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Migrante cubano se convierte en el doctor de un campamento en la frontera de México con EE.UU.

Dairon Elisondo Rojas cruzó a Estados Unidos el 4 de diciembre para comparecer ante un tribunal migratorio. No tiene abogado, pero confía en ganar su caso y poder ejercer la medicina en ese país.

Campamento de migrantes en Matamoros, México © Captura de video en YouTube
Campamento de migrantes en Matamoros, México Foto © Captura de video en YouTube

Este artículo es de hace 4 años

Un joven cubano que está a la espera de obtener asilo político en Estados Unidos, es hoy el único médico que brinda atención a tiempo completo a 2 500 migrantes albergados en un campamento situado a los pies del puente a Brownsville, en la ciudad de Matamoros, México.

El doctor Dairon Elisondo Rojas, de 28 años, trabaja allí todos los días de 10 a.m. a 4 p.m. y, según relató al New York Times, no se ha tomado un día libre desde finales de octubre. Como especialista en cuidados críticos, tiene experiencia en escenarios peliagudos gracias al tiempo que laboró en Venezuela como parte de una misión de colaboración.

Al igual que sus pacientes, está varado en territorio mexicano por la política de "Permanecer en México", del presidente Donald Trump, que obliga a los solicitantes de asilo a esperar en ese país la respuesta a su petición.

Cruzó a Estados Unidos el 4 de diciembre para su primera comparecencia ante un tribunal migratorio, y la siguiente será a finales de febrero. No tiene abogado, pero confía en ganar su caso y poder ejercer la medicina en ese país.

Dairon fue devuelto a Cuba desde Venezuela por haber criticado la situación del país bajo el régimen de Nicolás Maduro. Una vez en su patria, se le prohibió practicar su profesión. Entonces, tomó la decisión de emigrar junto a su novia.

Durante más de un mes viajaron en avión, barco y autobús, hasta que en agosto pasado llegaron a la frontera mexicana. En Matamoros, encontraron un apartamento donde residen con otros cubanos. El galeno comenzó a trabajar en una planta que produce cajas para cosméticos, hasta que un día, al pasar por el campo de migrantes, divisó un cartel que decía Médico.

Se trataba de una clínica emergente abierta en octubre por la ONG internacional Global Response Management, que envía profesionales de la salud a lugares como Irak, Yemen y Siria.

Tras mostrar su título y otros credenciales, la organización lo acogió. Desde entonces, junto a colegas estadounidenses que trabajan como voluntarios, atiende a unos 50 pacientes por día, entre los que se incluyen no solo los albergados en las tiendas de campaña, sino otros 1 000 migrantes que se alojan en la propia ciudad de Matamoros.

Su presencia ha sido providencial para los que habitan en el campamento. Allí proliferan las enfermedades debido a las escasas condiciones de higiene, pero muchos refugiados no se atreven a alejarse ni siquiera para ir a un centro médico, debido al riesgo de ser asaltado o secuestrado.

En diciembre, Global Response Management montó una unidad médica móvil, un remolque gris equipado con mesas de examen plegables, máquinas de ultrasonido y equipos para análisis de sangre de diagnósticos básicos.

Allí sigue trabajando el médico cubano, enfrentándose sobre todo a infecciones respiratorias y afecciones de la piel como la sarna.

Las escaseces solo ponen a prueba su inventiva. Así lo mostró al atender a la pequeña Estephanie, una niña hondureña de cuatro años de edad, a quien le diagnosticó asma. Para que recibiera la dosis correcta del medicamento, diseñó una especie de espaciador para el inhalador, solo con un vaso de papel. Los espaciadores suelen ser caros, y el vaso de papel fue ideal para el mismo propósito.

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