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Balseros de 1994: Mi experiencia en los campamentos de Guantánamo

En la Base hubo episodios deplorables de acoso sexual, robo (algunos balseros tenían dólares) y agresión física... En el primer año los balseros cometieron unos 200 delitos menores y se reportaron 59 intentos de suicidio. Uno de ellos murió ahorcado.

Guarioné Díaz subiendo al avión que lo trasladaría a la Base Naval de Guantánamo © Universidad de Duke / Cortesía del autor
Guarioné Díaz subiendo al avión que lo trasladaría a la Base Naval de Guantánamo Foto © Universidad de Duke / Cortesía del autor

Este artículo es de hace 3 años

Al día siguiente de mi regreso a Miami, tras un recorrido por Europa Central con mi familia, en septiembre de 1994, recibí una llamada de la Casa Blanca para indagar si yo estaría dispuesto a ser el “Ombudsman” de Estados Unidos en la Base Naval de Guantánamo. Acepté la propuesta y en poco tiempo me encontré viajando en un avión militar, junto a varios funcionarios gubernamentales, definiendo los pormenores de mi misión para lidiar con la realidad de 30.000 balseros alojados en ese enclave estadounidense.

Definí también mi cargo como el de Enlace Civil, pensando que Ombudsman era una palabra ajena a la cultura hispana.

Lo primero que vi al llegar a uno de los 22 campamentos desplegados fue a miles de cubanos pidiendo ayuda a gritos a través de la alambrada que los confinaba. En breve los funcionarios que me acompañaban me pidieron que guiara y sirviera de cicerone a la delegación de una ONG que visitaba la Base para interesarse por la situación de los balseros, definidos por el gobierno como “migrantes”. Así llegamos a una reunión con un grupo de ellos que fungían como líderes voluntarios en distintos campamentos, es decir, carpas levantadas sobre los terrenos de la Base, también conocida por el gobierno como GITMO.

Tan pronto me identifiqué, el representante del grupo me preguntó si los balseros deberían tener esperanzas de trasladarse a Estados Unidos. Como la política oficial del gobierno era que los migrantes permanecerían en la Base indefinidamente, yo no podía darles esperanzas a corto plazo, pero tampoco me iba a convertir en un mensajero de la desesperanza. Así que lo mejor que se me ocurrió decirles fue: “Bueno, lo que sí deben tener es fe en el futuro”. El representante del grupo agradeció mis palabras, de inmediato, y le pidió a todos sus compatriotas que tuvieran fe, ya que todo se iba a solucionar.

La crisis de los balseros y en general la década de 1990-2000 marcó una continuidad del contrapunteo entre Estados Unidos y la emigración cubana. Después de haberse negado a recibirlos, la Casa Blanca admitió la entrada y permanencia de los balseros en Estados Unidos. Como consecuencia, el presidente Clinton decretó la orden de “pies secos/pies mojados” que permitía a los cubanos que pisaran suelo norteamericano a permanecer en el país y a devolver a Cuba, de acuerdo con el gobierno cubano, a los navegantes que fueran interceptados en el Estrecho de la Florida antes de tocar tierra estadounidense. O sea, Cuba animó y facilitó a sus ciudadanos la emigración irregular y después negoció con Estados Unidos para recibir a los cubanos interceptados por los guardacostas en alta mar. Valga decir que estos vaivenes en las políticas de ambos países confundieron notablemente a los cubanos internados en la base naval.

En GITMO hubo momentos insólitos. Una noche, alrededor de las 11 p.m., el coronel encargado de los campamentos me pidió que lo acompañara con su escolta al campamento de hombres solteros, donde cientos de balseros se aglomeraban muy alterados, pidiendo explicaciones sobre un abuso reciente.

El relato de los sucedido esa noche resultó revelador de las peculiaridades del "sentir cubano". Un joven soldado que custodiaba ese campamento privó de comida a uno de los balseros como castigo a una infracción cometida. Tan pronto llegamos al campamento, caminé hasta el centro de la protesta y pregunté quién era el líder o vocero del grupo. Al identificarse, me reclamó que privar a un balsero de comida era un castigo excesivo y que, además, existía una conspiración entre el gobierno de Cuba, el gobierno de Estados Unidos y los abogados cubanoamericanos que viajaron a la Base a conducir una investigación para que los balseros no pudieran llegar a territorio estadounidense.

Por supuesto que para un cubano de Miami, más o menos informado, era inverosímil que estas tres entidades estuvieran involucradas en una conspiración de cualquier índole. Por lo tanto, les expliqué que el supuesto "acuerdo" no existía y las cosas empezaron a calmarse. A la vez, el coronel también le aseguró al vocero de los balseros que este tipo de castigo no volvería a ocurrir. Al final, el grupo se dispersó pacíficamente y todo volvió a la normalidad del confinamiento.

