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Científico cubano Oscar Casanella relata sus emociones a un año de entrar a Estados Unidos

El activista, uno de los plantados en huelga de hambre en la sede del MSI, reconoció las “heridas psicológicas” que le provocó la represión en Cuba. “Lo cierto es que llevo dos años deprimido”.

Casanella y su familia a los pocos días de su llegada a Miami © Facebook / Oscar Casanella
Casanella y su familia a los pocos días de su llegada a Miami Foto © Facebook / Oscar Casanella

Este artículo es de hace 1 año

El científico y activista cubano Oscar Casanella describió las emociones que le embargan al cumplirse un año de su entrada a Estados Unidos junto a su esposa embarazada y su hijo pequeño, luego de un traumático periplo por Centroamérica como migrantes irregulares.

“Yo nunca quise emigrar, mi plan de vida era ayudar a cambiar a Cuba para que mis hijos, mi familia y yo disfrutáramos de un país democrático, un Estado que se esforzara en respetar todos los derechos humanos, un país próspero donde los cubanos disfrutemos vivir”, confesó el joven este lunes en sus redes sociales.

Captura de pantalla Facebook / Oscar Casanella

Sin embargo, luego de participar en varias iniciativas de la sociedad civil, de utilizar su voz para denunciar las injusticias del régimen y llegar a plantarse en huelga de hambre junto a los acuartelados del Movimiento San Isidro (MSI), el científico sufrió los efectos de la maquinaria represiva de la dictadura hasta que decidió escapar de Cuba junto a su familia.

En lo que calificó como su “reciente tragedia y la de muchos otros cubanos”, Casanella se refirió a la experiencia vivida junto a su mujer embarazada de siete meses y su hijo de cuatro años, con quienes sufrió una odisea de mes y medio para alcanzar la frontera sur estadounidense.

“Toda la travesía fue difícil e incómoda, estuve un mes y medio durmiendo tres horas como promedio y sin ninguna calidad de sueño. El mayor estrés lo sufrimos en Nicaragua, país cuyas autoridades migratorias nos prohibió la entrada en dos ocasiones, y en México”, relató el activista, que cruzó la frontera desde Ciudad Juárez, México, hasta El Paso, Texas.

Llagas y hongos en los pies, influenza tipo A y mucho estrés minaron el cuerpo del bioquímico y dejaron secuelas que todavía no han sido superadas. “Luego de este período de gran estrés vino un período de relajación en el cual estuve como dos meses sufriendo varias gripes, entre ellas COVID-19 debido a una inmunodepresión”, explicó.

En su recuento, Casanella describió todo el proceso migratorio que vivieron tras cruzar la frontera. “Aquel 16 de enero de 2022 corrí cargando en mi brazo izquierdo a mi hijo y en el otro una carpeta con documentos y, al llegar hasta la patrulla de la frontera de EUA, mi esposa y yo lloramos y nos abrazamos al sentirnos a salvo”.

Dos días permaneció junto a los suyos en un centro de detención. Luego, sin que les hicieran la entrevista de “miedo creíble”, fueron liberados “con un documento I-220 A y un teléfono móvil para localizarnos y reportarnos diariamente a ICE”.

“Decidí emigrar en el año 2021 luego de vivir una muerte en vida, pues mi último año estuve prácticamente en prisión domiciliar e incomunicado por ETECSA bajo las órdenes de la policía política”, explicó el activista, que tenía vigilancia permanente frente a su vivienda y recibía amenazas constantes de la Seguridad del Estado.

El científico, uno de los plantados en huelga de hambre en la sede del MSI, reconoció las “heridas psicológicas” que le provocó la represión en Cuba, que incluyó su expulsión de la vida científica, algo que le “dolió mucho más que los golpes físicos que recibí por parte de los represores violentos de la dictadura”.

Esa trauma, admitió Casanella, no ha sido superado en este tiempo. “Lo cierto es que llevo dos años deprimido, el último que viví en prisión domiciliar en Cuba y este fuerte primer año en Estados Unidos”.

Ante la “mutilación” de cada una de las proyecciones de su vida profesional y económica por parte de la policía política, y el sufrimiento que su activismo provocaba en su familia, Casanella se vio forzado a migrar.

“Yo estoy asimilando el cambio en mi vida, todavía siento muy reciente mi vida en Cuba como si no me hubiera ido, y aún no siento que pertenezco a este gran país que me recibe. Extraño mucho a familiares, amigos y vecinos que dejé en Cuba”, expresó el joven al que varios de sus amigos animan diciéndole que se le pasará esa “bobería”.

A pesar de su abatimiento, el activista reconoció que no le ha tocado vivir la “gran tragedia” de miles de familias cubanas con sus seres queridos en el presidio político y “que han sufrido las máquinas trituradoras que son las cárceles de la dictadura”.

“Soñaba y aún sueño con una Cuba muy atractiva luego de la caída de la dictadura, tan atractiva que mis amigos que habían emigrado regresarían para invertir, vivir y trabajar”, dijo Casanella, un integrante de la sociedad civil independiente que se vio forzado al destierro por defender sus ideales ante un régimen totalitario al que no le queda otro argumento que la violencia y la corrupción para aferrarse al poder.

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