Reclutamiento pactado: La sincronía entre vuelos y diplomacia en la trama de los mercenarios cubanos

Miles de cubanos han sido reclutados por el ejército ruso desde la invasión a Ucrania, con el aparente consentimiento del gobierno cubano. Acuerdos diplomáticos y vuelos entre Cuba y Rusia facilitaron el traslado.


Desde que comenzó la invasión rusa a Ucrania en 2022, Cuba ha mantenido una ambigua posición oficial de “neutralidad”, cuando no de velada parcialidad hacia su aliado Vladimir Putin, de quien el gobernante Miguel Díaz-Canel afirmó que lleva adelante una “guerra digna”.

Sin embargo, los hechos demuestran otra cosa: mientras el gobierno cubano profundizaba sus lazos con Moscú, tanto a nivel diplomático como económico y militar, más de mil cubanos fueron reclutados y enviados al frente de batalla por el ejército ruso, según revelaciones recientes de la inteligencia ucraniana y el proyecto "Quiero Vivir".

Un cruce detallado entre los picos mensuales de reclutamiento, los aumentos de vuelos entre ambos países, y los acuerdos bilaterales firmados desde 2022, revela una sincronía operativa y estratégica que contradice la versión de inocencia institucional que el régimen de La Habana intenta vender a la comunidad internacional.

El tiempo y los hechos: Líneas que se cruzan

Entre junio y agosto de 2023, y nuevamente entre diciembre y febrero de 2024, el reclutamiento de cubanos alcanzó picos históricos: más de 800 contratos en total. Pero estos no ocurrieron en el vacío.

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Poco antes, en mayo de 2023, Díaz-Canel visitaba Moscú y calificaba las relaciones con Rusia como “estratégicas”. En paralelo, se firmaban acuerdos de cooperación en energía, logística, agricultura, industria, seguridad y defensa.


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Estos eventos no ocurrieron de forma aislada. Desde enero de 2022, cuando Rusia aún no había invadido Ucrania, ya se hablaba de posibles despliegues militares rusos en Cuba y de “cooperación estratégica” entre ambos gobiernos, en palabras del entonces viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Ryabkov.

En febrero de ese mismo año, el viceprimer ministro ruso Yuri Borísov visitó La Habana, y se reactivaron los canales de colaboración económica y militar. En diciembre de 2022, Díaz-Canel y Putin acordaron estrechar aún más la cooperación energética e industrial, dando forma a una alianza táctica que fue endureciéndose a medida que crecía el aislamiento internacional de Rusia.

A finales de abril de 2023, el canciller ruso Serguéi Lavrov afirmó que la cooperación militar entre su Rusia y Cuba se estaba desarrollando con éxito.

Al término de una visita a la isla, Lavrov aseguró que “nuestra cooperación militar con Cuba se está desarrollando con éxito, según los acuerdos entre ambas partes”. Y añadió: “tengo entendido que las formas de esta cooperación militar satisfacen tanto a la parte rusa como a la cubana”.

La línea del tiempo muestra que cada acercamiento político bilateral antecede o coincide con un salto en el reclutamiento de mercenarios cubanos. Y la estadística empieza a tomar forma de coreografía.

Varadero - Moscú: Vuelos que no eran solo de turistas

En agosto de 2022, Rusia y Cuba anunciaron que reanudarían en octubre sus vuelos directos con destino a los polos turísticos de Varadero y Cayo Coco.

Las aeronaves rusas obtuvieron permiso de las autoridades cubanas para realizar siete operaciones semanales con la compañía Nordwind Airlines: cuatro en el aeropuerto de Varadero y tres en el de Cayo Coco. Para diciembre, la frecuencia alcanzaría los 10 vuelos semanales.

En febrero de 2023, se anunció que aerolíneas rusas comenzarían a operar rutas hacia Venezuela con escalas en Cuba (en abril de este año el acuerdo se canceló). Y en mayo, el viceprimer ministro ruso Dmitry Chernyshenko anunciaba la reanudación en julio de los vuelos regulares a Cuba.

Para agosto, Rossiya triplicaba sus vuelos Moscú–Varadero, sin una explicación turística o comercial sólida. Ese mismo mes, el gráfico de reclutamientos mostraba uno de sus picos más altos.

Los testimonios de varios mercenarios apuntan a que la mayoría salió del país desde Varadero o Cayo Coco con visas de “turismo” facilitadas presuntamente por redes organizadas, según desveló la agencia ucraniana InformNapalm basada en datos filtrados por los hackers del equipo Cyber ​​​​Resistance.

