En un episodio digno de la "ciencia ficción revolucionaria", el gobernador de Holguín, Manuel Francisco Hernández Aguilera, compareció este viernes en la Mesa Redonda para confirmar que en Cuba la realidad no se mide en cifras ni en hechos, sino en propaganda, eslóganes y entusiasmo voluntarista.
El momento lisérgico de la noche comenzó cuando el periodista oficialista Randy Alonso Falcón —con ese "profesionalismo sobrio" que ya es marca de la casa, y que lo lleva a asentir como los perritos en los salpicaderos de los autos— lanzó una pregunta que seguramente ya traía respuesta.
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“¿Cuáles son los grandes retos de Holguín?”, preguntó el director del programa pasada la hora de soporífera entrevista al gobernador. Sin pestañear (ni despertar del trance patriótico), Hernández Aguilera sacó su arma secreta: una jarrita que tuvo todo el tiempo sobre la mesa y que llevaba rotulado un slogan propagandístico que mostraba el “honor holguinero”.
“Mira, nosotros tenemos incluso la… la jarrita… ‘honor holguinero’… ‘por un 26 en 25’… Eso no es un eslogan, es una convicción”, explicó Hernández Aguilera a un boquiabierto Alonso Falcón, cuyo asentimiento habitual describió un arco inusual ante el ingenio de los publicistas del gobierno holguinero.
“El producto final quién es… nuestro pueblo, es decir, nosotros. A partir de esta campaña nos hemos trazado metas, propósitos y no es para emular constantemente con otras provincias. No es por un acto en el camino, es para nosotros poder ponernos tareas tensas en el orden económico y que podamos avanzar en el desarrollo de la provincia”, se lanzó el gobernador, perdiendo todo rastro de cordura en su retahíla cantinflesca.
En Holguín, la propaganda, el calendario y la aritmética revolucionaria tienen sus propias leyes. Primero es el primero de mayo, luego es el 26 de julio... pero en 2025, año en el que las autoridades holguineras llaman a “redoblar los esfuerzos para que el territorio sea sede de las actividades centrales por el 26 de Julio”.
O algo así… ¡vete a saber! El caso es que, entre jarritas y frases épicas, el gobernador dejó claro que el verdadero producto final no es arroz, ni electricidad, ni hospitales funcionando, sino "nosotros", el pueblo mismo, convertido en la más refinada materia prima de la retórica revolucionaria. ¡Orgullo nacional, aunque falte el pan!
No conforme con su brillante exposición teórica, Hernández Aguilera sacó pecho por el lleno total del estadio Calixto García en un “acto previo” al Primero de Mayo. "Había tremendo entusiasmo hoy ahí en el estadio. Más de 10,000… comprometidos con ese honor holguinero", celebró, sin que nadie se atreviera a preguntar cuántos fueron voluntarios y cuántos voluntariamente obligados.
“Más de 10,000… comprometidos, revolucionarios… Y vamos a llenar la plaza el día primero [de mayo]. No la Plaza de la Revolución, sino el resto de las plazas”, añadió el dirigente con las pupilas cada vez más dilatadas.
El contenido de la “jarrita” de Hernández Aguilera apenas empezaba a emanar sus más delirantes efluvios. En un nuevo subidón de emoción, el gobernador anunció con orgullo una serie de celebraciones para el cumpleaños 99 del dictador Fidel Castro, a quien nostálgico llamó "el jefe".
“La segunda etapa: 13 de agosto… 99 años del comandante y la convocatoria al centenario… Y esta generación de este centenario, ¿qué mejor le puede regalar al jefe?... Hemos hecho una convocatoria de 100 tareas por el 100 cumpleaños del jefe… comprometidos con la revolución, con seguir avanzando por el bien que todos queremos”, dijo Hernández Aguilera mientras Alonso Falcón alcanzaba el éxtasis aritmético-contemplativo.
¿Preguntó el entrevistador por el contenido de las tareas? Bueno, eso no importa demasiado; lo esencial es el espíritu: hacer mucho, aunque no se resuelva nada.
“Y sentimos un acompañamiento mayoritario de las y los holguineros. Mayoritario en medio de limitaciones, en medio de llamadas, en medio de asuntos, los cuales no hemos podido resolver todavía, y hay algunos en los que hemos tenido ese ‘¡ey, este no toca, ahora toca este!’”, explicó el dirigente en un paroxismo provocado por su “revolucionaria” acción de gobierno.
La comparecencia terminó como empezó: en un arrobamiento de frases vacías, promesas difusas y fe ciega en un futuro que siempre queda dos actos políticos más adelante. “Esos son los retos que nosotros tenemos en Holguín, y ese es el sueño de cada uno de nosotros, de todos los días: salir a combatir para poder mantener las conquistas de nuestra revolución”, concluyó Hernández Aguilera
Para entonces, ya Randy visualizaba elefantes rosas revoloteando en el estudio, cazados con un jamo por el mismísimo Castro y asados en púa por Manuel Marrero Cruz, mientras Miguel Díaz-Canel templaba su lira para cantar la epopeya de la “continuidad”.
Eso sí: el “honor holguinero” quedó a salvo, dentro de una taza que, de no ser por la gravedad, habría salido volando para inundar de maná el corazón en “modo estropajo” de Lis Cuesta Peraza, esa maestra de la retórica en mesas redondas y suecas.
Mientras tanto, la realidad en Holguín —y en toda Cuba— sigue ahí, tozuda y sin jarritas, esperando a ver si algún día, entre plenarias, slogans y desfiles, alguien se acuerda de que también hay estómagos que llenar, hospitales que reparar y vidas que mejorar.
Pero bueno, que no cunda el pánico: mientras haya entusiasmo, jarritas y sueños colectivos, Cuba está salvada. O eso dicen en la Mesa Redonda. O eso alucinan.
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