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Nuevas medidas para el sector privado: ¿Otro cuento de la Buena Pipa?

Con varias décadas de retraso, el gobierno reconoce que los límites a la iniciativa privada y al salario no propician "el desarrollo de la creatividad del cubano".

Un cuentapropista cubano anuncia su restaurante en la Calzada del Cerro © CiberCuba
Un cuentapropista cubano anuncia su restaurante en la Calzada del Cerro Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 3 años

Malas noticias para todos aquellos que acariciaban el sueño de volver a Cuba a trabajar de forrador de botones: la ministra de Trabajo y Seguridad Social acaba de soltar el lastre de la lista de actividades permitidas para el sector privado en la isla y, en maroma dialéctica que requiere un rostro de concreto armado, reconoció públicamente que los límites a la iniciativa privada y al salario no propician "el desarrollo de la creatividad del cubano".

La declaración del fracaso de la teoría oficial del cuentapropismo controlado llegó embarajada dentro de una Mesa Redonda politemática (junto a varios asuntos de Energía y Minas y una posible reforma de la Seguridad Social), por lo cual no ha tenido la publicidad que requiere. Economistas y opinadores se han apresurado a celebrarla, con las debidas cautelas del caso cubano. Analistas como el académico José Raúl Gallego también han recordado que por sugerirla a destiempo en un marco crítico hay "personas que fueron expulsadas de sus universidades, sancionadas, tildadas de neoliberales, mercenarios y demás".

Vuelve aquí el Gobierno a reeditar aquel cuento de la Buena Pipa que ya tuvimos que sufrir los cubanos cuando se decidió legalizar el dólar (mientras no pocas personas purgaban penas de prisión por tenencia ilegal de divisas). El Estado puede rectificar sus políticas (mejor tarde que nunca, dicen algunos) pero detrás de este cínico oportunismo no hay una clara estrategia económica que insufle confianza a cuentapropistas e inversores, sino la sensación de que la reciente crisis los está orillando a tomar medidas que podrán ser re-reformadas cuando el gobierno considere que se han sobrepasado los límites a la iniciativa privada dentro de su feudo particular.

¿Qué mayor ridiculez que una ministra diciendo que lo que los hizo darse cuenta de que los límites al cuentapropismo no funcionaban fue la fabricación de máscaras anti-COVID por parte de unos emprendedores privados?

Esperemos, por supuesto, que semejantes "iluminaciones" continúen y que la precaria, aunque cada vez más indispensable iniciativa privada consiga crecer y desbordar los sectores habituales tradicionalmente vinculados al turismo (hostelería, transporte y arrendamiento de viviendas) para convertirse en fuente de riqueza. Aunque al repasar otros titulares sobre la isla cobra cuerpo una oscura sospecha: si como asegura la ministra, "el límite tiene que ponerlo la eficiencia", ¿por qué el Estado dedica la mayor parte de sus esfuerzos a reprimir a todos aquellos que buscan una ganancia en las grietas desatendidas por los servicios gubernamentales? ¿Por qué avasalla con impuestos leoninos y un sinfín de regulaciones y amenazas a quienes sólo buscan dar un mejor servicio y, al mismo tiempo, prosperar como emprendedores?

El nuevo paquete de medidas gubernamentales llega en un momento crítico, cuando el sector privado cubano, ese medio millón de cuentapropistas capaces de generar un tercio de los puestos de trabajo en el país, se ha visto especialmente golpeado por la pandemia. La reducción del turismo a niveles mínimos y la subsiguiente escasez de clientes en los precarios negocios cubanos han colocado a la iniciativa privada en un escenario previo a la catástrofe. Por otra parte, la cruzada policial contra las "ilegalidades" ha encarecido cualquier acceso a las materias primas, que esperan aún por el mercado mayorista con el que, previsiblemente, será el gobierno quien intenta sacar tajada.

Ojalá, entonces, que entre los tardíos hallazgos de los encargados de manejar la economía cubana y reeditar nuevas versiones del cuento de la Buena Pipa se incluya pronto la implacable verdad que descubrieron los sumerios y que hace poco recordaba el economista Pedro Monreal: la oferta y la demanda siempre consiguen encontrarse en un mercado, da igual si formal o informal. Lo que se aprieta por una parte sale por otra, y el que sale perdiendo es siempre el eslabón más débil de la cadena.

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Ernesto Hernández Busto

Periodista y ensayista cubano. Fundador del sitio Penúltimos Días.


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