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El Banco Central de Cuba (BCC) activó un nuevo esquema de mercado cambiario que, a partir del 18 de diciembre de 2025, introduce una tasa de cambio flotante diaria junto a las dos existentes (1×24 y 1×120).
El régimen presentó la medida como un paso hacia la tan prometida “convergencia cambiaria”, la modernización económica y mayor transparencia. Sin embargo, un análisis técnico y empírico muestra que no se trata de una reforma estructural, sino de un ajuste cosmético con riesgos sistémicos profundos.
En esencia, el gobierno busca captar y centralizar divisas oficiales, desplazar el mercado informal y “ordenar” la economía por medio de un sistema rígido y controlado desde arriba.
El problema es que este tipo de esquema —muy estudiado en la literatura económica— tiende a generar distorsiones profundas, mala asignación de recursos y persistencia de mercados paralelos en una economía donde el precio real de la divisa está definido por el mercado informal.
¿Qué es un régimen de tipos de cambio y por qué importa?
El tipo de cambio es el precio al que una moneda se intercambia por otra, y constituye un elemento central de la política económica de cualquier país: afecta precios internos, competitividad, inflación y comercio exterior.
Su determinación por las fuerzas de oferta y demanda es un principio básico de las finanzas internacionales. Cuando un gobierno interviene de forma segmentada —como propone Cuba— se entra en el terreno de los sistemas de tipos de cambio múltiples, los cuales han sido ampliamente discutidos por el Fondo Monetario Internacional, economistas y organismos multilaterales.
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Los sistemas de tipos de cambio múltiples consisten en diferentes tasas asignadas según el tipo de transacción y el actor económico. En teoría, pueden proteger reservas estratégicas y otorgar preferencias temporales en crisis, pero también distorsionan señales de precios y la asignación eficiente de recursos.
Economía real vs. discursos oficiales: La trampa de los regímenes múltiples
Las autoridades cubanas argumentan que los tres segmentos cambiarios —dos fijos y uno flotante— permitirán “ordenar el mercado” y brindar acceso legal a las divisas. Según el discurso, la tasa flotante sería más competitiva que el informal y acercaría a las familias y negocios a un mercado “oficial” seguro.
Sin embargo, la experiencia teórica y empírica sugiere lo contrario:
1. Distorsión de precios y mala asignación de recursos
Un sistema con múltiples tasas no genera un solo precio de equilibrio, sino precios artificiales que distorsionan la asignación de recursos y desincentivan la producción eficiente.
Por ejemplo, los sectores favorecidos por tasas más ventajosas recibirán recursos que no necesariamente corresponden a su competitividad real. Esta falla ha sido descrita en trabajos clásicos sobre sistemas múltiples donde se señala que “la asignación de recursos ya no se hace de acuerdo con los precios, sino con decisiones políticas que carecen de lógica económica”.
Esto no es un problema abstracto: empresas e individuos tenderán a arbitrar entre tasas oficiales y no oficiales, favoreciendo actividades vinculadas a tasas más favorables o al mercado informal, e introduciendo incentivos perversos para ocultar transacciones y desviarlas.
2. Dificultad para ajustar oficialmente
La literatura del Banco Mundial sobre sistemas múltiples documenta que estos incentivan la persistencia de mercados negros porque, ante una paridad oficial sobrevaluada, los agentes económicos prefieren operar afuera del circuito oficial.
El riesgo es que el tipo de cambio oficial no se ajuste con rapidez a las condiciones económicas reales, perpetuando la brecha con el mercado paralelo.
En el caso cubano, la tasa oficial “flotante” podría terminar siendo administrada por el propio BCC de forma discrecional, sin que refleje efectivamente la oferta y la demanda reales, como ocurre con frecuencia en modelos de mercado parcial o gestionado.
3. Incentivos para corrupción y evasión
La literatura clásica documenta que cuando hay múltiples tasas, las ganancias de arbitraje fomentan comportamientos rentistas y esquemas de evasión fiscal, como esconder ingresos oficiales para venderlos en el mercado paralelo a tasas más altas.
Esto se traduce en riesgos de colusión entre particulares, empresas estatales y controladores políticos, creando canales de corrupción estructural que socavan el propósito de “ordenar” el mercado.
El mercado informal no desaparecerá: ¿Ilusión o estrategia?
La propia propaganda oficial reconoce que el mercado informal no se eliminara de inmediato, lo que en realidad es una admisión de fracaso.
El mercado no oficial —donde el dólar y el euro cotizan libremente según la oferta y demanda real— seguirá funcionando como referencia para toda la economía porque no existe otra medida de valor creíble en Cuba.
El trabajo de investigación sobre mercados paralelos de divisas muestra que cuando existen controles oficiales estrictos, el mercado negro se alimenta de la discrepancia entre la tasa oficial y el valor real que los agentes atribuyen a la moneda extranjera.
Este fenómeno fue documentado en múltiples países en desarrollo donde los tipos múltiples se combinaron con tasas paralelas que reflejaban la depreciación real del mercado informal.
En situaciones como la venezolana, donde las tasas oficiales y paralelas divergieron enormemente, las autoridades han llegado incluso a penalizar transacciones en tipo de cambio no oficiales, reconociendo indirectamente la dominancia de las cotizaciones reales fuera del circuito estatal.
No hay reservas, no hay producción, no hay crecimiento
Más allá de las deficiencias de ingeniería teórica de un sistema de tasas múltiples, el problema fundamental de Cuba es estructural:
- No hay suficientes reservas internacionales.
- La producción exportable se ha contraído drásticamente.
- La capacidad productiva interna es insuficiente para sostener un crecimiento sólido.
- La demanda de divisas privadas supera con creces la oferta oficial.
Sin exportaciones robustas ni confianza en la moneda nacional, un mercado de divisas “oficial” carece de base material.
En ausencia de reservas suficientes, lo único que puede ocurrir es que el sistema estatal ofrezca tasas que la mayoría de la población y empresas no acepten, reforzando el mercado informal.
Conclusión: Un maquillaje para una crisis cada vez más fea
La medida de introducir una tasa flotante junto a dos tasas fijas no constituye una reforma de mercado liberal, ni una política monetaria consistente con finalidades de largo plazo. Más bien es un intento del régimen de:
- Capturar divisas que circulan fuera del control estatal.
- Recolectar MLC dentro de la banca estatal para sostener importaciones estratégicas.
- Ofrecer una ilusión de flexibilidad que no corrige las distorsiones centrales.
La literatura sobre regímenes cambiarios múltiples es clara: estas políticas, más que solucionar los problemas, tienden a perpetuar mercados duales, generar arbitraje, erosionar la confianza en la moneda oficial y complicar la asignación de recursos.
En Cuba, donde la producción, la inversión y las reservas están en mínimos, el resultado probable no será la estabilidad sino un mercado formal cada vez más desvinculado del valor real de la moneda, persistencia del informal, agravamiento de la desigualdad y mayor presión sobre los hogares que dependen de remesas y ahorros en divisas.
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