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El ordinario viaje del cine cubano de lo sublime a lo ridículo*

"Cuántos proyectos detenidos, cuánto tiempo perdido, cuántas reuniones realizadas, cuántas vidas sesgadas, cuántos sueños interrumpidos", cuestiona Juan Carlos Cremata sobre el decreto ley sobre la producción audiovisual “independiente” en Cuba.

Paula en NADA © Cortesía del autor
Paula en NADA Foto © Cortesía del autor

Este artículo es de hace 4 años

*Trayectoria aplicable al curso y la “envolvencia” de esta misma crónica.

Enseñó me una - muy cascarrabias; empero simpática, mimosa, diligente y particularmente sabia - profesora de Redacción y Composición, en la Universidad de la Habana, a desconfiar, polemizar y dudar - encontrando y/o reafirmando, el criterio propio - en todo aquello que alcanzáramos a leer.

Lo cual, desde entonces, se me hizo, paulatinamente, extensivo, al desmesurado torrente audiovisual - hoy, por demás, todo un pantagruélico, firmamento sonoro-virtual - que, segundo a segundo - querámoslo o no - nos invade, desborda, seduce, viola, guía, controla, dicta, informa, contamina, entretiene, subyuga, y, en conclusión - su subliminal, o declarada, tiranía - nos domina.

Tienen que pensar, constantemente, que, detrás de cada texto - fotografía, noticia, video, página web, o todo tipo de soporte digital, agrego yo con los años - hay una cabeza pensante, que lo concibe, compone y ordena - nos advertía, la memorable maestra - Que quiere algo del leyente. Ya sea, adoración o rechazo. Por lo cual, es tarea, de todo lector sensible, inteligente, perspicaz, culto y sensato, el enfrentarse, a cada lectura, para cuestionarla, o, en cambio, crecer acorazado, entre sus ideas, al dejarse convencer por ellas. Que es, también, una opción válida, plausible y disfrutable. Pero, sobre todo - y mucho más - cuando se hace, de manera consciente. Pues, uno se ilustra, nutre, entretiene y eleva, el doble, con ello.

A partir de ahí, de manera intuitiva, comencé a recelar, hasta de la Caperucita Roja.

Porque, ¿cómo se le ocurre, a una madre, mandar, a su hija, sola, por el bosque, sabiendo que los niños, se entretienen, muy fácil, con las florecitas, las maripositas y cuanta mierdita, se encuentren por el camino?

¡Y mucho más, conociendo, cómo están, de sueltas y sin vacunar, la flora y la fauna, en todo el planeta!

Detrás de cada imagen, hay un fotógrafo, una elección del encuadre, un punto de vista.

Detrás de cada libro, de cada noticia, de cada párrafo, de cada letra, de cada telegrama, de cada mensaje de texto, de cada emoji y otros adminículos más del montón, que como las penas que a mí me matan, que son tantas y se atropellan - hay, invariablemente, una intención.

Una edición de lo que se quiere que veamos; eliminando lo que no interesa, o no se nos quiere mostrar.

Por eso dudo - luego existo - bastante - o de casi todo - entre lo que veo, deletreo, leo o escucho.

Porque, “de buenas intenciones, está empedrado el camino del infierno”.

Y de malsanas manipulaciones, al parecer, encofrado el paraíso.

Así, en estos días, luego de un largo período de once años y después de un congreso más de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC)* - finalmente - aprobaron un decreto ley sobre la producción audiovisual “independiente” en nuestro país.

*Donde se discute lo mismo que en años anteriores, pero sirven un buen almuerzo en el Palacio de las Convenciones - palacio, qué pretencioso, cuando aquello parece una escuela en el campo ampliada - y los delegados - sobre todo los que vienen del interior del país - se alimentan, con hambre vieja de cuatro años antes. Entonces hablan y hablan, en comisiones y se destacan los que toman la palabra, sin resolver, prácticamente, nada.

¡Once años!

Se dice en dos segundos, pero, pónganse a pensar la cantidad de tiempo perdido en el estudio de una ley, decreto, o edicto real, que es, en definitiva, lo que parece.

Cuántos proyectos detenidos, cuánto tiempo perdido, cuántas reuniones realizadas, cuántas vidas sesgadas, cuántos sueños interrumpidos.*

*En Cuba las horas parecen no pasar.

Once años.

Una condena, unos meses mayor, que la máxima sentencia que se le aplica a los amotinados en la cárcel, según el Código Penal.

Once años.

Que ha venido a aparecer, además, muy tarde, demasiado tarde.

Y ni siquiera está completa, pues, le quedan demasiadas cosas pendientes, por implementar, experimentar, o solucionar.

Once años.

¡Once años!

¿Y por qué digo que ha llegado tarde?

Porque ya es absurda su implantación.

Con el auge y la democratización de la tecnología digital, cualquiera es un potencial cineasta desde su teléfono celular.

Jafar Panahi, el director de cine iraní, denostado y apresado por su Gobierno, demostró que se puede hacer una película muy interesante, dentro de tu casa, bajo un régimen de privación de libertad domiciliaria y sin tenerle que pedir permiso a nadie. Creo que con ese filme llegó a Cannes.

Una idea es mucho más importante que los medios y recursos.

