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Ahogados en Bahía Honda son corresponsabilidad del gobierno cubano

Ningún medio de transporte en Cuba cumple con los requisitos de seguridad que establecen las leyes y los lancheros con actitudes delincuenciales juraron ser como el Che, pero la Contrainteligencia sigue sin hacer su trabajo.

Lancha de Tropas Guardafronteras del gobierno cubano © Cubadebate
Lancha de Tropas Guardafronteras del gobierno cubano Foto © Cubadebate

Este artículo es de hace 1 año

El gobernante partido comunista ha dejado en evidencia al Ministerio del Interior (MININT), corresponsable de la muerte de siete cubanos ahogados en aguas de Bahía Honda, y cuya estructura represiva falló de principio a fin, en un programa especial de la televisión cubana, diseñado a cuatro manos por la Seguridad del Estado y el departamento Ideológico del Comité Central.

El hilo argumental es el habitual en estos casos: el mal viene de Estados Unidos, cual estimulador de la emigración ilegal, criminales lancheros residentes en Florida frente al comportamiento riguroso y casi angelical de los guardafronteras. Pero mucho oculta y preocupa a la casta verde oliva y enguayaberada, cuando se ha puesto a cazar pitirres a cañonazos.

En el Estrecho de Florida han muerto millones de cubanos y el castrismo nunca ha expresado condolencias a sus familiares, que son cubanos y viven en Cuba con el dolor de haber perdido a uno o más seres queridos; como tampoco lo ha hecho con la tragedia de Bahía Honda.

En Cuba, los medios de transporte colectivo, incluidos navales y aéreos incumplen normas de seguridad y el gobierno hace vista gorda y hasta pide prestado un avión a Venezuela para que vuele el presidente.

Ya metidos en el panfleto televisado, uno de los capitanes de la Marina Mercante convocados para el enjuague, dejó claro que las normas de navegación establecen que la embarcación custodia debe navegar suficientemente alejada y siempre a babor de la infractora; circunstancia que no se cumplió porque entonces no habrían chocado, cuando el lanchero maniobró con brusquedad hacia la izquierda.

Uno de los imputados declaró a la televisión que pagó 12 mil dólares por escapar de Cuba y que el embarque se complicó porque había mar de leva; mientras que un coronel y un perito de Investigación criminal del MININT hicieron énfasis en que la lancha, modificada para transportar 26 pasajeros en vez de los seis previstos por el fabricante, golpeó con uno de sus motores el poco profundo suelo marino de la zona.

Si hay mar de leva, los reglamentos de navegación deben cumplirse con mayor rigurosidad -teniendo en cuenta la presencia de seres humanos a bordo, incluida la niña de dos años ahogada-; y las autoridades de cualquier país del mundo tienen medios para abortar operaciones ilegales, bajo el principio de la proporcionalidad. Un error, incluso un delito, no deben abordarse con un horror.

¿Qué habría pasado si esos 26 cubanos llegaban a Florida a bordo de la embarcación? Nada, que se sumarían a los 230,000 que el tardocastrismo le metió a Biden por fronteras terrestres y marítimas. ¿Cuál es el encarne con ese grupo? ¿Que quisieron interrumpir su salida para garantizar la seguridad de los ocupantes? Tendrían que hacer lo mismo con cada grupo de balseros.

Que la lancha tenía un motor averiado y peligraba la vida humana, en Cuba todos los días, cubanos se lanzan al mar en cualquier cosa que flote y los guardafronteras no muestran tanto celo en su desempeño; mientras que otros se arriesgan a viajar en camiones y carros en mal estado técnico y la policía no interrumpe sus viajes.

Que los lancheros sean delincuentes indica que la revolución falló con esos niños y adolescentes que juraban querer ser como el Che, por tanto, ya llegaron a Estados Unidos como elementos supuestamente delictivos y allí solo encontraron más medios. Alguna responsabilidad tendrá un régimen obsesionado con la pureza impostora y la uniformidad militante.

Nada revela más el carácter totalitario de la dictadura más vieja de Occidente que las confesiones de presos sujetos a juicios a la televisión oficial, tras ser ablandados y manipulados por interrogadores para que corroboren la verdad oficial; material que luego usarán en sus descargos ante organismos internacionales y foros de derechos humanos. Con esas imágenes, los psiquiatras se darán banquete.

Cubanos con memoria recuerdan cómo los abogados defensores de los acusados en la Causa 1/1989, antes de entrar en materia jurídica, expresaban su pesar por tener que defender a quienes habían puesto en peligro la revolución. Pero el tribunal ni se inmutó, cuando su presidente habría tenido que impugnar al letrado por incompatibilidad con quien debía defender.

Si tanto preocupa al tardocastrismo la emigración ilegal, ¿porqué es su mayor promotor?, hasta el extremo que la Contrainteligencia territorial de Bahía Honda y el resto de fuerzas del MININT en la zona no detectaron a un grupo de 26 cubanos refugiados en un manglar, durante dos días. La vigilancia revolucionaria dicen que no debe descuidarse jamás, pero estuvo en Babia durante 48 horas.

Y la broma que Estados Unidos estimula las salidas ilegales ya ni provoca risa, solo asco, porque los cubanos que habitan pueblos costeros y los miembros de los destacamentos Mirando al mar nunca han visto llegar lanchas cargadas de estadounidenses a las costas cubanas pidiendo amparo; solo grupos de haitianos, cuyas embarcaciones zozobran camino del paraíso yanqui y, cuando descubren que han tenido que recalar en Cuba, expresan que no quieren quedarse, sino seguir viaje o volver a su país para reintentarlo.

Montado el show, solo queda aguardar por las sentencias que serán ejemplarizantes para fingir ante Estados Unidos que están combatiendo la emigración ilegal y, en el empeño, serán secundados por agentes de influencia y gusañeros al servicio del mal y esos bobos solemnes tan abundantes y dañinos en la fauna cubana que, erigiéndose en juzgadores morales de prójimos, reproducen y amplifican la mentira cínica, dejando al desnudo su vileza moral.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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