Con temperaturas que superan los 35 grados, altos niveles de humedad, y una creciente proliferación de mosquitos transmisores de enfermedades como el dengue, los prolongados y persistentes apagones que sufre la población cubana han dejado de ser solo un problema eléctrico para convertirse en una seria amenaza para la salud pública.
Desde hace meses, millones de cubanos padecen cortes diarios del servicio eléctrico que en muchas provincias llegan a extenderse más de 24 horas seguidas. Esta situación no solo afecta la calidad de vida, sino que deteriora de forma acelerada la salud física y mental de los ciudadanos.
El calor extremo y la imposibilidad de dormir
Las noches sin electricidad significan también noches sin ventiladores ni aires acondicionados. En un país tropical, dormir bajo un calor asfixiante se vuelve casi imposible. La falta de descanso acumulado puede provocar agotamiento crónico, desregulación hormonal, irritabilidad, trastornos del sueño y caída del sistema inmunológico.
“Llevamos semanas sin dormir bien. Mi hijo llora toda la noche por el calor y los mosquitos, y al día siguiente va a la escuela agotado”, cuenta Laura, una madre residente en Bayamo.
Más mosquitos, más enfermedades
Los apagones constantes también agravan la proliferación de mosquitos en zonas urbanas y rurales. La falta de ventilación y el uso forzado de recipientes con agua ante la intermitencia del suministro elevan el riesgo de transmisión de enfermedades como dengue y Oropouche, ambos con presencia confirmada en el país.
Sin electricidad para encender equipos repelentes, ni para almacenar adecuadamente alimentos y agua, las condiciones sanitarias se deterioran rápidamente, generando un entorno propicio para brotes epidémicos.
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Impacto en la salud mental: ansiedad, depresión y desesperanza
Además del malestar físico, los apagones prolongados tienen consecuencias devastadoras en la salud mental. La incertidumbre diaria, la imposibilidad de planificar la vida, y la sensación de abandono por parte del Estado, alimentan sentimientos de ansiedad, depresión, ira y desesperanza.
“Hay días en que siento que voy a explotar. No poder refrigerar la comida, no poder dormir, no tener luz para cocinar… te hace sentir como si no valieras nada”, relata Yoel, residente en Ciego de Ávila.
Niños, ancianos y enfermos crónicos: los más vulnerables
Los sectores más vulnerables son los más afectados. Los niños pequeños, los ancianos y las personas con enfermedades crónicas (cardíacos, diabéticos, hipertensos) enfrentan un riesgo mayor ante la falta de refrigeración de medicamentos, condiciones de calor extremo, y ausencia de equipos médicos básicos que dependen de electricidad.
Una crisis sostenida sin respuesta estructural
Los cortes eléctricos no son nuevos en Cuba, pero su frecuencia, duración e impacto en 2024 y 2025 alcanzan niveles alarmantes. Mientras el gobierno justifica las fallas con escasez de combustible y roturas en el sistema electroenergético nacional, los ciudadanos exigen soluciones reales y medidas de emergencia que prioricen la salud pública por encima del turismo o la propaganda.
En un contexto donde la pobreza, la inseguridad alimentaria y la falta de medicamentos ya son parte del día a día, los apagones prolongados agravan todos los indicadores sanitarios y reflejan, una vez más, la fragilidad del sistema cubano frente a las crisis estructurales.
Conclusión
Más allá de los apagones, lo que se apaga en Cuba es la salud, la estabilidad emocional y la dignidad de millones de personas que viven en la oscuridad, literal y figuradamente. Y frente a ello, la respuesta institucional se convierte en una forma más de violencia.
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