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¿Mendicidad infantil en Cuba? Un fenómeno en aumento

Son pocos, pero cada vez son más, los niños que mendigan en las calles de la isla

Niños pidiendo dinero en Cuba © CiberCuba
Niños pidiendo dinero en Cuba Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 5 años

Son las 11 de la mañana y en Santa Clara un niño llama la atención de los transeúntes. Está en el portón de El Rápido La Taberna, uno de los centros de la gastronomía en divisas más concurridos de la ciudad. Su aspecto es el de cualquier chico de 12 años, apacible, rubio, con las rodillas peladas de corretear en la calle, quizás. No está sucio, ni mal vestido, tampoco bien.

Agachado en el escalón de la entrada juega con un perro callejero, y solo levanta la vista cuando alguien ingresa al lugar. Entonces, con gentileza casi sumisa, pide un peso.

En solo un rato se lleva al bolsillo del short buena cantidad de monedas. Algunos le preguntan antes para qué quiere el dinero y otros le compran un dulce o un refresco de la vidriera. «No suelo darle dinero a ningún mendigo, porque hasta el más limitado puede vender periódicos o cucuruchos de maní, pero un niño es distinto», me explica una joven universitaria que le acaba de dar 1 CUC.

Al rato otra mujer hace señalamientos que le resultan incómodos: «¿Por qué no estás en la escuela? ¿Quién es tu mamá? Eso no se hace, vete para tu casa». Y alguien aparece en escena para decirle a ella que lo deje: «¿no ves que el chama está luchando… o te lo vas a llevar para tu casa?». Entonces la mujer sigue su camino con la vista hacia atrás.

Es una rareza encontrar niños pidiendo dinero en las calles de Cuba. Incluso los más críticos del régimen tienen que reconocer que aquí no se aprecia en igual dimensión el triste espectáculo de otros países del mundo donde miles de chicos hacen malabares o limpian carros por dinero, o se drogan con pegamento en los portales que tienen por techo.

Es una rareza encontrar niños pidiendo dinero en las calles de Cuba. Incluso los más críticos del régimen tienen que reconocer que aquí no se aprecia en igual dimensión el triste espectáculo de otros países del mundo

Es normal que los defensores de la Revolución apelen a esa verdad. Una verdad incuestionable, pero no absoluta. Son pocos, pero cada vez son más, los niños que mendigan en las calles de la isla.

Son pocos, pero cada vez son más, los niños que mendigan en las calles de la isla

«Los jefes están demasiado ocupados en sus actos políticos y sus cosas, no tienen tiempo para ver esto ni nada de lo que al pueblo le ocurre», me dice la joven universitaria. «No es primera vez que lo veo ahí, y ese hombre que salió en su defensa posiblemente se esté aprovechando del niño, no me extrañaría que fuera el padre o un tío… pero, ¿yo qué puedo hacer?», se lamenta.

Ni siquiera la dependienta del establecimiento sabe el nombre del muchacho, aunque asegura que es normal verlo allí, incluso de noche: «No lo regaño porque no es malcriado ni se mete con nadie, solo se sienta en la puerta y pide dinero. A veces se tira al suelo para recoger el menudo que se les cae a los clientes debajo del mostrador, y eso sí se ve un poco feo».

Según nos cuenta la dependienta, ese chico vive con su madre y una hermanita en la calle San Miguel, en pleno Condado, la barriada más marginal de la ciudad de Santa Clara: «Desde que tenían dos o tres años su mamá los cargaba en brazos o los tomaba de la mano y salía con ellos a pedir dinero por las calles. Ahora cada quien lo hace por su lado».

Desde entonces es común verlos por los establecimientos de la gastronomía en divisas, o mientras aguardan el tránsito de turistas por el céntrico parque Vidal.

Santa Clara ha experimentado en los últimos cinco años una verdadera agudización de lo que las autoridades gubernamentales reconocen eufemísticamente como “conductas deambulantes”. Hoy, sin ser uno de los principales polos turísticos del país esta ciudad experimenta un creciente flujo de visitantes extranjeros, y muchas veces eso turistas son perseguidos hasta el hastío por familias completas entregadas al negocio del asedio. Entre ellos hay niños.

Hasta las mesas de la cafetería Europa, establecimiento ubicado en el boulevard de Santa Clara, llegan vendedores de chicles, de jabas o de CD. No es raro encontrar, entre cervezas, mendigos con su San Lázaro en manos, o escenas tan sórdidas como la de un abuelo que muestra quejumbroso una bolsa de orine que cuelga de su cintura. En las tardes algunos estudiantes de secundaria también se acercan a los clientes del lugar y solicitan dinero.

También la apertura de zonas wifi para la conexión a internet en Cuba, ha determinado que algunos jóvenes se dediquen a revender tarjetas y cupones de recarga en esos espacios públicos. Es común encontrar muchachos uniformados que, en horario de clases, ofertan esos servicios a sobreprecio, mientras que algunos navegan en sus teléfonos o le solicitan a cualquiera que les transfiera saldo a las cuentas nautas que usan; otra manera de solicitar dinero.

Eusebio, un obrero jubilado, dice estar muy preocupado con esa situación: «Los turistas pueden llevarse una imagen distorsionada de nuestro país, estas cosas no podemos permitirlas. Si se ve mal en los adultos imagínate ¿cómo se verá que un niño pida dinero? Yo estoy viendo cosas que nunca antes vi en Cuba», asegura.

Sin embargo, para erradicar ese y otros fenómenos en ascenso es preciso reconocer primero su existencia; algo bastante improbable en la Cuba de hoy, cuando muchos consideran que reconocer las deficiencias y debilidades es darle armas al enemigo.

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