
Vídeos relacionados:
Los libros de asentamiento de recetas del Museo Farmacéutico de Matanzas, otrora Botica Francesa, se incorporaron al prestigioso Registro Memoria del Mundo para la región de América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
“El fondo documental reconocido contiene libros manuscritos de asentamiento de recetas médicas, que datan del siglo XIX y principios del XX, y constituye un testimonio excepcional del desarrollo de la ciencia farmacéutica en América Latina”, destacó la Unesco al reseñar el acontecimiento en su sitio oficial.
Lo más leído hoy:
Los 55 tomos de documentos contienen más de un millón de fórmulas médicas, su composición y detalles como el nombre del médico que prescribió cada una, su número consecutivo, el precio y la fecha de recepción, precisó el periódico Girón, de la provincia matancera.
Se trata de una colección completa que refleja el funcionamiento ininterrumpido de la Botica Francesa del doctor Ernesto Triolet, desde el 1 de enero de 1882 hasta el 16 de enero de 1964, destacó Marcia Brito Hernández, directora de la institución.
Solo otro archivo cubano, el de la Fundación Antonio Núñez Jiménez, comparte este reconocimiento.
Una ventana a la historia médica y social
Los libros no sólo documentan recetas, sino también eventos cotidianos, epidemias y hasta curiosidades como el “misterioso” paso de la luz solar a través del patio hasta la mesa dispensarial, entre los días 8 y 13 de marzo, señaló Girón.
Además, revelan datos sobre personalidades como el músico Miguel Faílde (1852-1921), creador del danzón, baile nacional de Cuba, y quien fue la primera persona negra de la ciudad en tener cuenta abierta en la botica.
“Son una fuente inagotable de investigación”, subrayó Brito. Los documentos registran las epidemias que asolaron la urbe, las enfermedades más frecuentes, las edades de quienes las padecían, las personalidades vinculadas a este local, incluso, “las ocasiones en que una persona pobre no podía permitirse pagar los servicios de un médico y acudía al doctor Triolet, para que le recetara algo; muchas veces estas preparaciones iban a parar a manos del enfermo sin costo alguno”.
La colección recoge prescripciones de numerosas firmas insignes de la medicina como el eminente científico cubano Carlos J. Finlay, el doctor y general de la Guerra de Independencia Pedro Betancourt Dávalos, los doctores Alfredo Carnot D’ Lisle y Armando Carnot Veunles, padre e hijo, y todos los médicos de la conocida familia Font, precisó Brito.
Del mundo a Cuba: la evolución de la farmacia nacional
La colección muestra cómo la botica incorporó gradualmente plantas y remedios locales, fusionando conocimientos europeos y tradicionales. “Al principio, las materias primas eran importadas, pero luego se integraron hierbas cubanas y contribuciones de personas esclavizadas”, explicó la directora de la institución.
Incluso hoy, más del 90 % de las sustancias descritas en el primer tomo se conservan en el museo, lo que permitiría preparar fórmulas de 1882.
“Se aprecia también el surgimiento de lo que considero la botica cubana. El doctor Triolet venía de la escuela de París, su socio, el doctor Juan Fermín Figueroa, de la de Madrid, y su esposa, la doctora Dolores Figueroa, primera mujer cubana doctorada en Farmacia, había estudiado en Nueva York”, rememoró.
“Al principio, todas las materias primas, sobre todo las plantas, son importadas, porque proceden de un entorno absolutamente distinto. Luego, poco a poco van incorporando las yerbas de la isla y las sustancias nativas. También se ve cómo las personas esclavizadas contribuyen a ello, pues eran parte de la comunidad a la cual servían y traían sus propios remedios para que se los preparasen aquí. La mezcla que es nuestra identidad se da igualmente en las ciencias”, contó Brito.
Los fondos documentales del Museo Farmacéutico incluyen también más de 800,000 etiquetas de medicamentos originales y una biblioteca con títulos fundamentales de las farmacopeas francesa, española y norteamericana, publicados entre finales del siglo XIX y principios del XX.
La institución archiva, además, el registro económico completo de la botica y documentos de la papelería privada de la familia Triolet.
Historias curiosas: el anticatarral para Máximo Gómez
Entre las anécdotas destacadas está la receta prescrita al Generalísimo Máximo Gómez (1836-1905), quien venía en un recorrido desde Oriente hasta La Habana y se enfermó de catarro en la ciudad de Cienfuegos.
Según consta en el libro de asentamiento, el doctor Curbelo, su médico personal, le ordenó un jarabe que se preparó en la botica, y ayudó al líder a recuperarse y continuar su viaje. “No aparece consignado el precio, así que no le cobraron al general”, comentó Brito.
Reconocimiento internacional
El anuncio oficial de la Unesco se realizó el 27 de marzo, acompañado de un homenaje con música, poesía y la presencia de herederos de la familia Triolet.
Anne Lemaistre, directora regional de la Unesco, consideró al museo “una joya dentro de América Latina, excepcional en su autenticidad y extremadamente bien conservado”.
Con este reconocimiento, los libros de recetas se consolidan como un patrimonio invaluable, no solo para Cuba, sino para la memoria científica y cultural del mundo.
La Botica Francesa fue fundada el primero de enero de 1882 por Ernesto Triolet Lelievre, natural de Lissy, Francia. Ubicada en un sitio privilegiado de la conocida como Atenas de Cuba, frente a la Plaza de Armas, resultó una edificación de tres plantas, exponente del neoclasismo en la arquitectura doméstica matancera de finales del siglo XIX.
Tras cambios y acondicionamientos pasó a ser Museo Farmacéutico el 30 de abril de 1964. Fue declarado Monumento Nacional en 2007.
De acuerdo con investigadores, la calidad de los productos preparados en la farmacia francesa recibía el reconocimiento de la población. Una muestra de ello fue la invitación a Triolet, junto con otros importantes comerciantes cubanos, para participar en la Exposición Universal de París, en 1900.
El doctor Triolet vivió en Cuba durante más de 30 años y murió en la capital francesa el 19 de diciembre de 1900, víctima de pulmonía. Sus restos fueron conducidos provisionalmente al Cementerio de Montparnasse y luego trasladados a Matanzas, donde fue enterrado en el panteón de la familia, en el cementerio San Carlos.
Archivado en: