"En Cuba aprendimos a sobrevivir, en Miami aprendí a construir": El testimonio que conmueve a los cubanos del exilio



"Cuba y Miami están separadas por apenas 90 millas de agua, pero por un océano de mentalidad".

Dania Ferro © Facebook / Dania Ferro
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Un extenso y emotivo texto publicado en redes sociales por la escritora cubana Dania Ferro se ha vuelto viral entre cubanos dentro y fuera de la Isla.

En su mensaje, compartido en Facebook y acompañado por un llamado a leerlo "hasta el final", la autora reconstruye su llegada a Miami en 2004 y reflexiona sobre el profundo contraste entre la vida en Cuba y la experiencia del exilio, no solo desde lo material, sino desde la manera de pensar, soñar y proyectarse hacia el futuro.

Ferro relata que arribó a Miami el jueves 4 de marzo de 2004. Desde el inicio, subraya la paradoja que marcaría toda su vivencia: la cercanía geográfica entre ambos territorios y la distancia abismal en términos de desarrollo, mentalidad y formas de vida.

El aeropuerto de Miami fue su primer impacto. Todo le resultaba nuevo y abrumador: la infraestructura, la limpieza, los olores, la iluminación, la ropa de las personas, los celulares que veía por todas partes y que nunca antes había tenido ni siquiera en sus manos.

Los detalles cotidianos se convierten en símbolos de un mundo completamente distinto.

Describe los baños impecables del aeropuerto, con papel, loción para las manos, espejos y sanitarios automáticos, elementos que la impresionaron profundamente porque contrastaban con lo que había conocido en Cuba.


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Al salir, la ciudad le pareció un "planeta del futuro": carreteras llenas de autos modernos, edificios imponentes, casas con carros estacionados afuera. En su barrio de origen, Pino Solo, recuerda que ver un auto era algo raro y que creció entre caminos de tierra colorada donde los niños jugaban sin preocuparse por el tráfico.

El reencuentro con su familia marca otro punto clave del relato. Su familia la esperaban a ella y su abuela. La imagen de su madre, rejuvenecida, integrada a la cultura estadounidense, se convierte en una metáfora de transformación.

"Qué bella la casa de Lili. Qué baño más lindo. Jabones, champú, acondicionadores para todo tipo de cabello. Aquello era un derroche de cremas, maquillajes, perfumes… y papel. Mucho papel higiénico por todas partes. Ya nunca más usaría papel periódico. Qué alivio", subrayó.

La primera comida en casa de amistades del pueblo natal también deja huella: una mesa abundante, frutas, leche, dulces, yogur, pan, comida suficiente para saciar un hambre que, confiesa, había marcado 19 años de su vida.

Ese momento de abundancia fue también el inicio de una sensación inesperada. Ferro describe una "punzada en el pecho" al recordar a la familia y a los amigos que se quedaron atrás en Cuba.

La alegría de poder comer sin límites se mezcló con el dolor de pensar que, a solo 90 millas, otros seguían viviendo en la escasez sin siquiera imaginar esa otra realidad. No lo define como tristeza ni culpa, sino como el dolor de abrir los ojos a una verdad que cambia para siempre la manera de ver el mundo.

A partir de ahí, la autora introduce un concepto central de su testimonio: la ansiedad migratoria.

Explica que su primer encuentro con la ansiedad no vino del miedo ni de la carencia, sino de la abundancia, de la luz, del futuro posible.

Con el paso de los años comprendió que esa sensación era la conciencia chocando con la realidad, el descubrimiento de que las diferencias no se explicaban porque unos fueran mejores que otros, sino porque existían sistemas distintos.

En su reflexión, Ferro insiste en que no se trata de una superioridad individual, sino de vivir en un entorno donde el esfuerzo tiene recompensa, donde se puede soñar sin pedir permiso, donde pensar distinto no representa un peligro y donde prosperar no es visto como un pecado.

"Si en Cuba supieran que, a solo 90 millas, la vida es tan distinta. Que no es magia. Que no es suerte. Que muchas veces es solo un cambio de mentalidad, un cambio de sistema, un cambio de oportunidades, un cambio de información", explicó.

Dania centra su texto en una de las frases que más ha resonado entre los lectores: "Cuba y Miami están separadas por apenas 90 millas de agua, pero por un océano de mentalidad".

