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Fallece el crítico literario Enrique Saínz de la Torriente

Editor y académico de número de la Academia Cubana de la Lengua, Saínz de la Torriente prologó ediciones de la poesía de Fina García Marruz y de Vitier, y contribuyó al conocimiento de autores universales.

Enrique Saínz de la Torriente © carmenserranocoello.nat.cu
Enrique Saínz de la Torriente Foto © carmenserranocoello.nat.cu

Este artículo es de hace 1 año

El académico e intelectual cubano, Enrique Saínz de la Torriente, falleció este domingo a los 80 años en La Habana, luego de una vida de estudio y escritura que profundizó en la crítica de la literatura cubana, especialmente de su lírica, de la que fue uno de sus mayores conocedores.

“Lamentamos la muerte de Enrique Saínz de la Torriente, miembro de la UNEAC y crítico literario por excelencia. Llegue a familiares y amigos nuestras más sentidas condolencias”, expresó en sus redes sociales la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.

Autor de libros de ensayos como “Silvestre de Balboa y la literatura cubana” (1982), Saínz “deja un vacío difícil de llenar cuando se hable de estudiosos de la lírica cubana”, según el oficialista periódico Granma.

Discípulo de la escuela exegética de Cintio Vitier, el crítico literario trabajó durante décadas en el Instituto de Literatura y Lingüística de La Habana, donde comenzó a investigar a los autores cubanos desde 1967.

Nacido en Isla de Pinos en 1941, Saínz de la Torriente se radicó definitivamente en la capital a fines de 1959. Según el sitio oficialista Ecured, en 1966 obtuvo el título de Licenciado en Lenguas y Literaturas Clásicas en la Universidad de La Habana.

Editor y académico de número de la Academia Cubana de la Lengua, Saínz de la Torriente prologó ediciones de la poesía de Fina García Marruz y de Vitier, y contribuyó al conocimiento de autores universales con sus ediciones de Jorge Manrique, San Juan de la Cruz, Francisco de Quevedo o Rainer Maria Rilke.

Como coautor, el crítico tuvo a su cargo la redacción la supervisión técnica del Diccionario de la literatura cubana entre 1980 y 1984, así como la revisión estilística del Perfil histórico de las letras cubanas desde sus orígenes hasta 1898.

Apasionado de la poética de los integrantes del Grupo Orígenes, el intelectual consiguió penetrar en el particular simbolismo de sus principales autores en busca de la universalidad de lo que Vitier llamó “lo cubano en la poesía”, un camino no exento de peligros en el contexto de la censura revolucionaria y la oficial estética marxista, pero con los que Saínz de la Torriente no tuvo que lidiar, al menos de forma escandalosa.

No como uno de sus admirados poetas cubanos, Virgilio Piñera, de quien dijo el crítico “su palabra quiere penetrar la realidad para llegar al conocimiento, pero solo encuentra en el suceder un irremediable vacío ontológico, un mundo desustanciado, una historia imposible”.

Autor de “La poesía de Virgilio Piñera. Ensayo de aproximación” (Premio Alejo Carpentier, 2001) o “Las palabras precisas” (2014), Saínz de la Torriente fallece en la Isla que nació con el verbo de “Espejo de Paciencia” y que ahora busca la imagen de su refundación.

"Junto a la muerte, la vida; junto a la desesperanza, la alegría de los mejores y más edificantes recuerdos y satisfacciones espirituales del pasado", dijo el intelectual en uno de sus textos. Que su partida sea glosada en palabras de Silvestre de Balboa: “para que se note la falta que hace un bueno en una república”.

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