Una nueva polémica sacude al entorno comunicativo cubano luego de que Pedro Lizardo Garcés Escalona, presidente del Consejo Popular Rampa, municipio Plaza de la Revolución, desmintiera públicamente una nota publicada por Cubadebate sobre el alquiler comercial de la Tribuna Antiimperialista José Martí, ubicada frente a la Embajada de Estados Unidos en La Habana.
“Ella seguirá siendo un espacio de denuncia de nuestro pueblo (…) Desmiento lo que se ha publicado sobre su arrendamiento y aseguro que seguirá siendo la tribuna de Fidel y del pueblo de Cuba. ¡Seguimos en combate!”, escribió Garcés Escalona en la red social Facebook.
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El dirigente local, cuya zona de responsabilidad incluye el emblemático espacio, reaccionó con firmeza a una nota promocional difundida por el citado portal oficialista, medio que dirige el periodista Randy Alonso, con quien Garcés se reunió recientemente para hablar, según sus propias palabras, de “entrega, patria y las enseñanzas del invicto”.
Cubadebate lo dice claro: se alquila
La controversia surge a raíz de un texto publicado como contenido patrocinado en Cubadebate, en el que se promueve el uso de la Tribuna Antimperialista para eventos privados, reuniones empresariales, ferias y actividades culturales, con precios de alquiler que alcanzan los 28,000 CUP diarios.
La publicación detalla las tarifas para distintos espacios del recinto, desde salones climatizados hasta oficinas arrendables por metro cuadrado. Todo ello bajo la justificación de que se trata de una medida para adecuarse a las “actualizaciones normativas de la política económica” del país.
Entre la épica y el pragmatismo
La contradicción entre el discurso simbólico del poder y su práctica económica es evidente. La Tribuna Antimperialista, construida en el año 2000 como respuesta directa a la presencia de la entonces Oficina de Intereses de EE.UU., fue concebida como un bastión de la “Batalla de Ideas” y un espacio exclusivamente político.
En 2019, fue parcialmente demolida y reformada. Las obras incluyeron la eliminación de estructuras icónicas corroídas por el salitre, la construcción de nuevos salones y camerinos, y la instalación de una monumental bandera de concreto que ha sido ampliamente criticada en redes sociales. No obstante, en aquel momento las autoridades aseguraron que el espacio no cambiaría su esencia.
¿Qué cambió?
Hoy, sin embargo, lo que fue descrito como “plaza de combate contra el imperialismo” se promueve como espacio multifuncional. La transformación simbólica es evidente: de trinchera ideológica a activo inmobiliario en medio de una profunda crisis económica.
La publicación oficialista insiste en conservar la retórica épica: “fragor de la Batalla de Ideas”, “principios fundacionales”, “bastión antiimperialista”. Pero el giro práctico —poner en alquiler el símbolo— revela más que un cambio de uso: expone el agotamiento de un relato que ya no sostiene su propio peso simbólico.
La pregunta sigue abierta
¿Se alquila o no la Tribuna? Garcés lo niega, pero Cubadebate lo promueve. Toca esperar una nueva versión para encontrar coherencia narrativa dentro del propio aparato de comunicación en la isla. Mientras tanto, el símbolo, como espacio y como discurso, se diluye entre tarifas, salones y ambigüedades.
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