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Modo “quimbombó”: una forma de vivir en Cuba

Al joven escapista de la realidad, que son la mayoría y para nada son esos pequeños robots que salen en la televisión cuando se realiza un pleno de la FEU, tampoco se le puede caer a palos, como se dice vulgarmente, pues sus padres tienen en sus venas el desencanto de haber visto etapas buenas, de gloria, y al ocaso de sus vidas no ven satisfechas sus necesidades y sueños elementales.

Calle Neptuno © CiberCuba
Calle Neptuno Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 5 años

Es una noche cualquiera, también en cualquiera barrio de Cuba. Una reunión del CDR. Frente a un grupito de personas habla una señora mayor. Solo una persona tiene menos de 25 años, los demás sobrepasan las cinco décadas, aunque no son tantos los que participan, casi parece una representación de la calle, de los hogares, no como aquellos mítines que se hacían en los 80.

La presidenta hablaba como mismo se finge un orgasmo: para salir de eso. Y como en cualquier otra reunión del CDR solo dos o tres mayores prestaban atención. Ellos son la excepción. Pero a la mayoría le importaba un bledo lo que pasaba. Solo miraban a la gente pasar y rogando que el tiempo pasara de prisa.

Lo mismo en una reunión del sindicato también en cualquier centro de trabajo de Cuba. “Hacer más con menos, hay que estar comprometidos, debemos entregarnos a la tarea, este es el año del 60 del triunfo de la revolución y 65 del asalto al Moncada” y otras de esas sandeces que se dicen como si fuera un rompecabezas, que cada 8 o 9 palabras, hay que colocar una de esas frases prefabricadas.

Los suertudos, tienen entre sus manos un móvil con suficiente carga para soportar las dos horas de reunión haciendo un tour por los juegos de su teléfono. Quizás se conecten a Zapya un rato y chateen con los amigos jodedores que están igual de aburridos. Quien se sentó delante de la presidencia, maldice el momento en que lo hizo. En cualquier caso, todos aprueban los acuerdos, planes, proyectos, o lo que sea, y miran con malos ojos a quien tenga la osadía levantar la mano para opinar.

Pero salgamos de reuniones de todo tipo. Frente al televisor una madre mira un spot sobre la maternidad responsable y piensa que con 345 pesos poco puede hacer por “ser responsable”, pero no apaga el equipo, detrás viene la novela, el sublime momento de enajenarse mentalmente.

Su esposo llegó del trabajo tarde. Coge el periódico en la mano y con solo leer los titulares y el periodista que escribe cada artículo sabe que será más de lo mismo. No vale la pena dedicar más que unos pocos segundos. Entonces viene la decisión, ¿lo deja donde lo cogió o lo lleva directo para el baño? El hijo de ambos comenta que lo más sobresaliente es que pasaron una hoja hoy en su aula donde todo el que quería ser militante de la UJC debía escribir su nombre. Él ni se inmutó, pero le dio gracia: “están desesperados, le sirve cualquiera”.

Jocosamente hay quien le dice “modo quimbombó”, aludiendo a los modos en que se puede poner el móvil en dependencia de las situaciones (avión, vibrador, no molestar, etc.) a ese estado donde te importa bien poco lo que suceda alrededor, porque a uno se le va la vida “cogiendo” lucha con las chapucerías, en el más amplio sentido de la palabra, que a diario se dan en Cuba.

Si peligroso y alterativo resulta que una persona de 50 años en Cuba muestre total indiferencia por lo que suceda a su alrededor, peor es que un joven de 25 años prefiera ver un Caso Cerrado que escuchar el último discurso de Díaz-Canel, donde se deja entrever explícitamente el puño de hierro con que gobernará el país.

No obstante, al joven escapista de la realidad, que son la mayoría y para nada son esos pequeños robots que salen en la televisión cuando se realiza un pleno de la FEU, tampoco se le puede caer a palos, como se dice vulgarmente, pues sus padres tienen en sus venas el desencanto de haber visto etapas buenas, de gloria, y al ocaso de sus vidas no ven satisfechas sus necesidades y sueños elementales.

Y bajo ese halo familiar, más el del profesional que a duras penas sobrevive con su salario, el del médico que es altruista solo cuando está fuera de Cuba, o el de los jineteros que antes lacra hoy son héroes del barrio, crecen muchas de las actuales generaciones.

Habría que sumar también el ambiente de dirigentes que hablan y uno solo escucha bla bla bla…, el de “Cuba dice” y no hace, y otros muchos más, es imposible no estar ajeno a las cosas importantes. El que no siente no padece. Esa es la verdad y es la esencia de esta forma de vida.

Entonces, ¿cómo no tener una juventud apática, escéptica, o en “modo quimbombó”?

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