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Murió Héctor Gallo, el espía cubano que avisó de la invasión por Bahía de Cochinos

"Mayo" sustituyó a Fabián Escalante en Costa Rica y tuvo suerte.

Héctor Gallo Portieles "Mayo" © Hervé Couton
Héctor Gallo Portieles "Mayo" Foto © Hervé Couton

Este artículo es de hace 3 años

Acaba de morirse en La Habana el hombre de Barbarroja que avisó -un año antes- que la invasión a Cuba iba a producirse por Bahía de Cochinos, pero quizás las crónicas de ocasión pinten a Héctor Pascual Gallo Portieles (Campo Florido, 1924 - Alamar, 2020) como el viejito artesano, afable y dicharachero de la zona 10 de Alamar donde, reinventándose una vez más, creó el Jardín de los Afectos.

Militante del Partido Socialista Popular (PSP), Gallo salió con su primo Benito desde su natal Campo Florido hacia Guanabo, donde ambos se hicieron barberos; Gallo en la barbería del centro del pueblo, su primo en La Conchita, donde se jubiló.

Fabián Escalante Font, por esa época un joven oficial del servicio secreto cubano, se "quemó" en Costa Rica, donde se desempeñaba como Encargado de Negocios, y Manuel Piñeiro Losada, Barbarroja, viceministro técnico del Ministerio del Interior (que era la Inteligencia en esos años), mandó entonces a su agente "Mayo" a reemplazar al achicharrado "Roberto" en San José.

Gallo Portieles (Mayo) se desempeñaba como Encargado de Negocios cuando, una tarde de 1960, llamó un guatemalteco a la puerta de la embajada y Emilia lo hizo pasar con la educación republicana de esas mujeres cubanas que manejan como pocas la feminidad y la decencia.

Tengo un hijo enfermo y necesito mil dólares para curarlo, yo he desertado de los campamentos de Retalhuleu (Guatemala) y sé por dónde será la invasión a Cuba, dijo el hombre. Gallo, que antes había sido barbero y convenció a los padres de Emilia de que sería el hombre de su vida, reaccionó como un guajiro playero y le dijo: Solo te puedo dar 500 porque mil es el presupuesto del mes y tenemos que comer y sacarme la cartera dactilar.

El hombre se marchó casi sin despedirse y Gallo siguió trabajando en los temas diplomáticos y en los encargos de Piñeiro. Tuvo suerte, el guatemalteco volvió a los dos días y tranzó por 500 dólares norteamericanos de 1960. Bay of Pigs le soltó al diplomático, que tardó unos minutos, como si estuviera reuniendo el dinero. Pagó y se despidieron.

Mayo se aisló en un cuarto y escribió, en clave, un mensaje para su jefe en La Habana, que -hasta que Fidel Castro, ayudado por Carlos Aldana- lo defenestró, en 1989, conservó el mensaje descifrado de Héctor Gallo Pascual en un cuadro que colgaba de las paredes de su despacho.

De San José, Gallo volvió a La Habana y pasó un mes y medio familiarizándose con Bolivia, solo el día antes de volar a La Paz, Piñeiro le comunicó que formaría parte del team de infiltración de un jefe guerrillero y su núcleo de confianza y le pidió matraqueara a Inti Peredo (Primero), y Héctor Gallo Portieles fue Segundo, pero de aquella misión apenas hablaba.

-Gallo, ¿a ti no te sorprendió ese viaje de Tania (la guerrillera), empeñada en llevar a Ciro Bustos y Regis Debray al campamento del Che, dejando el jeep en Camiri con una agenda dentro con toda la estructura de la red urbana en La Paz?

-No lo recuerdo, quizá le pudo el nervio alemán de que todo saliera perfecto, pero no creo que esas fueran las instrucciones de Manila.

-¿Pudo ser racismo o tú crees que fueron instrucciones de la Stasi?

-¿Qué es eso?, preguntó señalando con el dedo a una bandeja que reposaba bajo un expositor de cristal del restaurante madrileño.

-Bacalao rebosado.

-¡Coño, eso es lo que vamos a comer!

Tras su salida abrupta de La Paz, Gallo fue a parar a Madrid, donde estableció unas magníficas relaciones con el Almirante Luis Carrero Blanco, al que la banda terrorista ETA mató haciendo volar su coche por los aires con toneladas de dinamita colocadas bajo la calle por donde circulaba diariamente para ir a misa.

