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Nubes de polvo del Sahara impiden formación de ciclones en el Atlántico

El polvo crea un ambiente muy hostil para el surgimiento de ciclones tropicales, pues aportan aire muy caliente y seco con valores mínimos de humedad relativa.

Mapa donde se ven las nubes de polvo sobre el Atlántico y el mar Caribe © Granma/ cortesía de Eugenio Mojena López
Mapa donde se ven las nubes de polvo sobre el Atlántico y el mar Caribe Foto © Granma/ cortesía de Eugenio Mojena López

Este artículo es de hace 4 años

La presencia en el océano Atlántico de nubes de polvo provenientes del Sahara son la causa de la tranquilidad ciclónica que se ha registrado durante la primera quincena de agosto, periodo en el que no se formó ninguna depresión tropical.

Eugenio Mojena López, asesor del Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología, explicó a Granma que dichas nubes crean un ambiente muy hostil para el surgimiento de ciclones tropicales, debido a que aportan aire muy caliente y seco con valores mínimos de humedad relativa.

Además, incrementan la cizalladura vertical del viento en las altas capas de la atmósfera, lo que imposibilita a cualquier sistema meteorológico concentrar la energía necesaria para formarse y fortalecerse.

Según el especialista, durante julio y en la primera quincena de agosto llegó bastante cantidad de polvo del Sahara a la zona de máxima actividad ciclónica en el Atlántico tropical, situada entre los 10 y 20 grados de latitud norte, y los 20 y 60 grados de longitud oeste.

No obstante, este fenómeno debe comenzar a disminuir paulatinamente, por lo que la denominada “calma ciclónica” puede terminar.

Este año solo se han formado dos organismos con nombre: en mayo, la tormenta subtropical Andrea, y en julio, la tormenta tropical Barry, que llegó a alcanzar la categoría de huracán.

Sin embargo, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) previó un aumento del número de tormentas para 2019, debido a la disipación del fenómeno atmosférico de El Niño.

Las partículas de polvo del Sahara que llegan cada año al Caribe en forma de nubes tienen un nocivo impacto en la salud de las personas, los animales y diferentes ecosistemas.

Contienen hierro, sílice y otros minerales, además de contaminantes orgánicos persistentes, hongos, bacterias, virus y diversos ácaros patógenos.

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