Este 31 de julio la Asamblea Legislativa de El Salvador aprobó -sin debate y por abrumadora mayoría oficialista- una reforma constitucional que permite la reelección presidencial indefinida, extiende la duración del mandato presidencial y elimina la segunda vuelta electoral.
Se trata de una transformación radical del sistema político salvadoreño, que elimina los últimos frenos legales a la permanencia indefinida de Nayib Bukele en el poder, y que ha sido calificada por la oposición y por varias organizaciones internacionales como un paso inequívoco hacia el autoritarismo.
Este cambio, impulsado y ejecutado por un Congreso controlado casi por completo por el partido oficialista "Nuevas Ideas", representa la mayor alteración de las reglas democráticas en El Salvador desde la promulgación de la Constitución de 1983.
Bajo el argumento de “darle el poder total al pueblo salvadoreño”, Bukele ha desmantelado los principios constitucionales que garantizaban la alternancia y los contrapesos institucionales.
El resultado es una arquitectura jurídica hecha a medida del presidente más popular y más poderoso de la historia reciente del país centroamericano.
Tras el importante cambio a la Constitución, el presidente salvadoreño no se ha pronunciado en redes sociales sobre el tema..
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Una reforma a la medida del poder presidencial
La sesión plenaria de este jueves transcurrió sin debate parlamentario. Gracias al mecanismo de dispensa de trámite, se aprobaron en una sola jornada, y sin pasar por comisión, las reformas a los artículos 75, 80, 133, 152 y 154 de la Constitución.
Las modificaciones, votadas por 57 de los 60 diputados, introducen tres cambios sustanciales:
-Reelección presidencial sin límite, eliminando las barreras que impedían la continuidad indefinida en el cargo.
-Extensión del mandato presidencial de cinco a seis años, aplicable a partir del próximo período.
-Eliminación de la segunda vuelta electoral, permitiendo ganar la presidencia con mayoría simple.
La reforma también incluyó una cláusula transitoria que acorta en dos años el mandato actual de Bukele (2024-2029), para celebrar elecciones unificadas en 2027 y sincronizar comicios presidenciales, legislativos y municipales.
El desmantelamiento de los contrapesos constitucionales
Antes de la reforma, los artículos 152 y 154 prohibían expresamente la reelección presidencial inmediata y establecían que el mandato duraba cinco años.
El artículo 75 sancionaba incluso la promoción de la reelección.
Este resultado es la culminación de un proceso iniciado en 2021, cuando la Sala de lo Constitucional -tras ser reconfigurada por "Nuevas Ideas" en un procedimiento calificado como irregular- cambió la interpretación de la Constitución para permitir una segunda reelección consecutiva.
Fue esa reinterpretación la que permitió a Bukele presentarse en 2024, tras ausentarse del cargo durante seis meses, tal como lo exige el artículo constitucional ahora reformado.
Obtuvo entonces una victoria arrolladora con más del 82% de los votos.
¿Una democracia colapsada?
Para la oposición y organismos internacionales, esta maniobra representa una ruptura institucional.
Durante la sesión legislativa, la diputada opositora Marcela Villatoro levantó un cartel que decía “Este día murió la democracia”; y declaró que “la ley fue aprobada sin consulta, de forma burda y cínica”.
Claudia Ortiz, también diputada opositora, fue más allá: “[Las reformas solo buscan] perpetuar a un pequeño grupo en el poder y seguir acumulando recursos… Esta historia se ha contado muchas veces en muchos países del mundo”.
Fuera del país, la reacción fue igualmente crítica. La directora para las Américas de Human Rights Watch, Juanita Goebertus, advirtió: “Están recorriendo el mismo camino que Venezuela. Empieza con un líder que usa su popularidad para concentrar poder, y termina en dictadura”.
Noah Bullock, de la organización Cristosal, declaró a Reuters: “El día antes de las vacaciones, sin debate, sin informar a la ciudadanía, en una sola votación legislativa, cambiaron el sistema político para permitir que el presidente se perpetúe en el poder indefinidamente”.
De la popularidad al poder absoluto
Desde su llegada al poder en 2019, Nayib Bukele ha gozado de un respaldo masivo.
Su guerra contra las pandillas, implementada bajo un régimen de excepción desde 2022, ha sido celebrada por amplios sectores de la población por su eficacia en la reducción de homicidios.
El Salvador ha pasado de estar entre los países más violentos del mundo a ser uno de los más seguros, según cifras oficiales.
Sin embargo, esta seguridad ha tenido un alto costo en materia de derechos humanos.
Decenas de miles de personas han sido detenidas sin pruebas concluyentes ni procesos judiciales adecuados.
Las condiciones en centros penitenciarios como el CECOT han sido descritas como inhumanas por diversas organizaciones.
Bukele ha respondido con desprecio a las críticas: “¿Sabe qué? Me tiene sin cuidado que me llamen dictador. Prefiero que me llamen dictador a ver cómo matan a los salvadoreños en las calles”, dijo en enero de 2025.
2 de junio de 2025: Apología del poder en un acto protocolario
En un discurso pronunciado el 2 de junio de 2025, con motivo del primer año de su segundo mandato, Bukele volvió a reafirmar su postura frente a las acusaciones de autoritarismo.
Aunque se trataba de un acto protocolario de rendición de cuentas, el presidente lo utilizó como plataforma política para exponer su visión del país, defender su modelo de gobierno y arremeter contra sus detractores.
En ese discurso, insistió en que “no le importaba que lo llamaran dictador”, y lo celebró como una consolidación de poder frente a lo que consideró campañas de desinformación.
“Hemos transformado el país. Y si eso incomoda a quienes estaban acostumbrados a robar y gobernar desde las sombras, que se incomoden”, dijo.
Para Bukele, su modelo no solo es legítimo por el respaldo popular, sino también porque -según su narrativa- “representa una nueva forma de hacer política”, donde las reglas pueden y deben adaptarse a los resultados.
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