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Cosaco del zar moviliza a mencheviques tardocastristas

Juan Triana, Elías Amor, Marino Murillo, Mauricio Miranda, Joaquín Benavides, Pavel Vidal, Humberto Pérez, Pedro Monreal y Omar Everleny Pérez -entre otros- son cubanos y saben de economía; pero la casta verde oliva y enguayaberada no los escucha.

Díaz-Canel, Cabrisas y Malmierca con la banda de Moscú © Twitter / Presidente Díaz-Canel
Díaz-Canel, Cabrisas y Malmierca con la banda de Moscú Foto © Twitter / Presidente Díaz-Canel

Este artículo es de hace 1 año

Aguas tardocastristas bajan revueltas por el anuncio oficial que un grupo de expertos rusos mecaniquearán la moribunda economía castrista; provocando una reacción nacionalista de sectores de la izquierda tardía; como si fuera novedad que la dictadura más vieja de Occidente ensalzara a extranjeros en detrimento de los cubanos.

Soprende tanta reacción ante la importación de tesis de Piotr Stolypin, ruso muerto en 1911; y tan escasa repulsa al genocidio permanente del pueblo cubano por una casta verde oliva y enguayaberada; jinetera y mercenaria.

Los rusos importados por Díaz-Canel no tienen motivación democrática alguna; solo acuden al llamado de un muerto de hambre para enseñarlo a perfeccionar la construcción de un modelo de castas made in Vladimir Putin.

Aprovechando que el río Volga parece volver a correr paralelo al contaminado Almendares, una facción menchevique arremete contra botelleros zurdos, exigiéndoles un posicionamiento ante el rebrote zarista en el Palacio de la Revolución; sin atender ejemplos asiáticos; es decir, Viet Nam y China; dos modelos dictatoriales de partido único y desigual economía y justicia social.

La crisis sistémica de Cuba nubla hasta la cordura necesaria y contamina todo el espectro; como ocurre en pensadores que consideran a los comunistas asiáticos menos perversos que los rusos o cuando un emigrado cubano celebra con estruendo su primera compra en un supermercado estadounidense; confirmando la tesis castrista que no huyen del comunismo, sino que buscan una diplobodega.

Algarabía de bobos solemnes; generación de espacios de debate ficcionales; que siempre evitan entrar en el fondo del asunto, que es la inviabilidad del sistema comunista en los cuatro puntos cardinales del planeta y sin atreverse a reivindicar el pensamiento económico cubano que -aun disperso- sabe por donde le entra el agua al coco.

Juan Triana, Elías Amor, Marino Murillo, Mauricio Miranda, Joaquín Benavides, Pavel Vidal, Humberto Pérez, Pedro Monreal y Omar Everleny Pérez -entre otros- son cubanos y saben de economía; pero el gobierno no los escucha.

Si 64 años después de comunismo, Cuba depende de recetas extranjeras para enrumbar su economía; el fracaso está cantado de antemano, como ha venido ocurriendo regularmente desde que Fidel Castro, vencido por el maleconazo, abrió el camino de las reformas que nunca han tocado la raíz del sistema.

Por tanto, soprende tanta ingenuidad en los nacionalistas del tardocastrismo; sabiendo que hasta hace escasos años, los cubanos tenían prohibido entrar y mucho menos consumir y alojarse en hoteles; que a la colonización soviética sucedió una legión de robagallinas europeos y latinoamericanos, que hicieron auténticas fortunas con el hambre de los cubanos.

¿Quién impuso a Afanasiev contra autores cubanos y Ernesto Guevara? ¿Quién quiso convertir al Apóstol José Martí en Héroe Nacional? ¿Quién convirtió ministerios de un país diminuto en Comités Estatales para el pan con na? ¿Quién apostó por el turismo de cayos y playas cerradas para evitar el contagio? ¿Quién apostó por una economía privada de timbiriches y como mal menor? ¿Quién congeló las reformas que ahora se reaniman ante la aparición de Hugo Chávez?

El tardocastrismo está como las putas en cuaresma y si mañana Irán soltara petróleo a precio de amigo, asistiríamos a un programa priorizado de construcción de mezquitas a ritmo de contingente y cursos básicos para identificar correctamente la posición de La Meca desde cada latitud cubana; con Corán y brújula incluidos.

El comunismo de compadres es una gran traición a Cuba, a sus esencias, su pensamiento y su capacidad para ser nación, pese a la vecindad de una potencia como Estados Unidos y la nefasta y prolongada influencia de otra; ajena cultural e históricamente, como la Unión Soviética.

La democracia, la libre empresa y la justicia social son principios reconocidos universalmente como fórmula de éxito; el resto son cuentos de caminos que solo conducen al fracaso reiterado; por mucho que una viceministra caprichosa aparezca en televisión repitiendo que son un gobierno social.

El tardocastrismo es experto en socializar fracasos e individualizar éxitos; solo hay que ver a Díaz-Canel y Marrero Cruz, Alejandro Gil y señoras, soportando largas colas para comprar alimentos y medicinas; madrugando para intentar coger una guagua que los lleve al trabajo y aprovechando los domingos para barrer sus calles y limpiar sus casitas.

El problema de Cuba no es que su desgobierno opte por un modelo ruso-zarista o vietnamita-francés; sino que carece de libertad, democracia y justicia social y; mientras no concurran esas variables; ya puede La Habana anunciar que la tierra es plana y que los tamarindos son dulces; que nadie se los comerá; por mucho que mencheviques componedores de batea se afanen en rasgarse la vestiduras ante un cosaco del neozar; como si fuera la gran ofensa.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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