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El legendario boxeador cubano Mario Kindelán, doble campeón olímpico y tres veces campeón mundial, reveló detalles de su estrecha relación con Fidel Castro en el pódcast La Remontada, que se transmitió en el canal de Youtube Livan Deportes TV.
Sus declaraciones no solo exponen cómo la política controló cada rincón del deporte cubano, sino también la dependencia enfermiza de un sistema donde un atleta debía acudir directamente al dictador para corregir las injusticias del INDER, un organismo plagado de burocracia, negligencia y corrupción.
Fidel Castro, árbitro absoluto del deporte
Kindelán relató que, en el año 2000, poco antes de los Juegos Olímpicos de Sídney, los entrenadores quisieron forzarlo a competir en la división de 57 kilogramos.
Disconforme, decidió saltarse la estructura deportiva del país y llamar directamente a Castro. "Yo tenía el número personal de Fidel porque él me lo dio para cuando yo tuviera alguna situación en nuestro país", confesó.
La respuesta fue inmediata: en menos de dos horas el INDER recibió órdenes de rectificar. Kindelán compitió en los 60 kilos, conquistó la medalla de oro y la dedicó públicamente a Castro.
La anécdota deja en evidencia cómo funcionaba el deporte en el comunismo cubano: dependía de la voluntad del líder máximo, no de instituciones sólidas ni de procedimientos transparentes.
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El espejismo del apoyo y el abandono tras el retiro
En una entrevista en 2023, el exboxeador relató otro episodio en 2004, cuando el huracán Charley destruyó las casas de Odlanier Solís, Yan Bartelemí y Guillermo Rigondeaux. El entonces presidente del INDER, Humberto Rodríguez, le dijo que no podía hacer nada.
Una vez más, Kindelán acudió a Castro y en cuestión de horas el problema estaba resuelto. Gracias a esa intervención, los tres atletas pudieron llegar a Atenas y coronarse campeones olímpicos.
Pero lo que en apariencia era una "fortaleza del sistema" —un Comandante sensible a los atletas— es en realidad su mayor fragilidad. Si las instituciones funcionaran, ningún deportista tendría que llamar al gobernante del país para resolver un techo, un módulo deportivo o una injusticia.
El propio Kindelán lo sufrió en carne propia: cuando se retiró en 2004 dejó de ser útil para la propaganda oficial y fue abandonado.
En esa entrevista, el multicampeón confesó que tuvo que vender una de sus medallas olímpicas para alimentar a su familia. "La vendí porque me vi en una situación crítica. No tenía prácticamente nada para comer ni para mantener a mis hijas".
Mientras tanto, el INDER no solo lo ignoró, sino que lo castigó: cuando consiguió trabajo en Baréin como entrenador, el organismo le retiró el único estipendio que recibía -7,400 pesos cubanos, una suma irrisoria-.
Eso, después de haberle ocultado durante años las ofertas que le hacían desde el extranjero, mintiendo a federaciones que insistían en contratarlo.
El expúgil también denunció el robo de los trofeos que había donado al Museo del INDER en Holguín, incluido una valiosa doga que recibió en Irlanda. Nadie dio explicaciones ni asumió responsabilidades.
Para Kindelán, la descomposición del sistema deportivo cubano es evidente: dirigentes sin historia deportiva que solo buscan técnicos y atletas dóciles, corrupción generalizada, beneficios reservados para burócratas y un abandono total de las glorias deportivas que alguna vez fueron exaltadas como símbolos de la revolución.
El contraste: respeto afuera, humillación en Cuba
En 2923 finalmente Kindelán marchó a trabajar a Baréin, donde encontró el respeto que nunca le dio el INDER: "Me tratan como a un campeón olímpico, me abrazan, me saludan, me reconocen. En Cuba es el pueblo quien me quiere, no los dirigentes. Para ellos los campeones olímpicos no existimos", dijo entonces.
El caso de Mario Kindelán ilustra con crudeza la perversión del deporte bajo el comunismo: un sistema que, mientras le resultó útil, lo utilizó como bandera propagandística, y que después lo arrojó al olvido.
Su testimonio es, al mismo tiempo, la confesión de cómo el castrismo convirtió el deporte en una herramienta política y la denuncia de un presente en el que las glorias olímpicas de Cuba sobreviven más por mérito propio que por apoyo estatal.
Preguntas frecuentes sobre Mario Kindelán y el deporte cubano bajo el régimen castrista
¿Cuál fue la relación de Mario Kindelán con Fidel Castro?
Mario Kindelán tenía una relación directa con Fidel Castro, al punto de tener su número personal para resolver problemas relacionados con su carrera deportiva. Kindelán reveló que en más de una ocasión se saltó la burocracia del INDER y contactó a Castro directamente para solucionar situaciones que afectaban su desempeño como atleta.
¿Qué refleja el caso de Mario Kindelán sobre el sistema deportivo cubano?
El caso de Mario Kindelán refleja la dependencia del deporte cubano en la figura de Fidel Castro, evidenciando la falta de instituciones sólidas y transparentes. Los atletas, para resolver problemas, debían recurrir al líder máximo, un sistema que, aunque parecía demostrar sensibilidad hacia los deportistas, en realidad evidenciaba la debilidad y corrupción del sistema institucional.
¿Cómo fue la vida de Mario Kindelán tras su retiro del boxeo?
Tras su retiro en 2004, Mario Kindelán fue abandonado por el sistema que una vez lo exaltó. A pesar de sus logros, tuvo que vender una de sus medallas olímpicas para sobrevivir, y cuando consiguió trabajo en Baréin, el INDER le retiró el único estipendio que tenía. Este abandono refleja el desinterés del régimen por las glorias deportivas una vez que dejan de ser útiles para la propaganda oficialista.
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