La escritora y artista Coco Fusco publicó este 23 de diciembre un conjunto de entrevistas a miembros del 27N y del Movimiento San Isidro en la revista del Museum of Modern Art de Nueva York, más conocido por su acrónimo MoMA.
Fusco recogió brevemente el relato de todo lo que en materia civil ha despertado la huelga de varios miembros del Movimiento San Isidro, lo cual derivó en la sentada frente al MINCULT y más tarde en los intentos malogrados de diálogos.
En el texto, la autora entrevista a cuatro creadores de las artes visuales: Camila Lobón, Reynier Leyva Novo (El Chino), Luis Manuel Otero Alcántara y Julio Llópiz Casal, a los cuales realiza las mismas interrogantes en función de crear un marco a través del cual podamos dimensionar cómo el artivismo ha despertado la acción ciudadana en la isla.
Según palabras de Camila Lobón, lo más relevante del 27N fue que reuniera a personas de tan “diversos registros políticos”. Para Llópiz Casal, por su parte, lo inédito radicó en el gesto democrático mediante el cual se organizó la multitud, se redactaron las petitorias y se seleccionaron las 30 personas que representarían a los manifestantes ante los funcionarios del Estado.
Otero Alcántara, sin embargo, reconoce como el elemento más trascendental la restauración de valores entre un grupo de artistas muy fracturado. Es decir, la construcción de alteridad. El 27N fue el adhesivo que sostuvo, desde la sensibilidad y el amor, a más de 300 personas frente al Ministerio de Cultura en una manifestación histórica, según el líder de San Isidro.
Para El Chino Novo lo más significativo del 27N “fue la protesta en sí”. El gesto, la acción, acaso mecánica, de levantarte de tu zona de confort y tomar la calle. Algo extraído de un “imaginario” de lo insólito para cualquier cubano.
Todos coinciden en que, tras el 27N, se está articulando una nueva narrativa a través de la cual comprender y redefinir la nación que somos.
“La realidad cubana está marcada por una falta de creatividad por parte del régimen”, dice Luis Manuel Otero sobre la ruptura entre un Estado represor y una generación entera post Guerra Fría, que no reacciona o se afecta del modo en que lo han hecho sus padres frente al único recurso del poder: la violencia. Otero Alcántara alude, en esa frase, a dos dimensiones que nunca se interceptan: por una ocurre el lenguaje militarizado de un régimen y por otra el de una nación que cada vez traduce o entiende menos sus códigos.
Sobre el lugar que ocupa la producción artística en el engranaje ciudadano que ha despertado la huelga de San Isidro, Luis Manuel Otero Alcántara concluye con una idea que pudiera ser cristalizadora:
“El arte, en los últimos años, ha sido desplegado en Cuba como un ejercicio de educación cívica. Se ha hecho esto en un país tan rígido como este, donde la más mínimo dinamita todo. Cuba es como el hombre macho, que por no hacerse un examen, muere de cáncer en la próstata. Ahora mismo, el arte conecta con mucha gente cuando haces una obra en función de estos temas. Cuando haces una buena foto, mucha gente lo ve y se sensibiliza. El arte está dando soluciones y herramientas a la gente”.
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