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Cuando el carcelero gana más que el médico: Los incentivos profesionales en Cuba

La creación de riqueza diseñada por el régimen necesita menos gasto en servicios públicos y más músculo represor para que los cubanos sigan obedeciendo a sus iluminados líderes

Oficiales del MININT y médicos cirujanos cubanos © Granma / Julio Martínez Molina y Ariel Cecilio Lemus
Oficiales del MININT y médicos cirujanos cubanos Foto © Granma / Julio Martínez Molina y Ariel Cecilio Lemus

Este artículo es de hace 3 años

Los salarios en Cuba han sido un disparate desde que no existe el libre mercado y la economía pasó a ser dirigida y planificada por el Estado. Las escalas salariales de los trabajadores estatales, que son la mayoría, no responden a una economía real.

En Cuba uno hace como que trabaja y el Estado hace como que te paga, dice un viejo chiste que critica la fórmula comunista de producción y retribución de los trabajadores. Sin libre mercado, todos los eslabones de la economía quedan supeditados al voluntarismo de unas metas programáticas e ideologizadas.

Este sería el más breve y pedestre resumen que puede hacerse de un tema tan complejo. Determinar los salarios en una economía abierta no va solo de costes y beneficios en la producción de bienes y servicios. Intervienen diferentes criterios y requiere de un análisis y unos cálculos que dejarían amarillo a Marino Murillo, el zar de los lineamientos.

Y es que la economía en Cuba, a pesar del giro neoliberal de las autoridades, sigue siendo de su propiedad. A través de una extraña mezcla de liberalismo con intervencionismo, el régimen quiere conseguir la eficacia económica del capitalismo sin perder su control absoluto sobre los medios de producción y, sobre todo, las fuerzas productivas.

Si antes la consigna era trabajar para el bien de la sociedad y un futuro mejor, ahora es producir para conseguir beneficios empresariales y llegar a fin de mes. El modelo chino de capitalismo de estado puede generar crecimiento económico, pero el “enriquecerse es glorioso” del Pequeño Timonel genera una desigualdad y una injusticia social que solo se soportan en condiciones de absoluta sumisión o esclavitud.

Quizás de esa lógica es de donde surgen las políticas salariales establecidas con la “tarea ordenamiento”, de la búsqueda de un modelo económico que garantice lo que el chino: eficacia productiva con mano de obra esclava, es decir, trabajadores sin derechos y agradecidos por tener algo con lo que evitar formar parte de los que no tienen nada.

Para conseguir imponer un modelo económico a todas luces injusto y elitista hace falta vencer, no convencer. Nadie en su sano juicio firmaría semejante contrato social: uno donde no tienes derecho a manifestarte, ir a huelga, asociarte, elegir otro gobierno con otro programa económico; en definitiva, un contrato en el que no se contempla tu libertad.

Y ese es, básicamente, el escenario que prepara la “tarea ordenamiento”; el de una futura élite dueña de la economía del país, enriqueciéndose a costa de la precariedad laboral y de la falta de derechos de los trabajadores. Una oligarquía a la que no le temblará el pulso para reprimir a todos aquellos que pongan en riesgo sus intereses y su eternidad en el poder.

De ahí que los plutócratas de la continuidad estén dispuestos a pagar más a un carcelero que a un médico. De ahí que pague una miseria las horas de guardia de estos especialistas, pero le prometa al futuro carcelero privilegios como “disfrutar de vacaciones con sus familiares en Villas Recreativas del MININT, así como atención médica en hospitales y clínicas militares, entre otros beneficios”.

Por cierto, o nadie quiere ser carcelero o está previsto un aumento a corto plazo del número de prisiones, porque ¿cuándo se ha visto al MININT publicar anuncios como el del periódico Sierra Maestra?

Al médico que sana y salva vidas, que estudió para asumir la responsabilidad de cuidar la salud de las personas, apenas le alcanzará para vivir dignamente de su salario. Al carcelero tampoco, pero el régimen lo mima porque lo necesita, como también al policía y a todo el cuerpo represivo del Estado, con el que pretende seguir pisoteando los derechos de los ciudadanos.

El estibador solo será un poco más pobre que el funcionario del puerto o de aduanas. Pero al estibador lo podrá despedir y tendrá una fila de personas esperando para estibar, como en los viejos tiempos del capitalismo. En cambio, al funcionario en quien depositar la confianza de los números, de la contabilidad y el trapicheo; a ese lo mima y lo valora más que al estibador.

El chofer de un patrullero de la policía será menos pobre que el maestro, porque el régimen lo necesita contento y dispuesto a reprimir por el privilegio de unos pesos de más, de unas vacaciones aquí o allá, de una jabita adicional. También el represor civil será premiado, el cuadro del partido, el chivato del CDR, el comecandela de la empresa; todos los que contribuyan a que las cosas salgan según los planes de los oligarcas, tendrán su libra extra de curiel.

Cuando la economía cubana empezó a dolarizarse, muchos profesionales abandonaron su trabajo para emplearse como porteros, camareros o choferes en el sector turístico. Aquello no gustó al régimen porque daba mala imagen, pero en vez de aumentar los salarios de estos profesionales, prefirió arruinar el capital humano de sectores que no le reportaban ganancias. El turismo mandaba porque era el sector que les dejaba divisas.

Algo parecido sucede hoy día con los datos de ETECSA. El régimen quisiera no tener que venderlos, pero no le queda otro remedio porque es una de sus principales vías de captación de divisas. O con las tiendas MLC. Son mecanismos impopulares para mantener un orden de cosas en el país que solo le beneficia a la cúpula político-militar. Una élite que quisiera tener la tubería de otros tiempos para que sus maltratados ciudadanos, además, le adorasen y le considerasen el faro de la justicia social.

Pero entre los aplausos y los billetes, han elegido los billetes. La épica ya no resulta rentable; cada día que pasa pierden seguidores dentro y fuera. Antes, el maestro trabajaba de portero de discoteca porque al régimen le resultaba complicado corregir esas distorsiones y le urgía desarrollar el turismo. Ahora no se trata de una eventualidad.

Ahora el médico será pobre por la política salarial del gobierno que no eligió y lleva sesenta años experimentando. Solo le queda abandonar su profesión para montarse una paladar, marchar al exilio o rezar porque la inevitable inflación que se viene no sea estratosférica.

Pero el carcelero será menos pobre que el médico por la misma política salarial que, en estos tiempos, incentiva más dedicarse a policía que a pediatra. La creación de riqueza diseñada por el régimen necesita menos gasto en servicios públicos y más músculo represor para que los cubanos sigan obedeciendo a sus iluminados líderes.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Iván León

Licenciado en periodismo. Máster en Diplomacia y RR.II. por la Escuela Diplomática de Madrid. Máster en RR.II. e Integración Europea por la UAB.


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