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Portazo a artistas cubanos convierte al tardocastrismo en zombi político

Los cubanos han sido empobrecidos y están dolidos, pero no son tontos y saben que hay otra manera de vivir, que la independencia no se menoscaba porque pueda elegirse entre varias opciones políticas y que ningún partido está legitimado para adueñarse de la nación, la patria, el honor y la virtud; sobre todo, cuando se trata de un grupo que ha necesitado casi 62 años para hacer a Cuba más dependiente de Estados Unidos y de la vilipendiada, pero generosa y solidaria emigración que no soporta irse a dormir, sin antes comprobar que su familia, en la isla, ha comido.


Este artículo es de hace 3 años

El portazo del tardocastrismo a la nueva vía impulsada por artistas e intelectuales convierte al tardocastrismo en zombi político y rehén del sector duro que, acobardado y carente de reflejos para lidiar con los descontentos, pretende cerrar la vía pacífica a una Cuba diferente, que acabará imponiéndose al estruendo totalitario.

Las negociaciones propuestas por artistas e intelectuales cubanos puso a la dictadura en apuros porque significó el debut de una nueva corriente de solidaridad entre cubanos maltratados y la apertura de la caja de los truenos para la casta verde oliva y enguayaberada, que sigue soñando con Biden-Kamala y sufriendo pesadillas con la Primavera Árabe.

Resolver los problemas de Cuba conversando es la opción más sensata y ventajosa para todas las partes, pero la miopía del tardocastrismo lo ha convertido en Paramecio en medio adverso y, enquistándose, cree que saldrá del atolladero donde anda metido desde que propinó un portazo suicida a Barack Obama, dejando pasar el último tren a la sensatez.

El tardocastrismo cree que lanzado el anzuelo del discurso duro va a provocar una reacción inmediata de opositores y exiliados radicales para seguir jugando al eterno ping pong, pero la mayoría de la oposición y la emigración cubanas son gente ecuánime, con mayores valores cívicos, patrióticos y políticos que la banda de mediocres de La Habana.

Pese al hartazgo generalizado, los duros son minoría; solo que el gobierno cubano amplifica convenientemente las posturas más beligerantes de sus oponentes para intentar presentarlos como fascistas irredentos; pero ese cuento también se les acabó porque los plantados el 27 de noviembre frente al Ministerio de Cultura son gente sensata y tolerante como la mayoría de los cubanos nobles y trabajadores.

Personeros castristas se pasan la vida recetando a otros resolver los conflictos por vía pacífica y a través del diálogo, pero cuando se trata de la tragedia de Cuba, sacan el fusil y la verborrea decadente de los liberticidas y el catálogo de insultos caducos e incoherentes del monólogo totalitario de casi 62 años.

¿Quién es mercenario, un intelectual limosnero y genuflexo ante el poder o un grupo de mujeres y hombres que arriesga su vida para que Denis Solís salga de la cárcel?

¿Quién es mercenario, un artista que vive de su talento creativo y trabajo o un gobierno que parasita las remesas en dólares norteamericanos de la emigración cubana y vende en dólares norteamericanos alimentos y medicinas a los pobres de su tierra?

¿Quién es mercenario, una poeta desalojada, por presiones gubernamentales, de la casa en alquiler que paga con su trabajo o un gobierno que despoja del 75% de su salario a médicos y demás personal sanitario que trabajan en el extranjero?

Cuando un gobierno no se atreve a dialogar con parte de la ciudad letrada entra en bancarrota política porque su desprecio a quien reclama, pacíficamente, nuevas reglas de juego, revela su miedo insuperable al diferente, que intenta ahuyentar con algaradas como la del parque Trillo, que no se desbordó de combatividad revolucionaria, pese a sus pequeñas dimensiones.

Los comunicados inducidos de las asociaciones de raperos y Hermanos Saínz confirman que no se trata de ONGs independientes, sino de pelotones de fusilamiento verbal, capaces de apoyar al gobierno y atacar a sus miembros. ¡Menudos cobardes!

La habitual torpeza del tardocastrismo provocó la huelga de hambre y/o sed de los miembros del Movimiento San Isidro, cortándoles el agua potable e impidiendo la llegada de alimentos; solo a un bobo solemne se le ocurre apagar un fuego con gasolina, que ocurre en el peor momento porque habrá que jubilar a Raúl Castro Ruz, establecer una tasa realista y flexible de cambio del peso cubano con respecto al perentorio dólar norteamericano y tratar de explicar lo inexplicable al nuevo gobierno norteamericano, a Europa y a Naciones Unidas.

Hacer lo mismo, una y otra vez, pretendiendo obtener resultados diferentes es síntoma de locura; solo que esta vez se trata de un régimen que pretende gobernar a Cuba como el imprudente capitán del Titanic que ignoró los avisos de iceberg en la ruta.

Los cubanos han sido empobrecidos y están dolidos, pero no son tontos y saben que hay otra manera de vivir, que la independencia no se menoscaba porque pueda elegirse entre varias opciones políticas y que ningún partido está legitimado para adueñarse de la nación, la patria, el honor y la virtud; sobre todo, cuando se trata de un grupo que ha necesitado casi 62 años para hacer a Cuba más dependiente de Estados Unidos y de la vilipendiada, pero generosa y solidaria emigración, que no soporta irse a dormir, sin antes comprobar que su familia, en la isla, ha comido.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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