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Legislando más pobreza para Cuba

La burocracia debe andar asando puercos y bebiendo cerveza porque la novedad gubernamental implica más controles, es decir, más brecha para extorsionar a los que intentan vivir mejor y crear algo de riqueza en ese desierto maloliente y grosero que es buena parte de Cuba.

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Este artículo es de hace 5 años

El tardocastrismo sigue preso de los miedos que padece, evidenciados en el “reordenamiento” del sector privado, al que condena a ser generador de autoempleo, a simular y premia con un espaldarazo a la asfixiante burocracia estatal, que lleva años esquilmando a sus paisanos en nombre del socialismo, pero funciona como una mafia de barrio que vende protección.

La obligación de cualquier estado es promover un marco de seguridad jurídica y estabilidad a los creadores de riqueza y bienestar, sobre todo, cuando es el único estado en 60 años que, al menos, ya debía tener definido un marco jurídico claro y no estar readecuando la normativa cíclicamente.

Tiempo de sobra ha tenido el Buró Político del Partido Comunista para definir un modelo, pero los miedos políticos y la esperanza de encontrar otro Chávez bloquea la racionalidad.

Tal es la perversión alcanzada en estos años, que hace unos días el número dos del gobierno, Salvador Valdés Mesa, tuvo que matizar sus palabras acerca de la reinversión de los beneficios empresariales en programas sociales. Valdés Mesa había dicho que no todos los recursos que se generen pueden invertirse en la deuda social, y cuando se percató, enjuagó su planteamiento.

Si un Vicepresidente primero teme a sus propias y racionales palabras, qué podemos esperar de funcionarios, empresarios que viven al filo de la navaja y la sufrida población. Simulación y desencanto.

¿Qué necesita Cuba, qué demanda la mayoría de los cubanos?

Democracia y prosperidad y los únicos que trabajan con esos objetivos son los pequeños y medianos empresarios privados, incluso, los que actúan como testaferros de extranjeros y exiliados.

El tardocastrismo, aún con el embullo Obama, fue incapaz de generar un volumen de inversión que saque a Cuba de la prehistoria en la que está sometida por razones de miedo político de la cúpula a compartir y acabar perdiendo el poder; y en este empeño está apoyado por la nueva casta cubana de funcionarios y empleados que usan los resortes del estado totalitario para enriquecerse y amargar la vida de la gente.

La burocracia estatal sabe que la libertad y la prosperidad les arrebataría los privilegios que han ido acumulando y monetarizando desde los años 90

La burocracia estatal sabe que la libertad y la prosperidad les arrebataría los privilegios que han ido acumulando y monetarizando desde los años 90, cuando Moscú acabó con el pan de piquitos.

Descartada la inversión extranjera en cifras significativas. El dinero es lo más cobarde que hay; los pequeños y medianos empresarios son la única alternativa viable en una economía de timbiriches miedosos diseñada por el tardocastrismo, que insiste en suplantar la realidad con entusiasmo y represión, generando más pobreza de la que ya existe.

¿Qué sentido tiene gravar con un 5% de base impositiva, por igual, al empresario que crea 2 ó 20 puestos de trabajo? Lo razonable sería establecer –durante el período de reversión de la pobreza- una pirámide invertida fiscal que gradúe la recaudación en función de la ganancia neta, que no debe seguir siendo confundida con la recaudación bruta del timbiriche.

¿Qué sentido tiene gravar con un 5% de base impositiva, por igual, al empresario que crea 2 ó 20 puestos de trabajo?

Una vez que Cuba superase la pobreza que la asola y amarga a sus ciudadanos, podría establecerse un tipo único para pequeñas, medianas y grandes empresas. Con esa recaudación, podrían sostenerse los servicios médicos, educativos y sociales; pero antes, el Estado tiene que desprenderse de la asfixiante plantilla de su elefantiásica estructura, que solo sirve para amargar la vida de la gente.

Y aquí yace uno de los viejos pánicos del castrismo y su epílogo, asumir el coste político que implica privatizar lo que sea posible y despedir a millones de trabajadores. Será una cura de caballo, pero mientras más se aplace, peor será la cirugía.

