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4 de Julio: las armas en casa, solo cohetes al cielo

Las balas que se disparan al aire pueden ascender hasta dos millas para luego descender a un ratio de entre 300 y 700 pies por segundo, velocidad más que suficiente para matar a alguien. Lo peor, es que no se sabe adónde van a caer.

Fuegos artificiales el 4 de Julio de 2014 en el Puente de Brooklyn © Flickr/ Dan Nguyen
Fuegos artificiales el 4 de Julio de 2014 en el Puente de Brooklyn Foto © Flickr/ Dan Nguyen

Este artículo es de hace 5 años

En 1997 el reverendo Jerome Sterling, de un templo protestante de Miami, volvía a su casa tras un desfile por el Día de Martin Luther King Jr. De su mano iba su pequeña sobrina de 5 años. El reverendo no ha dejado de contar desde esa noche el silbido infernal y seco de la bala perdida que bajó del cielo y le atravesó la frente a la niña.

El reverendo Sterling no falla desde entonces cada Año Nuevo y 4 de Julio en las comunidades de Miami, predicando contra la insensatez: “Celebren con fuegos artificiales, por favor, no con balas”.

Vale la pena inscribir esas simples palabras frente al portón de cada ciudadano de este país que combine estas dos peculiaridades en un día festivo como hoy: el amor por la Independencia estadounidense y la tenencia de armas. Y si me lo permiten, un aberrante desconocimiento de la física también.

Porque disparar al cielo equivale a un juego de ruleta rusa donde, para colmo de inconcebible idiotez, obligas a jugar a los demás. Y ellos sin siquiera saberlo. Lanzas una lotería de muerte al cielo porque sí, porque te da tu festiva gana, y ni siquiera elaboras la elemental pregunta, la que salta a la vista de cualquiera con esa cara virtud humana llamada sentido común: “¿Dónde va a caer?”.

Esa sería la pregunta que paralizaría el gatillo del festivo celebrador de este 4 de Julio que luego de ciertas libaciones de alcoholes múltiples, y ante el ruido ensordecedor de cohetes que explotan coloridamente en el cielo, decide apuntar su arma hacia arriba y mostrar a puro disparo su felicidad por vivir en una nación de libertad conquistada.

“Nunca dejan de hacerlo”, dijo con cierto tono de amarga resignación esta semana la miembro de la Junta Escolar de Miami-Dade, Dorothy Bendross-Mindingall. Ella junto a otros activistas comunitarios -incluido el reverendo Sterling- ofrecieron una conferencia de prensa más parecida a una súplica que a una conferencia informativa.

“Se olvidan de que lo que sube siempre caerá después”, dice Robin Starks, jefa de la Policía de Miami Gardens, una de las zonas que históricamente han registrado accidentes fatales por balas perdidas en el cielo.

La gravedad de la insensatez ha llegado a tales niveles, que en zonas como Miami Gardens u Overtown muchos padres prohíben a sus hijos salir a campo descubierto mientras estallan los fuegos artificiales: entre esas estridencias siempre se escuchan las de proyectiles mortales lanzados al cielo. Es aberrante.

Según el Departamento de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF) las balas que se disparan al aire pueden ascender hasta dos millas para luego descender a un ratio de entre 300 y 700 pies por segundo, velocidad más que suficiente para matar a alguien. Lo peor, es que no se sabe dónde van a caer.

No creo que exista una celebración más admirable para las comunidades emigrantes en Estados Unidos que la del 4 de Julio: se festeja la independencia de una nación que luego de ser libre nos ha dado libertad a demasiados de nosotros. Sin embargo, también los honores implican dosis exactas de responsabilidad: en el momento en que levantas tu arma al cielo atentas contra la esencia misma de la libertad, que es la vida. No tiene sentido alguno.

Que sean solo las banderas y los cohetes multicolores los que asciendan en medio de la noche. Las armas hace demasiado tiempo que se usaron para que llegáramos al 4 de Julio con Independencia y sin tiros. Recuérdalo.

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Ernesto Morales

Periodista de CiberCuba


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