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En plena tormenta energética nacional, con apagones que superan las 20 horas diarias en muchas provincias y un déficit que ronda los 1,800 MW, el régimen cubano lanzó su más reciente espectáculo propagandístico: una expedición denominada “Energía Joven”, cuyo propósito declarado es explicar la estrategia de recuperación del Sistema Electroenergético Nacional (SEN) y fomentar el ahorro entre la población.
La iniciativa, presentada este sábado por la primera secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), Meyvis Estévez Echevarría, y el ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, fue abanderada en un acto oficial que, como suele ocurrir, estuvo cargado de consignas y frases vacías.
Acorde a la oficialista Prensa Latina, el grupo recorrerá el país para “sensibilizar sobre el ahorro de electricidad” y, según sus promotores, “elevar la cultura energética del pueblo cubano”. En un país donde falta la electricidad, no la conciencia sobre su valor, el anuncio ha generado perplejidad y rechazo en amplios sectores de la ciudadanía.
Mientras los cubanos sobreviven a temperaturas sofocantes, sin agua, sin refrigeración y sin poder dormir por las noches, el gobierno de Miguel Díaz-Canel opta por movilizar jóvenes uniformados para repetir discursos en centros laborales, como si la propaganda pudiera suplantar los megavatios que no llegan y que dejan poblaciones enteras sin luz por más de 20 horas diarias.
Más allá de la anécdota, la operación “Energía Joven” es un intento burdo de desviar la atención de las verdaderas causas del colapso del SEN: el abandono sostenido de la infraestructura energética, la corrupción en la gestión estatal, la falta de inversión en mantenimiento, y una crisis de combustible que se ha agudizado por la mala planificación y la prioridad inversionista en hoteles, antes que en infraestructuras y necesidades básicas.
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“El pueblo confía en los jóvenes para las tareas más difíciles”, dijo uno de los dirigentes de la UJC durante el acto constitutivo del grupo. Sin embargo, lo que necesita la población no son discursos ni mística revolucionaria, sino electricidad, honestidad en la información y soluciones técnicas reales.
La expedición, lejos de ofrecer respuestas, se convierte en otro símbolo de la desconexión entre las autoridades y la realidad cotidiana. En vez de encarar la raíz del problema, el régimen opta por una fórmula conocida: más teatro, más consignas y menos luz.
En medio del apagón, la única energía que crece en Cuba es la del hartazgo popular.
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