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Silvio, no susurres una palabra por Luis Manuel

Cuando el trovador sin unicornio se olvida de que la única razón viable para hablar de derechos humanos debe ser el humano, nos recuerda su bando. Aun a su pesar.

Silvio Rodríguez (izq) y Luis Manuel Otero Alcántara (der.) © Facebook de Silvio Rodríguez y Luis Manuel Otero
Silvio Rodríguez (izq) y Luis Manuel Otero Alcántara (der.) Foto © Facebook de Silvio Rodríguez y Luis Manuel Otero

Este artículo es de hace 4 años

De vuelta al sendero de los susurros, Silvio Rodríguez ha dedicado un par a la salvación de un condenado. Quizás piense que alcanza. Si antes bastó un susurro para un Mike Porcel que buscaba la libertad, por qué no alcanzaría para un Luis Manuel Otero Alcántara que la acaba de perder. Silvio sufre de cálculo en los riñones del cerebro.

En dos comentarios de su blog, bajito, como de pasada, el juglar se ha pronunciado sobre Alcántara. Algunos dirán que se pronunció a favor del chico al que todo un aparato represivo le teme de un modo insoportable. Yo digo que Silvio salió en defensa de un status quo nacional que, de carambola, sufre una herida de guerra, infectada, con esto de martirizar tanto a un muchacho tan bueno.

Y como Silvio lo sabe, interviene. Con un susurro, ya sabemos.

Porque salir con que el país debería aprender el daño que le hace a su imagen con estas reprimendas políticas, bajarse con que “estamos dando una impresión muy triste de atraso, de medioevo”, Silvio dixit, no es velar por los derechos de nadie: es velar por la salud del sistema.

Cuando el trovador sin unicornio se olvida de que la única razón viable para hablar de derechos humanos debe ser el humano, el sujeto, el individuo, el hombre, nos recuerda su bando. Aun a su pesar.

Cuando el enfoque de un análisis como este no es que el gobierno cubano debería respetar los derechos a la libre expresión de un joven, sino que debería hacerlo porque cuando no lo hace (como ahora) da una pésima imagen ante el mundo, las prioridades quedan torcidamente claras. Y no con honor.

“Por qué seguimos con esas mediocridades que son de otras épocas y países”, se pregunta Silvio y yo me pregunto otra cosa. Me pregunto dónde vivió todo este tiempo. En qué país o en qué época. ¿En qué momento la retranca ideológica dejó de ser continuidad, en qué momento fue interrumpida, para que la sorpresa de Silvio no de crédito al espectro que enfrenta hoy el joven Otero Alcántara?

“Es que están desprestigiando al país”, concluye Silvio con amargura, y yo les pediría a quienes celebran que este hombre defendiera a Luis Manuel, que se retiren por un rato la libertad de expresión. Menos libertad para el tecleo, más para el cerebro.

Es demasiado el cinismo. Cuando el tamaño del mea culpa supera los límites de lo cómodo, de lo fácil, del puro trámite, es cuando sabemos si estás dispuesto a enfrentarte a tus cadáveres o no.

Y si eliges escudar tus bazofias, tus culpas, bajo eufemismos que no sirven o bajo silencios que no tapan, que sepas al menos que muchos estamos enterados. Que no nos engaña tu panfletito con acorde plañidero, Silvio, porque si la retranca ideológica no desprestigiara al país, poco importaba matar a hierro y cárcel a un muchacho libre y sonriente, ¿verdad? Si esto pudiera quedarse en el barrio, y no llegara como llega al ciberbarrio, quizás no debía cambiarse, ¿cierto?

Y porque el silencio de Pablo es un lumínico de neón en tiempos de cólera. Hasta los mudos gritan cuando les pisan el callo, poco hay de mártir ahí. Y si ayer nos preguntamos qué palabra habría susurrado Pablo frente a la puerta de Mike Porcell, hoy nos preguntamos si no creerá mi coterráneo que salir en defensa de Luis Manuel tiene más decoro que lloriquear por el decomiso de un estudio de grabación.

No lo sé, todo es demasiado podrido. Todos tienen demasiada culpa manchándoles los dedos. Hoy están canibalizando el cuerpo y el alma de un muchacho bueno porque se atreve a no ser farsante. Hoy lo acusa de no artista un Consejo Nacional de las Artes Escénicas que escribe “calcomido” en Twitter y no se da un tiro de la vergüenza.

Pero Silvio nos sale con que el país tiene tantos problemas con los enemigos destructores que no debería meterse en showcitos de estos, escándalos sobre libertades, los llama. Como quien dice problemas de conducta, vaya, pero a nivel nacional.

El día que nadie tenga que salir a defender a un Luis Manuel, o a una Bruguera, o a un grafitero o una bloguera o un trasvesti, el día que cada quien pueda defenderse solo con su credo y su voz, no sé qué van a hacer con sus obras estos profetas de desagüe que nos dejó el impertinente temporal.

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Ernesto Morales

Periodista de CiberCuba


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