Carrero Blanco, un duro del franquismo que miraba con recelo a los reformistas, era el jefe de los servicios secretos españoles y ayudó a la revolución cubana con el envío de 100 capataces para la industria cubana y promovió el desembarco en la isla del empresario Eduardo Barreiros.

-¿Gallo, tú tenías datos de Inteligencia de que iban a matarlo?

-Cuando muere ya yo no estaba en Madrid, pero lo sentí mucho. Fue un buen amigo de Cuba y yo tuve... te lo voy a contar, pero no lo publiques hasta que yo muera, ¿de acuerdo? Su mujer lo abandonó y se escapó a Lisboa con un maromero de circo; Franco me convocó al Pardo y pidió ayuda. Solicité permiso a La Habana y me dieron luz verde... teníamos que hacerlo, Franco fue siempre solidario con la revolución, bueno, di mejor que un gallego que simpatizaba con hijos de gallego antiimperialista... es muy largo eso, ¿lo entenderán los jóvenes?

Posteriormente, Héctor Gallo Portieles fue promovido a embajador y se jubiló tras acabar su misión en Kampuchea, donde Pol Pot masacró a la población y el se encerró en la embajada para no ver la sangre correr por contenes y calles. Lloró sin consuelo e informó a Cuba de toda aquella locura criminal.

Y asi murió Mayo, que permutó su casa del Vedado para poder darle un apartamento a una de sus hijas y él se fue a vivir a uno de los bajos de un edificio yugoslavo de la zona 10 de Alamar, ese barrio con plus trabajo, que agrede el ornato público y sobrevive de espaldas al mar.

Allí se reinventó creando el personaje de artesano gestor del Jardín de los Afectos, hecho con lo que recogía de la basura y su vivaz imaginación: "Nuestro mejor vino, vino la luz... Nuestro mejor disparo, ¡PAN!..."

La voz popular corrió que un artista de ochenta y pico de años había nacido en Alamar y hasta allí fueron llegando turistas que -admirados- donaron dinero y financiaron pequeñas acciones plásticas de Gallo, feliz entonces por el nuevo espacio creado, que fue extendiendo con la complicidad de los vecinos y convirtió en Parque de los Afectos, hasta que llegó el cabo Cason y mandó a parar.

James Cason, jefe entonces de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, era el blanco favorito de la artillería mediática del castrismo y Gallo lo atendió con la amabilidad con que Emilia hizo entrar en la embajada al guatemalteco que pondría a su marido en la historia de Cuba.

Cason volvió muchas veces y en todas se reían porque Gallo le contó que el colmillo de león que colgaba de una de sus cadenas era del león del zoológico de 26, que se había hecho vegetariano. Mientras hablaban, el viejo espía medía cuánto rabo traía el diplomático norteamericano y, en proporción al número e intensidad del seguimiento, así redactaba luego el informe de visita para el respetuoso oficial de la Contrainteligencia que controlaba los afectos del viejito artesano.

En 2001, la revista Moncada quiso aprovechar la celebración del 40 aniversario de Playa Girón para rendir el debido homenaje a Héctor Pascual Gallo Portieles, el agente Mayo de la Dirección General de Inteligencia de Cuba, y reveló aquel lance operativo de 1960, en San José de Costa Rica.

Unos días más tarde, recibió una grosera llamada del Gallego Fernández: ¡Coño Gallo, tú estás comiendo mierda, recuerda siempre que el golpe principal de Girón lo adivinamos gracias al genio militar del comandante en jefe! y colgó con la displicencia habitual de aquel santiaguero, sectario y tracatán de Fidel y Raúl Castro.

Descansa en paz, Mayo; siento mucho no hayamos podido ir a Miami para que te reencontraras con aquel secreto que guardabas de niño pobre enamorisqueao de una niña rica de Campo Florido que, lógicamente, te dio calabazas; aunque la tarde que la invité a un vino blanco y le hablé de ti, se le aguaron los ojos.

-¿Usted podría llevarle a Hectico un presentico de mi parte?

Te lo llevé y fue la única vez que te vi nervioso. Ya en Rancho Palco, mientras esperábamos que nos sirvieran, abriste el paquete y era un frasco de colonia Yardley, la reproducción en blanco y negro de una foto de ustedes dos que ella no recordaba si había sido en Campo Florido o Guanabo y un disco de Olga Guillot con aquel número que te arrebataba: Voy viviendo ya de tus mentiras...

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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