Ahora basta con colgar cualquier material en Internet, abrirse un canal de YouTube, postear una página en Facebook, noticiar en Instagram, enviar en WeTransfer, publicar en Vimeo, twitear, etc y por ahí… ¡al infinito y más allá!

Hoy en día, es mucho más importante darse a conocer en las redes sociales, que estrenar una película en cualquiera de los pocos cines que quedan en la Habana, donde hasta los baños - del que escoja usted como el más importante - dan vergüenza.

Ahora cualquiera puede hacer una película, pero, además, cualquiera puede distribuirla.

Once años en los que la vida nos ha pasado por encima.

¡Y hay todavía quien lo celebra!

Como celebraban los esclavos, la mercé de su amo, el Día de Reyes.

Como se olvidaron, por sólo citar un ejemplo, de golpe y porrazo, en una sola jornada, todos los años que a los cubanos nos fue requerido un permiso para salir del país - no solamente para entrar en otro, como es lógico y normal - o la cantidad de tiempo que nos fue negada la entrada a nuestros hoteles, el bendito día en que nos permitieron hacerlo.

Sí, esa es la frase, “nos permitieron hacerlo”.

Así que, ¿celebrar qué?

No les celebro, ni les creo nada.

Y como Miguel Coyula, el joven cineasta independiente cubano, denostado, relegado - aunque reconocido en el MOMA - pienso que se debería hacer mucho más cine y deberían existir muchas menos leyes.

La historia de la cinematografía cubana puede reconstruirse a partir de sus recurrentes censuras, que empezaron con PM, pero se han sucedido, cada vez con más asiduidad, a medida que pasan los años.

Lo que se ha consumado es la burocracia, la norma, el impedimento, el reglamento, la puerta cerrada, el quítate tú pá ponerme yo, el “el pueblo no está preparado para eso”, el favoritismo en el otorgamiento de los recursos - ¿ha sido de manera diferente, en cualquier otro reglón de la economía cubana, hasta ahora? - el papeleo, la mentalidad de Oficoda, el “horario de atención al público es hasta el mediodía, porque no tenemos almuerzo”, el peloteo, la papa caliente.

Eso sí, imagino le darán trabajo a un edificio repleto de oficinas, pero, vacío - hace ya mucho, mucho tiempo - de arte.

El que instauró el reciente término, en la distribución del pescado, al regularizarlo, nombrándolo LIBERADO CONTROLADO, se la comió, la verdad, dio en el clavo, pegó el home run - o jonrón, para la calle cubana - con el hallazgo y su imposición.

Ha encontrado la expresión exacta, de lo que propone - y ha propuesto históricamente - el Estado cubano desde ese neo nacional socialismo caribeño, subdesarrollado, reaccionario y anómalo al que se aferran.

Lo que han hecho siempre.

Libertad controlada.

Es lo mismo en el infame decreto 349*, como en la Constitución de marras, que ni es para todos, ni para el bien de nadie.

*Aplicable desde al Ministro de Cultura, a dedo designado, hasta al recién rampante “elegido” - ¿por una nimiedad? - presidente de la UNEAC: Luis Morlote.

Acorde a sus propuestas y ejecuciones, el ciudadano cubano es libre de hacer todoooooooo… lo que le cuadre al Gobierno.

¡Menuda independencia!

Por lo bajito.

Me saco una chancleta y hago, con ella, aspavientos con la mano, refunfuñando.

¿Y además quieres que te aplauda?

¿Qué grite que vivas tú, mientras yo me jodo la existencia?

No, que va, revolución, mija, desmaya esa talla.

¡Alto al paso, que hay precipicio!

¡No me cojas pá eso!

De entrada, tú no eres revolución, ni la cabeza de unapin.

Así que no me vengas con cuentos de caminos.

Una cosa es que alguna vez te haya creído, porque me tupiste desde niño y otra que te siga creyendo.

¡Ni una coma!

Esta vez no tengo duda alguna con todo ese texto proclamado por el bando imperial. *

*Ni con los resultados de tanto asambleísmo cíclico, barato e improductivo, ni con la absurda y arbitraria designación de Luis Morlote, otro cuadro que nada pinta, no canta, ni come frutas. ¡Y lo peor es que ni dejará hacerlo a los demás!

Es más de lo mismo.

Y si no, vivir para ver.

Si hasta ahora, han demostrado reticencias a cualquier cambio, acorazados tras lo más antidialéctico del pensamiento al afirmar que son “continuidad” *, no me creo, para nada, propuesta alguna que venga de esa parte.

*O sea, prolongación de la misma mierda, encadenamiento a lo acostumbrado, velorio perenne, pues viven apegados a todo lo relacionado con la muerte.

Así, me viene a la mente, la escena de NADA en que el personaje de Cuca - escrito, especialmente, para la magistral Paula Alí - aparece en cámara, con el cielo de fondo, gritando:

- Cristooooooo, Cristooooooo.

Y se asoma, en un balcón, destartalado, un prieto viejo, descomunal, al que ella le espeta, desde abajo, en el siguiente cuadro:

- Ven acá, chico, ¿hasta cuándo?

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Juan Carlos Cremata Malberti

Director de cine y guionista cubano. Se graduó en 1986 de Teatrología y Dramaturgia, en el Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana, posteriormente cursó estudios en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños graduándose en 1990.


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