espionaje de Lourdes (sur de La Habana) y la retirada de la brigada mecanizada de 1,200 hombres dislocada en Cuba, poco antes de emprender viaje a Estados Unidos, como recuerdan diplomáticos de la vieja guardia.

Con llenarse la boca de continuismo fidelista, hacer pucheros evocando al comandante en jefe y alardear de felicidad ante la prensa financiada por el partido comunista no se resuelven los problemas de Cuba, y menos aún dañando innecesariamente las relaciones con el bloque europeo, al que La Habana limosnea cuando los yumas aprietan la soga; y con los propios Estados Unidos, de donde viene lo bueno, incluidas las remesas y el pollo por pescado.

Argelia y Turquía son escalas entendibles para Bruselas y Washington atendiendo al papel que desempeña la primera como suministradora de gas al Viejo Continente, su posición frente al terrorismo islámico y cooperación en el combate contra la emigración ilegal; y la importancia geopolítica de la segunda, como puente entre Oriente y Occidente y su rol de mediador rentable en la guerra de Ucrania. Pero qué rayos fue a buscar Díaz-Canel a Rusia, sancionada por la Unión Europea desde la anexión de Crimea (2014), que recrudeció el castigo tras la invasión a Ucrania, a la que ha armado y apoya, siguiendo la estela de Estados Unidos; cuando un viaje del viceprimer ministro Ricardo Cabrisas Ruiz, apoyado en sólidas excusas diplomáticas, habría bastado, pues Moscú solo se fía del experimentado funcionario y no de muñequitos tardocastristas.

Un ciudadano anónimo puede escupir una y mil veces para arriba, incluso jugar a la ruleta rusa, pero un presidente, el jefe de un estado, debe medir cada escupitajo, especialmente, cuando encabeza un país maltrecho que solo duele e interesa a 11 millones y pico de cubanos, hartos de sufrir tanta maldad y esperar la dicha siempre pospuesta.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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