Una duda que corre en los mentideros cubanos es si Díaz-Canel está aguardando al nuevo Consejo de Ministros, que intentará hacer a su imagen y semejanza o si la posposición obedece a un pacto con Raúl Castro de no acometer reformas estructurales hasta después de su muerte o su salida de la dirección del Partido Comunista.

Tampoco se trata de privatizar todo, poniendo el limpiaparabrisas al otro extremo del cristal, como suele ocurrir en la historia de Cuba y sus bandazos que tanto develaban a Máximo Gómez; pero Cuba no tiene dinero no fórmula para sostener un sector público desproporcionado y parasitario.

Y esta remodelación incluye la adecuación de ejército y cuerpos de Seguridad a la dimensión real de un país pequeño y pobre y a establecer por ley la prohibición de que militares anden metidos en operaciones empresariales y comerciales como ocurre con GAESA, y que ya ha traído más de un dolor de cabeza.

Los militares están para defender la integridad territorial, la soberanía y la seguridad, pero no se puede repetir el error de convertir a los policías en ladrones, como ya hizo Fidel Castro con una unidad del Ministerio del Interior y todos sabemos lo caro que costó aquel invento a Cuba.

Otra prueba de la intromisión política grosera del Estado totalitario en los timbiriches es que pretende sindicalizarlos a través de la única entidad sindical legal en Cuba, la CTC, que funciona como un sindicato amarillo y vertical. Hace unos días, el encargado general de la central sindical anduvo por China cogiendo experiencia.

Otra prueba de la intromisión política grosera del Estado totalitario en los timbiriches es que pretende sindicalizarlos a través de la única entidad sindical legal en Cuba, la CTC, que funciona como un sindicato amarillo y vertical

En el futuro, alguien lúcido tendrá que contar la cuidadosa destrucción del poderoso movimiento obrero cubano que acometió el castrismo en nombre del comunismo y su sarta de letanías. Jesús Menéndez logró imponer a los norteamericanos el diferencial azucarero. José María Pérez consiguió el 6x8 (trabajaban seis horas y cobraban ocho) para los guagüeros y demás trabajadores del transporte). Menéndez y Pérez eran comunistas en la tan vilipendiada república.

Los problemas de Cuba, que son serios y cada día se agravan, no se resolverán con el dinero de un italiano enamorado que mueve parte de sus ahorros o créditos estatales a la exportación para montar un timbiriche y sentirse parte de la guara, sino poniendo el capital humano que formó la revolución al servicio del país, de su libertad y de su prosperidad.

Mientras, ya puede el tardocastrismo readecuar hasta los baños públicos y pretender decirle a los taxistas cuáles son los caminos, y a los artistas callejeros y de bares que viten pitar en Octavas; y que todito el dinero pase por el banco, una tarjeta magnética y saldo que cubra los pagos a 90 días; como si todos esos jodedores no supieran dónde están las veredas y atajos que le han permitido sobrevivir en la lucha por la supervivencia.

La burocracia debe andar asando puercos y bebiendo cerveza porque la novedad gubernamental implica más controles, es decir, más brecha para extorsionar a los que intentan vivir mejor y crear algo de riqueza en ese desierto maloliente y grosero que es buena parte de Cuba.

La riqueza con justicia social no duele, lo que resulta insoportable es apostar por la pobreza camuflada como dignidad y como muchos curas, confundir la caridad con la solidaridad.

La riqueza con justicia social no duele, lo que resulta insoportable es apostar por la pobreza camuflada como dignidad y como muchos curas, confundir la caridad con la solidaridad

La prensa pagada por el tardocastrismo ha hecho un notable despliegue intentando explicarnos las bondades del penúltimo invento; lástima que la realidad se empeñe en aguar la fiesta, importando guayaberas de Yucatán y buscan aviones fiables en Viet Nam.

Pero no hay que desanimarse; todavía quedan restos de humedad. Un grupo de espirituanos, que llamó comandante a Díaz-Canel, no preguntó al mandatario cómo los van a ayudar a superar los daños de las últimas inundaciones, sino que lo rodearon para expresarle su “confianza invariable en el rumbo de la revolución”.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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