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Archipiélago le da agua al dominó de Cuba y Díaz-Canel se pasa con ficha

Teniendo la capacidad de abrir el juego y la obligación moral de hacerlo, el régimen cubano sigue apelando a su vieja estrategia de trancar el dominó. Torpes o cobardes, los poderosos de Cuba siguen creyendo que la isla es suya, como la verdad, y que sus fieles son mayoría.

Miguel Díaz-Canel y logo de Archipiélago © Cubadebate - Archipiélago
Miguel Díaz-Canel y logo de Archipiélago Foto © Cubadebate - Archipiélago

Este artículo es de hace 2 años

La sociedad civil cubana acaba de echar margaritas a los cerdos. Amenazados, indefensos y con peligro real para su integridad física, los activistas que convocan la Marcha Cívica por el Cambio, enviaron una carta a Díaz-Canel que emplaza al régimen totalitario a demostrar voluntad política y compromiso para iniciar una transición a la democracia en Cuba.

Acusados de traidores, mercenarios y desestabilizadores, los seguidores de la plataforma Archipiélago no han perdido tiempo en defenderse del tsunami de difamaciones e imputaciones de un régimen que miente patológicamente. Tampoco se han rasgado las vestiduras con la razzia que preparan los matones de la Seguridad del Estado contra ellos.

Mucho menos lo han ninguneado ni se han regodeado en su falta de legitimidad. Antes bien, reconociendo el abismo de diferencias que los separan, y por el bien de Cuba, han invitado a Díaz-Canel –hombre de paja del poder, pero presidente a fin de cuentas- a dejar de lado el conflicto y resolver la crisis sistémica del país mediante la cooperación, la negociación o cualquiera otra herramienta constructiva, que invalide la censura y la violencia.

La jugada viene a confirmar los peores temores del régimen: la sociedad civil ya se ha empoderado y ha demostrado tener la capacidad de sacudir el tablero político de Cuba, tomando la iniciativa ante la mediocridad, la indolencia y la corrupción de una dictadura que -tras el escudo del socialismo, la revolución y la patria- se ha perpetuado en el poder, abusando de él y de la paciencia de los cubanos hasta límites aberrantes.

Archipiélago le dio agua al dominó de Cuba, pero Díaz-Canel sigue pasándose con ficha. Teniendo la capacidad de abrir el juego y teniendo la obligación moral de hacerlo, el régimen cubano sigue apelando a su vieja estrategia de trancar el dominó. Torpes o cobardes, los poderosos de Cuba siguen creyendo que la isla es suya, como la verdad, y que sus fieles son mayoría.

Pero... la sociedad civil ha abierto la partida con una sutileza que solo se consigue a través de una destilación honesta y templada de la realidad. Cuba necesita un cambio y los activistas cubanos le proponen al poder que sea pacífico y, en una carta llena de argumentos para ello, le sugieren esa vieja ruta de ciertas transiciones “modélicas”: de la Ley a la Ley.

Esperar que el régimen entre al juego es demasiado. Si tan solo recogiera cordel y quitara del escenario esas esperpénticas imágenes de nuevas brigadas de respuesta rápida, sería un paso interesante. Si renunciara a sus viejas tácticas de armar presuntos civiles con porras y ametralladoras, si eliminara de la ecuación las grotescas maniobras de combate contra imaginarios 'golpistas blandos', estaría dejando ver algo distinto: una duda, un atisbo de razón.

Díaz-Canel recibió una carta en la que la sociedad civil cubana le reitera sus intenciones con la Marcha del 15N, “las cuales se amparan en la Constitución, cuyos artículos 54, 56 y 61 reconocen nuestro derecho de libertad de expresión, manifestación, petición y queja”.

En su misiva le recuerdan que, “según el artículo 3 de la Carta Magna”, la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo; y le proponen “evitar que en foros internacionales se califique al país de dictadura”, pidiéndole que “conduzca a Cuba como el Estado de Derecho que la Constitución refiere en su artículo 1”, respetando las voces de la nación que exigen un cambio.

Pero todo un régimen de sapos lleva tiempo en su salmodia, que si gusanos, traidores, mercenarios, confundidos, que si la “cucamarcha”, el golpe blando y demás epítetos y fantasmas. Para ellos la violencia está más que justificada en la propia Constitución que invoca Archipiélago.

Que su discurso sea el que es, que sus “órdenes de combate” se decidan alegremente, que no les importe un mañana sangriento es, en primer lugar, porque nunca les ha importado y, en segundo, porque tienen un artículo 4 en su norma suprema que es un 'poema'.

“La defensa de la patria socialista es el más grande honor y el deber supremo de cada cubano. La traición a la patria es el más grave de los crímenes, quien la comete está sujeto a las más severas sanciones. El sistema socialista que refrenda esta Constitución, es irrevocable. Los ciudadanos tienen el derecho de combatir por todos los medios, incluyendo la lucha armada, cuando no fuera posible otro recurso, contra cualquiera que intente derribar el orden político, social y económico establecido por esta Constitución”.

Reconocer valor jurídico a una Constitución después de sesenta años de imposición violenta de una ideología que ha perseguido la propiedad privada, que ha censurado la libertad de ideas, que ha castigado la libertad de expresión y que ha servido de herramienta de control social de una cúpula de militares y comunistas que ha llegado a convertirse en el actual régimen totalitario... Reconocer legitimidad a 'eso', que supuestamente refrendó una amplia mayoría de cubanos después de sesenta años de terror y adoctrinamiento... es imposible.

Sin embargo, Archipiélago envió un mensaje a Díaz-Canel en el que cifró una ruta hacia la democracia en Cuba, reconociendo la vigente y espuria Carta Magna como playground donde empezar a mover ficha. Si sus palabras no son el camino que ofrece la sociedad civil para una transición a la democracia “de la Ley a la Ley”, que baje dios y lo vea.

Si el régimen no está dispuesto a lidiar con esa compleja oportunidad política, que sepa que los cubanos ya se han desbordado en busca de cauces naturales a su existencia. No son los think tanks ni las estrategias, la sociedad civil no lee los manuales de la CIA, pero sí los posos del café y la angustia de los cubanos. No es una agenda imperial oculta: es el regreso de Cuba a la historia, es la búsqueda de libertad.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Iván León

Licenciado en periodismo. Máster en Diplomacia y RR.II. por la Escuela Diplomática de Madrid. Máster en RR.II. e Integración Europea por la UAB.


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