Liusbel, Yuyo, Ñico y Yoandy son ganaderos de la Empresa Agroindustrial de Granos Sur del Jíbaro, en La Sierpe, Sancti Spíritus, y se dedican a cazar búfalos. Cuando salen de montería tienen la precaución de alejarse de los caminos porque por las noches las bestias abandonan la cordillera y atraviesa los trillos en busca de hierba para comer. Es el momento que los cazadores aprovechan para salirles al paso, aunque no los capturan hasta el amanecer, por prudencia.
Mientras tanto, se mantienen cerca de la fogata que suelen montar a lo largo del terraplén. Todos han visto la muerte de cerca. Éste es un oficio peligroso, comentan al diario local Escambray.
“Hace días me las vi negras en El Macío”, asegura Liusbel Álvarez Ríos. El búfalo lo tiró y le arrancó la montura del caballo. Cayó justo frente a él. Le miró a los ojos. No se lo pensó dos veces y echó a correr, pero el animal le persiguió "a 100 kilómetros por hora".
Antonio García Sánchez, Ñico, pasó su primer susto en un sitio que sólo conocen los monteros: La Caguacera. El búfalo se quedó tumbado en el suelo y este santiaguero residente en Peralejo vio como el animal se levantaba y le clavaba los tarros al caballo en la barriga "y le sacó el mondongo". "El susto no es en ese momento. Viene cuando pasan dos o tres horas y cuando estás acostado en la casa", comenta.
En el año 2003 tras un brote de tuberculosis, las autoridades sanitarias dieron la orden de sacrificar a todos los búfalos. Los monteros creen que hay más bestias que jejenes en la costa sur de Sancti Spíritus. Cada año los ganaderos cazan entre 700 y 1.000 animales, pero "se reproducen como ratas", comenta Yoandy Domínez Fonseca.
Los búfalos se han convertido en una amenaza para los cultivos agrícolas. Llegaron hace 20 años desde Asia, pero se han convertido en un incordio para los campesinos de las zonas donde se establecen.
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