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La chealdad de Díaz-Canel

La Cuba de hoy no es ni tan negra como creemos ni tan blanca como la ve Díaz-Canel.

Mujeres elegidas por Díaz-Canel para felicitar a las madres cubanas. © CiberCuba
Mujeres elegidas por Díaz-Canel para felicitar a las madres cubanas. Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 2 años

Cuando uno piensa que no lo puede hacer peor, Díaz-Canel va y mete la pata hasta el fondo. Hoy nos sorprende a todos los cubanos con una felicitación por el Día de las Madres en la que una vez más nos restriega una Cuba idílica, blanca y campesina, en la que no hay ceños fruncidos ni ropas desgastadas.

No quiero ni imaginarme lo que ha pasado el equipo de Díaz-Canel para encontrar en toda la isla tres generaciones de mujeres pelirrojas y rubias con las que representar a todas las madres cubanas.

Puede que hayan captado la imagen de la postal asomándose por el patio de las casas de Miramar, Siboney o Altahabana. Esas musas, ataviadas como alemanas para la Oktoberfest, sólo podrían pasar desapercibidas en esos vecindarios.

Vamos a empezar por analizar el revolucionario outfit de las madres cubanas de Díaz-Canel: llevan la clásica camisa de cuadros (espero que no sea de franela), que en los años 50 se asociaba a la fortaleza de la clase obrera americana; que en los 90 se convirtió en un ícono del movimiento grunge en Estados Unidos y que desde 2010 es seña de identidad de la subcultura hipster. ¿Qué pinta esa manga larga en pleno mes de mayo en Cuba?

No es ni común ni frecuente encontrar en la Isla mujeres con camisa de leñador americano. Díaz-Canel nos presenta, una vez más, una Cuba que no existe más que en su cabeza. Tantas ganas tiene de hacer las paces con Biden que le ha mandado un guiño descarado. Apuesto a que si llega a subir un vídeo, le mete música country de fondo.

Un político que desconoce su país, es incapaz de gestionarlo con tino. Peor aún es que un cubano desconozca la Cuba que habita. Somos un país diverso, es cierto, como también lo es que los pelirrojos no están satos en todas las esquinas. Los hay, es verdad, pero hay que buscarlos y creo que ese es uno de los puntos flacos de esa postal idílica que nos vende Díaz-Canel.

La Cuba de hoy no luce camisas de cuadros ni cultiva girasoles y lechugas. La Cuba de hoy no es ni tan negra como creemos ni tan blanca como la ve Díaz-Canel.

Le traiciona su estilo de gobernar para unos y no para todos. Sigue ignorando que ése es el origen de la desafección negra y mestiza hacia un poder en el que los que no somos blancos no pintamos nada.

A Cuba no se le ocurriría llevar a la Feria de Turismo de Madrid un cartel de promoción de Varadero con tres mujeres pelirrojas, con camisa de leñador y cara de no haber pisado La Habana en su vida. La mulata la usan para vender playa, ron y fiesta en Tropicana. Para felicitar el Día de las Madres, la mujer blanca.

Las negras y mestizas las usan para representar a milicianas y rumberas. Las blancas encarnan el ideal de familia unida, que ellos mismos se han esforzado en destruir.

Este Día de las Madres, muchos, muchísimos cubanos hemos felicitado a nuestras mamás por teléfono. Ése es el efecto revolucionario en la familia cubana. Han dinamitado la base de la sociedad. Incluso a estas alturas se empeñan en enfrentar a padres contra hijos: comunistas contra gusanos.

Sepa Díaz-Canel que muchas jovencitas como la de la postal de su felicitación por el Día de las Madres no tienen futuro ni para ellas ni para sus hijos en Cuba. Están condenadas a hacer colas y a, en el mejor de los casos, vivir de remesas. Ni por asomo se les pasa por la cabeza dedicar su vida al trabajo en el campo. Esa Cuba no es que no sea real: es una Cuba de mentira.

Esta postal del Día de las Madres viene a retratar una Cuba cursi, falsa e impostada, en la que ni siquiera hay una sonrisa de verdad. Uno mira a esas tres mujeres y ve en ellas la paz de la resignación.

La postal de Díaz-Canel es tan chea como él y como todo lo que él hace. Este hombre tiene que aceptar que no tiene don de gentes; que está donde está por ser gris; por ser un sin sal, por decir siempre que sí a todo. Él quiere ser continuidad y no puede. No es que le falte carisma, es que además no tiene swing. Le falta cubanía, arraigo, le falta autenticidad. Apuesto a que él y su estampa chirrían, incluso, hasta en el pueblo donde nació.

No nos extraña que un hombre que cree que Cuba es un país de rubias y pelirrojas sembrando flores, girasoles y lechugas confíe en que ahora sí va a construir el socialismo. Se lo cree porque él vive en otra galaxia: en la de los cheos. Y mucho me temo que contra la chealdad no hay vacuna. El que nace cheo, se muere cheo.

Lamento que Díaz-Canel no se entere de que Cuba no es como él quiere que sea. Ni siquiera es como él cree que es. Desgraciadamente para muchos, tenemos un país hecho polvo, que chorrea mierda por los cuatro costados.

Eso lo saben nuestras madres. Por eso son ellas las que nos echan de su lado y nos animan a emigrar. Ellas dan esta guerra por perdida, pero aún no hemos librado la última batalla. Vamos a pelear por la Cuba real. Debemos a nuestras madres un país sin colas y sin Díaz-Canel.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Tania Costa

(La Habana, 1973) vive en España. Ha dirigido el periódico español El Faro de Melilla y FaroTV Melilla. Fue jefa de la edición murciana de 20 minutos y asesora de Comunicación de la Vicepresidencia del Gobierno de Murcia (España)


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