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Cuba reacciona con su acostumbrada matrería política ante Donald Trump

El gobierno cubano sabe que la coyuntura real es la anemia crónica de sus arcas.

Miguel Díaz-Canel le habla al pueblo © Trabajadores
Miguel Díaz-Canel le habla al pueblo Foto © Trabajadores

Este artículo es de hace 4 años

Cuba está reaccionando con su acostumbrada matrería política ante la ofensiva desatada por el presidente norteamericano, Donald Trump que –tras el desencuentro bilateral por Venezuela- ha elegido la hostilidad creciente, aunque preservando áreas estratégicas de colaboración militar, inmigración y narcotráfico y las exportaciones agrícolas a la isla.

El gobierno cubano sabe que la coyuntura real es la anemia crónica de sus arcas, la ausencia de un socio externo estable con petróleo “asequible”, los cambios en el tablero geopolítico mundial y latinoamericano y el reclamo discreto, pero constante de la Unión Europea y otros aliados circunstanciales de respetar los derechos humanos y avanzar claramente hacia el reconocimiento de la pluralidad política.

La Habana ha esperado a la coincidencia de la Feria de La Habana y la votación en Naciones Unidas de la anual petición cubana de abolición del embargo norteamericano, para soltar por boca del vicepresidente del gobierno, Ricardo Cabrisas Ruiz, de que acaban de pagar –con retraso- uno de los vencimientos de la deuda con el Club de París y anunciar nuevas medidas para el trabajo por cuenta propia.

El tardocastrismo, a diferencia de Fidel Castro, ha intentado mantener una regularidad en el pago de sus deudas con prestamistas extranjeros porque sabe el efecto devastador que tendría en el ámbito interno una reedición de la crisis económica de 1990, aliviada por Hugo Chávez, pero que sigue golpeando a los cubanos porque el Partido Comunista tiene miedo de que los cubanos sean prósperos y vivan al margen de su baba sin quimbombó.

Ambos anuncios, que deberán ser evaluados a corto, medio y largo plazo; junto con la dolarización de la economía en forma de shopping, pretenden dibujar un espacio ficcional en el que Cuba aparezca como una sociedad dinámica y que incluso reconoce la discrepancia política, como avanzó el presidente Díaz-Canel en su reciente visita a Irlanda, admitiendo que no todos los cubanos son castristas y mintiendo al asegurar que nadie sufre represalias por pensar diferente.

En paralelo, el Palacio de la Revolución ha desatado una ola represiva de otoño que ha encarcelado a Roberto Quiñones Haces, a José Daniel Ferrer y varios de sus compañeros de UNPACU, dejó morir a Armando Sosa Fortuny en la cárcel, pese a su avanzada edad y mala salud y propició la salida a México de los padres de la niña Paloma Domínguez Caballero, muerta tras ser vacunada en un policlínico habanero; sin que –hasta el momento- se hayan esclarecido las causas.

José Daniel Ferrer podría ser la habitual moneda de cambio de La Habana con Europa, liberándolo sin previo aviso antes de la llegada de los Reyes de España a Cuba, que acumula larga experiencia en la exportación regular y canje de presos políticos a cambio de concesiones políticas y económicas.

El Partido Comunista no teme a los opositores como proyectos políticos contrarios, sino a que una protesta de una organización opositora prenda en un barrio y tenga efecto contagio en una ciudad; de ahí las detenciones continuas e intermitentes de opositores y la vigilancia y hostilidad permanente contra las Damas de Blanco. La Primavera Árabe y el asesinato de Muamar el Gadaffi traumatizaron a Raúl Castro.

Díaz-Canel aprovechó la Feria de La Habana para ofrecer una recepción a jefes de delegaciones empresariales visitantes a los que agradeció su capacidad de riesgo empresarial frente al embargo norteamericano. Discurso hueco porque la feria lleva años siendo un escaparate de buenas intenciones y paseos de cubanos con jabitas multicolores, pero magros negocios para las urgencias y falencias económicas de Cuba.

Una vez se cierren las puertas del evento, La Habana empobrecida celebre su 500 cumpleaños y Granma desate jolgorio por el 61 aniversario de la revolución; el tardocastrismo aguardará la reelección de Donald Trump en 2020, para intentar un diálogo que refuerce la cooperación en áreas estratégicas para ambos países e intentar encontrar espacios de concordia, que serán mayores o menores en relación directa con la resistencia de Nicolás Maduro.

Donald Trump negocia con China y Corea del Norte, por tanto, la aparente excepcionalidad de Cuba carece de sentido, cuando La Habana no solo sigue respetando el marco estratégico bilateral, sino que se traga los deportados sin rechistar; cuando en otras épocas ya estarían montadas tribunas abiertas y aspavientos varios y – desde 2001 y hasta el verano pasado- había comprado más de 5 mil millones de dólares en productos agropecuarios a empresas norteamericanas.

Mientras Donald Trump y Raúl Castro juegan al ping pong geopolítico sobre el Estrecho de la Florida y la suerte de millones de cubanos; sigue faltando algo esencial en el ajedrez político: Un liderazgo fuerte y sensato en la oposición interna y en la emigración, que sigue desperdiciando su poder económico –vital para el mantenimiento del tardocastrismo- con su despolitización oportunista y su silencio de paganini cobarde para que sus hermanos sigan sobremuriendo en la isla.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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