Todo indica que la infraestructura aérea entre Moscú y Cuba funcionó como vía logística para el traslado discreto de hombres hacia bases de entrenamiento militar.

Este corredor aéreo no fue improvisado: fue habilitado por acuerdos bilaterales, rutas reactivadas y silencios estratégicos. El avión se convirtió en el primer paso hacia la trinchera.

Rostros, cargamentos y silencios diplomáticos

Mientras cientos de cubanos firmaban contratos en ruso, en La Habana nadie hacía preguntas públicas. La avalancha de jóvenes que, de repente, decidió enrumbar a Rusia causó el mismo silencio que la de migrantes que partieron a hacer la “ruta de los volcanes”.

El régimen cubano, conocido por su estricto control de movimientos y estrecha vigilancia del tráfico en sus fronteras, no detectó nada sospechoso en la riada de jóvenes que solicitaban su pasaporte y un mes después embarcaban un vuelo rumbo a Moscú. Sin embargo, los nombres comenzaron a emerger.

A principios de septiembre de 2023, en declaraciones al programa 'A fondo' de América Radio, un supuesto subteniente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) desplegado en Riazán e identificado como Lázaro González -hay tres personas con ese nombre en el listado de “Quiero Vivir”- afirmó que estaba a cargo de 90 cubanos, y que “ninguno salió ilegal del país”.

La afirmación resultó lapidaria: los reclutamientos no fueron clandestinos, sino autorizados o al menos tolerados por el aparato estatal.

A mediados de septiembre de 2023, apareció en escena coronel Mónica Milián Gómez, identificada por el portal digital represorescubanos.com como “la portavoz en Rusia del ministro de las FAR, general de Cuerpo de Ejército Álvaro López Miera, y la intermediaria para el estrechamiento de los vínculos militares entre La Habana y Moscú”.

“De acuerdo a fuentes de inteligencia ucranianas la red de reclutamiento fue coordinada por el gobierno ruso con la coronel del ejército cubano y agregada militar en la embajada de Cuba en Moscú, Mónica Milián Gómez”, señaló el portal, sin citar las alegadas fuentes.

Días antes, los hackers activistas de Cyber Resistance se infiltraron en la cuenta personal de correo electrónico de un alto oficial ruso implicado en el reclutamiento de cubanos para la invasión de Ucrania.

Acorde al medio digital The Intercept, que reveló la identidad del oficial ruso encargado del reclutamiento de cubanos en el Distrito Militar Occidental, el mayor Anton Valentinovich Perevozchikov tenía en su poder 122 pasaportes escaneados de cubanos alojados en el cuartel general de las Fuerzas Armadas rusas en la ciudad de Tula.

El hackeo también reveló que al menos cinco cubanos habían ingresado a Rusia en julio a través de Bielorrusia, un aliado clave de Moscú. Las fechas de entrada en Rusia eran posteriores a la firma de un acuerdo de cooperación militar entre altos oficiales cubanos y bielorrusos, centrado en “el entrenamiento de personal militar de la isla en la República de Bielorrusia”.

El jefe del Departamento de Cooperación Militar Internacional-Asistente del Ministro de Defensa para la Cooperación Militar Internacional, Valery Revenko, informó además que, por la parte cubana, la reunión estuvo presidida por la coronela Milián Gómez, y que se había acordado fomentar la cooperación militar entre los dos países “de forma planificada”.

Además del mayor Perevozchikov, América TeVé desveló a mediados de septiembre de 2023 la identidad de quien fungiría como jefe de los mercenarios cubanos destinados en la Unidad Militar de Riazan.

Acorde a ese medio, el coronel Román Andreyevich Borsuk sería el jefe del Regimiento 137 de Paracaidistas, en la Unidad Militar 41450 del ejército ruso, en la ciudad de Riazan, desde la cual varios mercenarios cubanos habían enviado fotos y ofrecido declaraciones a medios de prensa internacionales.

Otros dos testimonios serían cruciales para sospechar la colaboración de La Habana en el envío de mercenarios cubanos a Ucrania.

A mediados de septiembre de 2023, el embajador de Cuba en Moscú, Julio Antonio Garmendía Peña, ofreció declaraciones al medio ruso Sputnik asegurando que La Habana no se oponía a una “participación legal” de sus ciudadanos en la guerra de Ucrania del lado ruso

No tenemos nada en contra de los cubanos que quieren firmar un contrato y participar legalmente en esta operación con el ejército ruso. Pero nos oponemos a la ilegalidad y estas operaciones no están dentro del marco legal”, afirmó Garmendia.

