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En medio de una grave crisis epidemiológica que golpea a la Isla, nuevos documentos visuales y testimonios comprometedores ponen en evidencia la grave crisis que atraviesa el sistema de salud cubano.
Las imágenes del Hospital Provincial Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo, junto con denuncias de médicos y activistas, coinciden con reportes recientes del deterioro hospitalario y la epidemia de arbovirosis que avanza sin control.
Las autoridades, por su parte, insisten en negar el colapso o relativizarlo, generando un choque entre lo que se ve y lo que se admite.
Testimonio visual del abandono
Fotografías enviadas recientemente desde Bayamo muestran pacientes tendidos en el suelo, camillas improvisadas, falta de camas, aparatos oxígeno sin garantías y familiares desesperados.
El médico y activista Alexander Figueredo publicó el siguiente mensaje: “Pacientes tirados en el piso, ancianos agonizando en el cemento, mujeres desmayadas sin una camilla. Un país convertido en una morgue ambulante”.
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El galeno señaló que “no es mala gestión. No es un error. Es política de Estado. Un Estado que mantiene hospitales sin reactivos, sin sueros, sin oxígeno, sin agua, sin pruebas, sin medicamentos y sin humanidad”.
La versión oficial y su minimización
En respuesta, la entidad provincial de salud emitió una respuesta en Facebook que reconoció “escasos recursos”, pero insistió en que “ningún paciente queda sin atención”.
En ese sentido, afirmaron: “nuestros médicos están en su lugar de combate… con los pacientes”. Y, efectivamente, las salas del centro hospitalario mostradas por la institución oficialista retratan una realidad digna de “escenarios de guerra”.
Sí, los “médicos están en su lugar de combate”, pero Cuba no está en guerra. Las imágenes de salas colapsadas, pacientes con transfusiones de sangre, camillas y mobiliarios oxidados y destruidos, no deben ser mostradas con orgullo por la propaganda del régimen: son la evidencia de que este ha dejado colapsar los servicios públicos sanitarios del país.
“Tenemos pocos recursos”; “siempre atacan con mentiras”; “nuestro pueblo merece respeto”, dijo el Sectorial Provincial de Salud de Granma, pero la escasez de recursos, la opacidad y manipulación de cifras, y la falta de respeto al pueblo cubano tiene responsables: el gobierno de Miguel Díaz-Canel y la cúpula de un régimen aferrado al poder y que resiste a iniciar una transición a la democracia, bloqueando los cambios que necesita la nación.
Crisis epidemiológica y hospitalaria: Un binomio letal
La denuncia no ocurre en el vacío. Cuba enfrenta una “crisis de arbovirosis combinadas”: dengue, chikungunya y Oropouche circulando al mismo tiempo, y con decenas de miles de nuevos contagios a la semana.
Por otro lado, la institución sanitaria en la isla ha admitido el deterioro estructural del sistema: en julio de 2025 el ministro reconoció un sistema de salud “con cobertura de medicamentos apenas al 30 %” y hospitales con graves carencias.
En ese escenario, las imágenes de Bayamo adquieren mayor gravedad: hospitales que deberían estar en condiciones mínimas de higiene, infraestructura y suministro de insumos, se muestran al límite cuando el país necesita movilizar sus recursos médicos frente a brotes múltiples de enfermedades.
Los testimonios dan cuenta de que muchos centros ya no pueden garantizar cama, camilla, oxígeno o medicamentos básicos, mientras los hospitales reciben un flujo creciente de enfermos por arbovirosis, tuberculosis y otras patologías derivadas del colapso sanitario.
Los riesgos para la población y la impunidad de los responsables
Cuando el sistema de salud no solo carece de recursos, sino que además se ve desbordado, los riesgos para la población se multiplican: enfermos que no reciben diagnóstico oportuno o tratamiento adecuado, cirugías postergadas o anuladas, centros hospitalarios sin electricidad, agua o mantenimiento, profesionales sanitarios agotados, que trabajan en condiciones “infrahumanas”.
En ese contexto, más que un problema técnico, estamos ante un asunto político y de derechos humanos.
En ese escenario, el régimen cubano enfrenta una doble arista: por un lado, la epidemia que crece sin control; por otro, la evidencia del colapso hospitalario que contradice el discurso de “potencia médica”.
Las autoridades, en lugar de admitir de forma transparente la magnitud del impacto, insisten en minimizar o encubrir, lo que alimenta el malestar social. Activistas y pacientes exigen claridad: “¿Y Cuba cuándo cierra?”, se lee en redes ante tanto silencio oficial.
Las imágenes desde Bayamo no pueden ser tomadas como un hecho aislado. Encajan perfectamente con múltiples reportes que revelan la vulnerabilidad del sistema hospitalario en Cuba y la escalada de enfermedades que la población enfrenta sin garantía de atención.
Que las autoridades lo nieguen o relativicen no reduce la gravedad del asunto, sino que añade otro ingrediente: la falta de transparencia.
El pueblo cubano tiene derecho a una salud digna, a instalaciones seguras y a atención médica oportuna. Hoy, más que nunca, esa promesa está lejos de cumplirse y el silencio no puede seguir siendo parte del diagnóstico.
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