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Penúltima carta a los Reyes Magos del Gobierno cubano

Los comunistas cubanos deberían saber que una de las lecciones fundamentales de la economía es que la capacidad de gestión, la gobernanza del estado que la gestiona es clave fundamental para el éxito económico.

Agromercado en La Habana no acepta CUC © CiberCuba
Agromercado en La Habana no acepta CUC Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 3 años

Los indicadores confirman que Cuba está sufriendo de nuevo los efectos de una segunda ola de COVID-19, tras mostrarse las autoridades optimistas sobre la evolución de la pandemia, pero la realidad es que el notable rebrote ha obligado a las autoridades a adoptar medidas de confinamiento, o mantener las ya existentes en determinadas zonas.

Cuba se sitúa así en una posición complicada para superar las graves consecuencias económicas del coronavirus, y lo que en principio no se podía considerar como un ejercicio económico normal, acabará siendo de los peores de la historia. Ya lo veremos.

Detrás de estos resultados, que crean una lógica desesperanza y temor en amplios sectores de la sociedad cubana, no solo está el infortunio o el azar, sino que buena parte de lo ocurrido se debe a la acción de Gobierno, que una vez más destaca, pero negativamente.

En los últimos años, se han visto numerosas situaciones en las que el Gobierno social comunista cubano ha cometido graves errores de gestión que posteriormente trasladan, utilizando la propaganda, al embargo o bloqueo de Estados Unidos, principal justificante de los fracasos del régimen. En esta ocasión, el socorrido pretexto es casi imposible de asumir y la reacción ha tardado, pero al final llegó. Otra cosa es que sea la correcta.

Recientemente, el Gobierno ha presentado una estrategia para reanimar la economía con planes, políticas y medidas que pretenden lograr que Cuba recupere una senda de crecimiento a medio plazo, con los ajustes necesarios en los recursos y factores productivos, dirigidos a mejorar el desempeño económico.

El régimen cubano es experto planteando iniciativas de lo que se debe hacer, pero luego falta la ejecución; esta vez me temo que no hay tiempo para más experimentos y que, o se asegura el curso de la acción, o todo puede acabar muy mal.

El documento, elaborado por el Ministerio de Economía y Planificación, lleva por título “Cuba y su desafío económico y social” y el subtítulo, “Síntesis de la Estrategia Económico-Social para el impulso de la economía y el enfrentamiento a la crisis mundial provocada por la COVID19”.

Situar lo “económico” por delante de lo “social” se puede valorar de forma positiva, porque da a entender que el Gobierno reconoce que sin lo uno no hay lo otro, así que es un buen punto de partida.

La estrategia gubernamental contiene dos apartados que merecen especial interés, el que se refiere al Desarrollo de las cooperativas, las Pymes (micro, pequeña y mediana empresa) y el otro el Trabajo por cuenta propia. Nunca antes, el comunismo cubano había abordado estas cuestiones en sus planes y proyectos económicos, por lo que hay que dar la bienvenida a las mismas y desde luego, visualizar los cambios que se avecinan.

El primero aborda los Principios fundamentales del funcionamiento de “nuestro modelo económico”. Dos consideraciones. La primera, la relativa a “principios fundamentales” suena a arcaico y obsoleto, muy cerca de aquellos principios del movimiento franquista, perdidos y olvidados en la memoria.

Otro término podría ser más adecuado. En segundo, se destaca la redacción en primera personal de plural, que muchos documentos comunistas suelen presentar con sentido de manifiesto más que de documento de políticas públicas.

El punto de partida de los Principios se encuentra en la idea de “reforzar el carácter socialista de nuestro proceso”, lo que en principio es poco racional y debería descalificar el documento y su contenido, reconociendo el fracaso de este sistema económico en Cuba durante los últimos 61 años. En todo caso, en lugar de “reforzar” sería más sensato ir en la dirección contraria y como dice Díaz-Canel, “destrabar” la economía socialista para facilitar un mejor funcionamiento.

De hecho, el primer principio deja claro que se mantiene la planificación centralizada, una actividad que, desde los tiempos ya lejanos de la JUCEPLAN, presenta un récord impresionante de fracasos en las estimaciones y ejecución de las políticas económicas que habría más que justificado su eliminación. Mantener la planificación central, cuando no funciona, es otra majadería comunista, que tiene mucho más de ideología que de técnica económica. Una lástima.

En segundo lugar, aparece como principio otra idea procedente de las reflexiones de Fidel Castro, la defensa de la autarquía económica (la producción nacional por encima de la mentalidad importadora) algo impensable cuando en este siglo XXI los países avanzan justo en la dirección contraria, aprovechando las ventajas de la globalización y los avances tecnológicos de la Cuarta revolución industrial.

Si realmente se quisiera conseguir este objetivo, habría que ir por otro camino, y probablemente, esa cotización del CUP con el dólar de 1 a 1 debería haber sido modificada hace décadas, pero apostar por la autarquía sin más, no es otra cosa que un desiderátum que no va a ningún sitio.