La escritora traza entonces una comparación directa entre ambas realidades. En Cuba, dice, se aprende a sobrevivir y a "resolver"; en Miami, a planificar y construir.

"Allá el talento se aguanta. Aquí el talento se impulsa. Allá la carencia se normaliza. Aquí la abundancia se vuelve posibilidad. Y no hablo solo de dinero. Hablo de forma de pensar. Allá te enseñan a conformarte. Aquí te preguntan: ¿qué más quieres?", comparó.

Ferro explica que la ansiedad también nace cuando se comprende que no se era pobre de capacidades, sino de oportunidades; que no existían límites personales, sino un sistema que los imponía.

"No era que en Miami la gente fuera mejor. No era que valieran más. No era que trabajaran más duro. Era que vivían dentro de un sistema que permite soñar sin pedir permiso, donde el esfuerzo tiene recompensa, donde pensar distinto no es peligroso, donde prosperar no es un pecado", precisó.

Ese descubrimiento, señala, no siempre libera de inmediato: a veces duele, descoloca y genera rabia silenciosa, sobre todo cuando se ama profundamente a quienes permanecen en el lugar que se dejó atrás.

"Cambiar de país no es solo cruzar fronteras, es reprogramar la mente. Porque si Cuba cambiara su sistema, si cambiara su manera de entender el trabajo, la libertad, el mérito, si cambiara la narrativa del "no se puede", si dejara de castigar al que prospera y de glorificar la escasez… no estaríamos tan lejos", detalló.

El texto avanza hacia una reflexión más profunda sobre el proceso migratorio como un cambio que va más allá del cuerpo. Cambiar de país, escribe, implica reprogramar la mente, desaprender la resignación, permitirse desear sin culpa y aceptar que se merece más sin sentirse traidor.

En ese proceso, la mente puede tardar años en cruzar las mismas 90 millas que el cuerpo recorrió en minutos.

En uno de los pasajes más duros, la autora afirma que Cuba no está condenada, sino "mentalmente secuestrada", y que la ansiedad muchas veces no nace del miedo al futuro, sino del despertar tardío a una vida que pudo ser distinta para muchos seres queridos.

Sanar, concluye, no es solo aprender a respirar mejor, sino pensar distinto.

Dania Ferro cierra su testimonio revelando que este texto forma parte de su nuevo libro, "Ansiedad, la grieta por donde entró la luz".

Su relato ha tocado una fibra profunda en la diáspora cubana, no solo por lo que cuenta, sino porque pone palabras a una experiencia compartida por miles de emigrados: la mezcla de gratitud, tristeza y conciencia que acompaña el descubrimiento de una vida posible más allá de la escasez.

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Preguntas frecuentes sobre la experiencia migratoria de los cubanos en el exilio

¿Cuál es el impacto emocional del exilio en los cubanos que emigran a Miami?

El exilio genera una mezcla de gratitud, tristeza y conciencia en los cubanos que descubren una vida de abundancia a solo 90 millas de Cuba. El testimonio de Dania Ferro refleja esta experiencia, al describir la ansiedad migratoria que surge al enfrentarse a un entorno donde el esfuerzo se recompensa y las oportunidades son reales. Este choque cultural es común entre los cubanos en el exilio, quienes a menudo sienten dolor al pensar en sus seres queridos que permanecen en la isla.

¿Qué diferencias menciona Dania Ferro entre vivir en Cuba y en Miami?

Dania Ferro destaca que en Cuba se aprende a sobrevivir y a "resolver", mientras que en Miami, se aprende a planificar y construir. En su relato, describe cómo el talento se impulsa en Miami, mientras que en Cuba se aguanta. También menciona que en Miami las oportunidades permiten soñar sin pedir permiso, mientras que en Cuba la escasez y la conformidad son la norma.

¿Cómo afecta el cambio de sistema a los cubanos que emigran a Miami?

El cambio de sistema impacta profundamente a los cubanos que emigran a Miami, ya que deben reprogramar su mentalidad para adaptarse a un entorno donde pensar distinto no es peligroso y prosperar no es un pecado. Según Dania Ferro, este proceso implica desaprender la resignación y aceptar que se merece más sin sentirse traidor. La transición puede ser dolorosa y generar ansiedad, especialmente al comparar la realidad experimentada con la situación de sus seres queridos en Cuba.

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Este artículo ha sido generado o editado con la ayuda de inteligencia artificial. Ha sido revisado por un editor antes de su publicación.




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