El mandatario venezolano Nicolás Maduro disfrutaba ayer de unas horas de esparcimiento y recreación, al tiempo que habló delante de una cámara sobre "lo importante que es dejar saber quiénes somos".
Sentado en un columpio, y meciéndose de a poco, el gobernante dijo que "el odio y la violencia, no engendran nada bueno", quizás en alusión a los graves problemas en que vive Venezuela.
Maduro habló de amor, pero en las calles existe un grito, un grito que debe ser escuchado.
Considerado uno de los países con una de las reservas de petróleo más grandes del planeta, y que con ellas bien pudiera echar adelante una economía próspera, la nación venezolana vive días amargos en los que sus hijos deben lidiar con la escasez de alimentos y, por si fuera poco, de la propia gasolina en el país.
Maduro aludió a los niños, y al espíritu de Semana Santa, al tiempo que se despidió con el saludo del Che Guevara: "¡Hasta la Victoria Siempre!"
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