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Opositora cubana describe las terribles condiciones de la cárcel donde estuvo presa en Las Tunas

Yolanda Carmenate, de 62 años, pasó presa 14 meses, de ellos, siete en total aislamiento.

Yolanda Carmenate © Felix Llerena Cuba/ Twitter
Yolanda Carmenate Foto © Felix Llerena Cuba/ Twitter

Este artículo es de hace 4 años

Una exprisionera política cubana que salió en libertad el pasado 29 de abril ha descrito a Radio Televisión Martí su experiencia en el correccional Veguita, en la provincia Las Tunas.

Yolanda Carmenate, de 62 años, fue condenada por supuestos delitos de desacato e instigación para delinquir. Pasó presa 14 meses, de ellos, siete en total aislamiento.

“Estuve en una de las celdas de castigo, que están aisladas del resto la población penal. Tienen como cama y asiento una losa de cemento, y el baño cuenta con una taza turca, situación que me provocó daños intestinales debido a las características de la taza, mi edad y mis enfermedades crónicas óseas”, relató.

Carmenate, activista de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), fue condenada a prisión domiciliaria por una protesta frente a la sede del Partido, pero en marzo de 2018 puso carteles en su casa exigiendo la libertad de los presos políticos y su sentencia se extendió a un año más en una cárcel para mujeres.

Allí fue maltratada de diversas maneras. No le dejaban entrar sus espejuelos ni los alimentos que le llevaba su familia, de la que la incomunicaron totalmente.

“Quien dirige allí, la arrogante, prepotente, es Bárbara Labañino Gámez, maltrata a las personas. Muchas de las que estábamos allí en celda de castigo teníamos que acudir a la autoagresión para tratar de hacer valer sus derechos. Con una cuchilla se picaban las venas y una se tragó una aguja, y así sucesivamente”, reveló.

“Sí hubo amenazas de muerte de la militar Lizandra contra mí. Estábamos en la celda y venía con la bandeja (de alimentos) sin tapar; le exigí que la tapara, se molestó y me dijo que me podía matar, que me iba a matar. Entonces le dije: ‘Bueno, estoy aquí, haz lo que tú quieras, ustedes son los represores y ustedes hacen lo que les da la gana”, añadió.

En el penal no tenía acceso a agua corriente, salvo cuando una oficial le traía algún pomo.

“Yo pedía agua para tomar y cuando a ellas les parecía traían agua, una vez al día…”, dijo.

En relación con la comida, dijo que le podían poner “arroz blanco, un potaje, un huevo negro de hervirlo tanto, sin vianda y sin ensalada. Y todo eso sin grasa y sin ningún condimento. El desayuno: agua de chocolate o una tisana para los que padecemos de hipertensión y un pedacito de pan”.

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