Y añadió: "Estamos hablando de gente mala que, basándose en un tema tan importante como una operación militar, como son las relaciones entre nuestros países, quiere ganar dinero, quiere meterse billetes en el bolsillo y dedicarse a actividades ilegales".

Aunque la cancillería se apresuró a desmentirlo, sus palabras quedaron plasmadas en el medio oficialista ruso como evidencia del consentimiento del régimen de La Habana a la presencia de ciudadanos cubanos reclutados por Rusia para invadir Ucrania.

Días antes, el diputado Alexey Chepa, primer vicepresidente del Comité de Asuntos Internacionales de la Duma Estatal, negó la implicación del gobierno ruso en dicho reclutamiento, aunque admitió que podía ser que los ciudadanos se estuvieran “autorganizando” a través de redes sociales.

"No reclutamos a nadie. Pero las personas pueden autoorganizarse, trabajar en salas de chat. Todas las embajadas de Ucrania en todos los países reclutan mercenarios en el Ejército ucraniano. No tenemos eso", agregó el diputado.

Con todos estos datos en la mano, en lugar de abrir investigaciones el régimen cubano prefirió emitir comunicados genéricos y detener a inicios de septiembre a 17 reclutadores, de los que no reveló su identidad ni volvió a informar sobre el proceso que supuestamente había abierto contra ellos.

Coincidencias que no lo son

Cuando los hechos se alinean con una regularidad tan precisa, resulta difícil verlos como coincidencias. A lo largo de más de un año de vínculos fortalecidos entre Cuba y Rusia, los datos muestran un patrón que se repite con exactitud milimétrica.

Cada vez que La Habana estrecha la mano de Moscú —ya sea firmando un nuevo acuerdo, recibiendo a una delegación oficial, o elogiando públicamente la alianza entre ambos países—, se produce, con breves desfases, un aumento significativo en la cifra de cubanos contratados por el ejército ruso para combatir en Ucrania.

Lo mismo ocurre con la conectividad aérea. Cada aumento de vuelos entre Moscú y Cuba, especialmente con rutas operadas por aerolíneas rusas como Rossiya y Nordwind, ha coincidido con los momentos de mayor salida de reclutas desde la isla.

Las rutas no fueron casuales ni inocentes: Varadero y Cayo Coco, destinos turísticos sin demanda real en temporada baja, se convirtieron en nodos logísticos para una operación silenciosa.

El aparato estatal cubano, caracterizado por su control minucioso de los movimientos migratorios, no detuvo estos viajes. No hubo alertas en las oficinas de pasaportes, ni sospechas expresadas públicamente sobre la oleada de jóvenes que solicitaban documentos y salían del país rumbo a Rusia.

La maquinaria institucional que persigue con saña a los opositores, que exige permisos para viajar a sus ciudadanos, no detectó —o no quiso detectar— la partida masiva hacia una guerra extranjera.

No hay constancia de una orden directa. Nadie ha mostrado un documento oficial que autorice el reclutamiento. Pero todos los elementos apuntan a que el sistema no solo lo permitió: lo facilitó.

Desde la emisión de pasaportes hasta el silencio cómplice frente a los testimonios, todo ocurrió dentro de un marco de inacción cuidadosamente orquestado. Por eso, aunque no se haya visto una firma sobre papel, la sospecha de que el Estado cubano forma parte de la red gana solidez con estos análisis.

Mercenarios cubanos: La guerra que comenzó en Varadero

Este no es solo un asunto de relaciones exteriores. Es una historia de vidas concretas, de jóvenes sin futuro, de padres que venden lo último por un pasaje, de reclutas que cruzan medio mundo creyendo que trabajarán en una fábrica, y despiertan en una trinchera ucraniana.

El régimen cubano no solo está del lado de Rusia en la diplomacia de Naciones Unidas, sino que forma parte de su línea de suministro humano. El escándalo no se desató con la revelación de mercenarios cubanos en las trincheras. Empezó en despachos diplomáticos, pistas de aterrizaje y acuerdos sin preguntas.

Y lo que se movió de La Habana a Moscú no fue solo solidaridad y respaldo diplomático. Fueron ciudadanos cubanos, convertidos en piezas descartables de una guerra ajena e imperialista.

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Iván León

Licenciado en periodismo. Máster en Diplomacia y RR.II. por la Escuela Diplomática de Madrid. Máster en RR.II. e Integración Europea por la UAB.


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Este artículo ha sido generado o editado con la ayuda de inteligencia artificial. Ha sido revisado por un periodista antes de su publicación.




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