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Susana Pérez cuenta detalles de su vida y asegura que de Cuba solo extraña a su gente

A la pregunta de si extraña Cuba, Susana Pérez responde: “A mí me mata la gente”, y precisa que se le hace un nudo en la garganta cuando llega a la Isla y siente el cariño de la gente.

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Este artículo es de hace 5 años

Durante más de una hora, la destacada actriz cubana Susana Pérez, residente en Miami desde el año 2007, conversó con CiberCuba.

En amena y distendida charla, la actriz ha revelado un buen número de anécdotas personales que van desde detalles de su infancia hasta el relato de su fallida vocación inicial por la carrera de medicina o cómo fueron sus primeros años en el mundo de la actuación, una vez que inició su carrera como actriz a comienzos de la década del 70 en la Televisión Cubana.

Nacida en Marianao el 25 de mayo de 1952, Susana Pérez cuenta que desde pequeña sintió pasión por las artes escénicas, que le gustaba disfrazarse y jugar sola, y que se miraba mucho al espejo.

En ese sentido, ha aprovechado para defender la timidez como un rasgo intrínseco de su personalidad, pese a que muchos no conciban esa característica en ella. Explica que todavía hoy cualquier situación nueva que enfrenta la estresa y la obliga a ponerse fuerte para hacerle frente.

Susana ha contado que cuando ingresó en la Escuela de Formación de Actores del Instituto Cubano de Radiodifusión se dio a sí misma un plazo de 10 años para llegar a donde ella quería, y de no hacerlo pensaba desistir y dedicarse a otra cosa.

Sin embargo, destaca que antes de haber cumplido ese período ya se sintió satisfecha con sus logros, ratificó su vocación artística y ello anuló completamente su interés inicial por la medicina.

Susana Pérez cuenta que muchos rumbos que ha tomado en su vida han sido fortuitos, refiere que varias cosas que ha planificado no le han salido y siempre acababa tomando caminos aparentemente casuales.

Interrogada sobre la influencia de la belleza física en el éxito de una carrera como la actuación, destaca que influye pero enfatiza que no es determinante, y ha citado el caso de una actriz como Bette Davis, que no era bella según los cánones de Hollywood, lo que no impidió que su talento se impusiera.

Sobre su amplia carrera en Cuba ha mencionado algunos papeles que todavían muchas personas recuerdan, entre ellos Primavera en Budapest, La joven de la flecha de oro, Rosas a Créditos y por supuesto su papel de "Rosario Guzmán" en la mítica Sol de Batey.

Ha aprovechado para señalar la inmensa suerte que tuvo de actuar junto a grandes actores de generaciones previas a la suya, actores como María de los Ángeles Santana, Enrique Arredondo, Aurora Pita, Margarita Balboa o Maritza Rosales, que para ella fueron la mejor escuela.

La actriz se autodefine como adicta al trabajo, alguien que siempre trató de asumir las largas jornadas de grabación con el mejor espíritu posible y como si fueran una fiesta. No obstante, reconoce que su inmensa dedicación también le restó tiempo de disfrute con su familia y con sus hijos.

A finales de 2007 Susana Pérez fijó su residencia en Miami, llegó a Estados Unidos en medio de la crisis económica que sacudió a buena parte del mundo y que se hizo sentir de forma evidente también en territorio norteamericano.

Ha bromeado sobre una presunta “vocación por la pobreza”, que parecía acecharla a cada lugar donde llegaba. Sobre sus primeros tiempo en Miami, dice: “Fácil no me fue, pero a mí las cosas difíciles me hacen más fuerte”.

Entre los aspectos duros de la emigración cita el no haber podido estar en el momento de la muerte de sus padres.

A la pregunta de si extraña Cuba, responde: “A mí me mata la gente”, y precisa que es lo único por lo cual se le hizo un nudo en la garganta cuando llegó a la Isla y sintió que era como si se hubiera ido el día antes.

Fuera de eso, dice, no extraña nada más. “Por lo demás, honestamente, no”, concluye.

Al reto de definirse a sí misma como cubana, la actriz responde que más allá de que ser cubana sea un “accidente geográfico”, enfatiza que su cubanía no se fundamenta en tópicos al uso, sino en el profundo aprecio que siente por muchas generaciones de cubanos que han sobresalido en diversas áreas de la cultura, el deporte o la ciencia a lo largo de la historia de la Isla y que la enorgullecen.

En ese sentido, aprovecha para precisar que lamenta y siente vergüenza cuando se representa la Isla no en los términos que merece, sino cuando se exalta lo menos educado y lo más vulgar de los cubanos, y se obvia que se trata de la misma isla donde nació Dulce María Loynaz, Carlos J Finlay, Kid Chocolate o Alejo Carpentier. “No hay justicia en que en Cuba se haya llegado a elevados niveles de pobreza espiritual”, concluye.

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