En la Base hubo episodios deplorables de acoso sexual, robo (algunos balseros tenían dólares) y agresión física. Los peores culpables por esos actos fueron devueltos a La Habana en aviones del Servicio de Inmigración y Naturalización de Estados Unidos (INS). Más de 1,700 balseros fueron devueltos o recluidos en el campamento Rayos X por haber cometido delitos en la Base o estar bajo investigación por sus antecedentes penales en Cuba. En el primer año de estancia en los campamentos, los balseros cometieron unos 200 delitos menores y se reportaron 59 intentos de suicidio. Uno de ellos murió ahorcado.

Pero también se produjeron manifestaciones ejemplares de humanismo, como el de los padres de la violinista de 12 años, Lizbet Martínez, la "Niña del Violín", un camionero y una dentista que compartían sus cajitas militares de comida con otros balseros más necesitados. Y hubo momentos emotivos, cuando me dirigí a cientos de cubanos con el fin de compartir la efeméride nacional del 10 de Octubre.

El confinamiento en campamentos no fue nada fácil para los balseros. El verano en la Base se caracteriza por un calor espantoso, complicado con terraplenes polvorientos, una higiene precaria y un entorno más típico del suroeste de Estados Unidos que del verdor, los colores y los olores de la fértil campiña cubana. Pero se crearon paliativos como:

  • Se mejoró la higiene y la atención médica con el arribo del Equipo Médico se Miami (Miami Medical Team).
  • La comida ganó en calidad con el reparto de "cajitas blancas” que contenían arroz, frijoles y carne de puerco, y donativos de leche en polvo.
  • Las condiciones de vida se superaron con donaciones de periódicos y juguetes para niños alojados en los campamentos.
  • La información a los migrantes mejoró con transmisiones radiales desde la Base.
  • Se construyeron boleras artesanales y en un taller improvisado los balseros crearon obras de arte de gran valor testimonial e histórico.
  • Se colocaron mesas con medicamentos de primeros auxilios con la ayuda de balseros médicos y enfermeros.
  • Se erigió una carpa que sirviera como capilla para celebrar servicios religiosos.
  • Se facilitó el acceso a llamadas telefónicas a sus familiares.

Recuerdo como hechos de gran significación las visitas a los campamentos de reconocidas figuras del mundo político y empresarial, y de la vida artística, como Celia Cruz, Emilio y Gloria Estefan, y Willy Chirino, así como de peloteros de Grandes Ligas y del equipo de los Florida Marlins, una franquicia que apenas había hecho su debut un año antes.

Si bien estas mejoras y visitas ayudaron a crear un ambiente más llevadero y fueron recibidas con gran entusiasmo, ningún acontecimiento superó en alegría a la noticia del 2 de mayo de 1995, cuando se conoció que el gobierno de Clinton permitiría el traslado de los migrantes a territorio norteamericano y les conferiría un estatus migratorio legal.

Los trámites oficiales para completar el proceso migratorio comenzaron en breve, y se organizaron clases de inglés y ciudadanía con la ayuda de voluntarios llegados de Miami.

Viajé en el avión que trasladó a Miami al primer grupo de balseros desde GITMO, formado por ancianos, enfermos y niños. Mi misión como Enlace Civil concluyó una vez que la operación de traslado de balseros hacia territorio estadounidense continuó su curso sin dificultades. Meses después regresé a la Base como parte de un grupo de funcionarios públicos de distintas entidades para presenciar una ceremonia ante el Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, lo que concluía oficialmente la misión militar destinada allí por la presencia de los balseros.

Terminaba así la misión identificada como “JTF-160 Operation Sea Signal”. La visita incluyó un recorrido por algunas instalaciones que se construyeron, previendo que se produjera otra crisis migratoria. No podíamos sospechar entonces que la Base sería transformada en una cárcel de máxima seguridad para alojar terroristas de todo el mundo.

En dos ocasiones posteriores he tenido la oportunidad de viajar a GITMO para recorrer las nuevas instalaciones carcelarias y recibir un informe general sobre la situación de los reclusos en el recinto militar. No pude evitar que mi memoria repasara la experiencia vivida con los balseros cubanos y que todo me pareciera demasiado distinto.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Guarioné Díaz

Sociólogo. Enlace Civil designado por Bill Clinton en la Base Naval de Guantánamo durante la crisis de los balseros de 1994. Fundador y presidente emérito del Consejo Nacional Cubanoamericano.


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