En tercero, sin aclarar demasiado lo que quieren decir, los comunistas hablan de la regulación por métodos indirectos del mercado. Bien está reconocer el mercado, pero esta regulación me temo que tiene poco sentido, y puede arrojar más que nada, incertidumbre a los agentes económicos.

El mercado es capaz de autorregularse y su funcionamiento precisamente va dirigido a conseguir que demanda y oferta alcancen un equilibrio usando la información de los precios. Esa es la regulación a la que se tiene que prestar la máxima atención. Tal vez, eliminar el ministerio de precios no sería una mala idea.

En cuarto, otro principio que no se necesita enunciar, porque resulta del funcionamiento ordenado de las economías libres, en concreto, se señala la complementariedad de los actores económicos. Los comunistas son incapaces de entender que los agentes económicos son complementarios cuando obtienen beneficios de su actuación voluntaria en el mercado, no hay nada extraño en perseguir y lograr este objetivo. La colaboración público y privada es una de las innovaciones más importantes en política económica y hay que apostar por ella de manera firme.

En quinto, el papel dinamizador de la demanda interna para la economía. Resulta extraña que se realice esta propuesta cuando apenas se dedican recursos a la formación bruta de capital fijo, que es el elemento más importante después del consumo. Además, mientras que el estado administre de forma directa casi el 40% del consumo de las familias (a través de la canasta normada y servicios subsidiados) el impacto del consumo será débil. Ellos sabrán por qué plantean este principio y si realmente quieren consolidar una economía inflacionista o en la que falten productos y servicios para su comercialización.

Los principios sexto y séptimo integran las viejas propuestas de dotar de mayor autonomía de gestión al sector empresarial que viene de la época del “perfeccionamiento empresarial” de Murillo hace casi 30 años. Y en relación con este principio, se añade otro que es ciertamente confuso que señala, implementar aspectos claves, fundamentalmente en relación con las formas de gestión y propiedad, el redimensionamiento del sector empresarial, el sector no estatal y la adecuada relación que tiene que haber entre ambos.

Insisto la complementariedad entre los agentes económicos surge del funcionamiento eficiente, y en libertad, de la economía. Más preocupante aparece el concepto de redimensionamiento, ya que nada se dice al respecto ¿se va a permitir a las empresas privadas crecer?¿se va a reducir el tamaño de las estatales?

El octavo es otro principio que enumera aspectos esenciales de una economía, y propone incentivar la competitividad, garantizando la utilización eficiente de los recursos materiales y financieros, el ahorro, el incremento de la eficiencia y la motivación por el trabajo. Ante un enunciado de estas características, es evidente que las autoridades reconocen que en Cuba no se utilizan de forma eficiente los recursos.

Pero es que además, el sentido económico está mal, ya que lo primero es lograr la motivación y eficiencia del trabajo, para que aumente el ahorro (vía ganancia de productividad) la utilización eficiente de los recursos y la mejora de la competitividad. Los comunistas confunden el orden de los hechos económicos porque la ideología les impide distinguir entre el bosque y las ramas ¿cómo quieren que la economía funcione?

Por último, se propone una política ambiental activa en armonía con el ordenamiento social, sin más.

El documento, como carta a los “reyes magos” puede ser aceptable, pero adolece de la necesaria racionalidad, y sobre todo, establece un enfoque de fines e instrumentos, propio de la política económica, que no pasaría un examen de primer curso.

De hecho, no existe carácter innovador alguno en la estrategia, ya que se trata de un “corta y pega” que combina determinados aspectos aprobados en anteriores congresos comunistas, en la constitución y los ya obsoletos Lineamientos; así como de la conceptualización del modelo económico y social y del plan nacional de desarrollo económico y social 2030.

Documentos elaborados antes de la crisis actual y que, en cierto modo, han quedado desfasados, obsoletos, por muchos ajustes que les hagan en el plan o los presupuestos.

Los comunistas cubanos deberían saber que una de las lecciones fundamentales de la economía es que la capacidad de gestión, la gobernanza del Estado que la gestiona es clave fundamental para el éxito económico. Para lograr la prosperidad económica, el Gobierno del Estado debe garantizar una serie de principios, que se echan en falta en la estrategia comunista cubana.

Se trata de la seguridad jurídica, del imperio de la ley, el respeto a los derechos de propiedad privada, un entorno adecuado para los negocios, la seguridad interna y externa del territorio, y por supuesto, una oferta de bienes públicos e infraestructuras que no frene el desarrollo de la actividad privada y pública.

Cuando el Gobierno del Estado tiene suficiente capacidad para asegurar que estos principios se encuentran presentes, el siguiente paso es realizar una eficiente gestión pública de los recursos. Basta observar detenidamente lo que ocurre en otros países del mundo para comprender que tanto tabloide, lineamiento y conceptualización no llevan a ningún sitio, si el que tiene la responsabilidad de gestión no actúa de manera correcta.

Los cubanos deben demandar al Gobierno: Racionalidad, eficacia y productividad y menos tabloides estratégicos que no conducen a ninguna parte, salvo al archivo erróneo del castrismo.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Elías Amor

Economista, Miembro del Consejo del Centro España-Cuba Félix


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