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Mientras el régimen cubano dice impulsar el uso de la inteligencia artificial (IA) en sectores estratégicos, como ha insistido Miguel Díaz-Canel en múltiples intervenciones recientes, la realidad cotidiana de los cubanos sigue marcada por la ineficiencia tecnológica y la falta de soluciones concretas a problemas básicos.
Un claro ejemplo de esta contradicción es la distribución del gas licuado, cuya venta normada sigue dependiendo de un registro manual debido a la ausencia de medios informáticos adecuados.
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El periodista oficialista José Miguel Solís denunció en su cuenta de Facebook la dramática situación que enfrentan los matanceros en las interminables colas para adquirir el gas, un recurso vital en la cocina de la mayoría de los hogares cubanos.
Según su relato, los propios funcionarios de CUPET reconocieron que no cuentan con los recursos tecnológicos necesarios para automatizar la base de datos que gestiona la antigüedad de los clientes en la cola. Paradójicamente, en otras provincias esta problemática ha sido resuelta con sistemas informáticos que garantizan mayor equidad en la distribución.
“Tenemos un parque científico tecnológico que apuesta, incluso, por la inteligencia artificial y la big data. Entonces, un poquito de proactividad de quienes ven un fenómeno lastimoso, eso es motivo suficiente para pedir ayuda y zanjar el dilema”, escribió Solís en su publicación, donde lamentó la falta de voluntad para aplicar soluciones efectivas.
La ironía de la situación es evidente. Mientras Díaz-Canel promueve desde 2019 la creación de un Instituto de Inteligencia Artificial en colaboración con China y exige el uso de esta tecnología en sectores como la educación, la administración y la producción industrial, los ciudadanos siguen atrapados en un sistema de distribución basado en libretas y papeleo arcaico.
La falta de computadoras y softwares apropiados en un punto de venta de gas en Matanzas es solo un reflejo de la incapacidad del régimen para implementar herramientas digitales en servicios básicos.
Los cubanos han sido testigos de cómo el gobierno ha lanzado promesas sobre digitalización y automatización sin que se traduzcan en mejoras reales.
En enero de 2025, Díaz-Canel instruyó a aplicar IA en diversas áreas de la economía, mientras que en diciembre de 2024 ya había insistido en la necesidad de modernizar procesos con ayuda de esta tecnología.
Sin embargo, la falta de recursos y la desconexión entre el discurso oficial y la realidad cotidiana han convertido estas promesas en meros anuncios propagandísticos.
El descontento popular crece ante la contradicción entre las ambiciones del gobierno y la precariedad en la gestión de servicios básicos.
Para los matanceros, y muchos otros cubanos que enfrentan a diario la escasez y el desorden en la distribución del gas, la inteligencia artificial sigue siendo un concepto ajeno y lejano, mientras que la única tecnología que realmente conocen es la de aguantar largas horas en colas interminables.
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