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Cuba-Estados Unidos: El juego de la ambivalencia política

Delicados equilibrios en las relaciones con Washington

Bruno Rodríguez Parrilla, canciller cubano © Entérate24
Bruno Rodríguez Parrilla, canciller cubano Foto © Entérate24

Este artículo es de hace 4 años

Cuba y Estados Unidos están haciendo encaje de bolillos para intentar evitar una ruptura diplomática, que afectaría a ambos, aunque La Habana se llevaría la peor parte porque retrocedería a un estatus de Guerra Fría en medio de la puja entre tecnócratas verde oliva y burócratas comunistas por controlar la transición que comenzará con la jubilación de Raúl Castro en 2021, pero antes hay que reorganizar la economía, creando zonas de prosperidad e intentar aflojar el cerco de Donald Trump.

La Casa Blanca pidió al Palacio de la Revolución que se desmarcara de Nicolás Maduro y La Habana, vía Canadá, contestó que echaría el resto con el presidente venezolano; desde entonces, las relaciones bilaterales han empeorado, pero Washington pondera los esfuerzos cubanos en materia de lucha contra el narcotráfico y trata de personas y sabe, que llegado el momento, Cuba desempeñará un papel moderado en una salida negociada en Venezuela.

El pasado viernes, el Ministerio de Relaciones Exteriores cubano convocó a Mara Tekach, Encargada de Negocios de la embajada norteamericana para transmitirle una queja por supuestas violaciones de los derechos humanos en Estados Unidos y, de paso, marcarle la tarjeta a quien se ha reunido con opositores y fue filmada por la seguridad cubana visitando la casa de José Daniel Ferrer.

Hace unos días, Carlos Fernández de Cossío Dominguez, director general de Estados Unidos en la cancillería cubana, dijo que Cuba está preparada para una ruptura de relaciones diplomáticas con Washington, pero inmediatamente aclaró que su gobierno no la desea.

Ambos hechos contrastan con discursos más contundentes, como el del presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez que, en la clausura de la reciente sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, recuperó el lenguaje de barricada pre Obama de los dirigentes castristas.

Hasta ahora, Washington y La Habana, han cuidado los acuerdos bilaterales en materia de emigración, incluidas las deportaciones casi automáticas de cubanos que llegan a Estados por diferentes vías; cooperación militar en torno a la Base Naval de Guantánamo, lucha contra el narcotráfico, y la Enmienda agrícola, que ha posibilitado que Cuba compre a agricultores norteamericanos unos 215 millones de dólares anuales desde el año 2000 hasta el pasado ejercicio, cuando Donald Trump frenó el ritmo.

El gobierno cubano es experto en manipular cualquier acción de la Casa Blanca en su favor; pero el nuevo escenario dificulta su labor porque a los que intenta manipular ya tienen acceso a redes sociales donde el discurso oficial es marginal, y muchos cubanos viajan al extranjero y han descubierto cómo se vive realmente en otros países, incluido Estados Unidos.

Las remesas y recargas familiares son otro argumento que desmienten la bravuconería de algunos altos cargos tardocastristas, ahora atrapados además, en la ambivalencia de caer en la tentación de culpar al embargo norteamericano de la crisis económica, cuando necesitan más que nunca mantener una relación tranquila con Washington para trabajar en los preparativos de la transición económica, que desembocará luego en política.

El embargo es viejo, la actual crisis económica fue provocada por el modelo de dependencia de Venezuela y el miedo de Raúl Castro a afrontar las reformas estructurales que Cuba demanda con urgencia. Barack Obama se lo facilitó, pero el General de Ejército recuperó su viejo discurso del Carril Dos y congeló cualquier avance en la liberación de las fuerzas productivas e intensificó el acoso oficial a los pequeños empresarios privados.

El tardocastrismo debe usar en favor de todos los cubanos su vecindad con el mercado más dinámico y la democracia más antiguos del mundo y dejar de seguir con el discurso anticuado que arrastró a Cuba a apoyar cuanta causa perdida surgía en el planeta, generándole prestigio multilateral y pocas nueces para elevar el nivel de vida de los cubanos.

Hace bien la cancillería en intentar mantener el guirigay con Estados Unidos en cauces diplomáticos porque Cuba ya no interesa a nadie, ni siquiera como mercado, como demostró su reciente omisión en la lista norteamericana de países violadores de los derechos humanos.

Martí avisó que lo real en política es lo que no se ve y la actual coyuntura cubana está sabrosa para que los cubanos asumamos de una vez que los problemas de Cuba debemos intentar resolverlos -entre nosotros- dialogando con contenidos reales y alejándonos de esa fórmula zonzo bélica de yo puedo más que tú y necesitada de un enemigo externo, cuanto más grande mejor, a quien culpar de nuestras incapacidades y limitaciones.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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