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Juan Pablo Roque, el espía que fracasó en su misión principal y que Hollywood marginó

Nunca traicionará, aunque está molesto por su marginación.

Juan Pablo Roque, exespía cubano © YouTube/screenshot
Juan Pablo Roque, exespía cubano Foto © YouTube/screenshot

Este artículo es de hace 3 años

Juan Pablo Roque sobremuere en La Habana porque nunca traicionará al castrismo. Otra cosa es que esté berreado porque lo dejaron fuera del reparto de dinero del libro y la película que sobre la Red Avispa hizo Hollywood para solaz y esparcimiento de los liberales y de la izquierda post Muro de Berlín, siempre prestos a ensalzar a la dictadura más antigua de América Latina, Cuba, y criticar a la democracia más vieja del hemisferio, Estados Unidos.

Como espía, Roque fue mediocre porque fracasó en su misión principal de secuestrar y llevarse a Cuba al General de Brigada Rafael del Pino, que había desertado en 1987 junto a parte de su familia, y el Centro Principal de la Dirección de Inteligencia (DI) de La Habana tuvo que reubicarlo como CVP de Hermanos al Rescate que -a su vez- estaba supercontrolado por el FBI, al que también el supuesto piloto huido informaba.

Una parte de la emigración cubana no consiguen superar su pecado original, que consiste en alegrarse y abrir las puertas de par en par con la llegada a Miami de traidores como Juan Pablo Roque, que también se aprovechó de su atractivo físico para ser bendecido por al anticastrismo folklórico que le apodó el Richard Gere cubano.

La principal víctima de Juan Pablo Roque en campo enemigo ni siquiera fue Hermanos al Rescate, sino Ana Margarita Martínez, una mujer decente, trabajadora y dulce que pagó en sus carnes un viejo agravio sufrido por Roque en la Base Aérea de San Antonio de los Baños, suroeste de La Habana, donde es recordado como un piloto que jamás rompió una quilla de cola retractable, aterrizando Mig-23.

En aquellos años, Juan Pablo Roque se desempeñaba como segundo Jefe y Político de su unidad, y estaba casado con una señora muy bonita de cara, pelo corto y gruesa, que trabajaba en la sección de Control Objetivo, revisando el desempeño de los pilotos, mediante el análisis las cajas negras de los aviones.

La señora mantenía una relación extramarital con otro piloto y fue sorprendida en pleno coito dentro de uno de los helicópteros que tripulaba su amante, cuando varios miembros de la guarnición se sorprendieron al detectar el bamboleo del aparato, que permanecía con la turbina apagada y, aparentemente, sin tripulantes.

Juan Pablo, al que sus adversarios y críticos atribuyen rasgos narcisistas, nunca ha podido superar tal humillación y menos aún en un océano machista como es Cuba, especialmente en sus unidades militares.

Su matrimonio con Ana Margarita, a la que conoció en unos cursos sobre la Biblia a través de un primo del piloto-espía, formó parte del plan trazado por La Habana y evidencia su disposición a usar y manipular, incluso sentimentalmente, en nombre de la causa.

Causa de la que permanece marginado, en su casa del reparto Kholy, oeste de La Habana, donde permanece recluido cultivando plantas medicinales y ornamentales, según su propio testimonio a CiberCuba.

La casta verde oliva no lo incluyó en el reparto de dinero por derechos de autor del libro Los últimos soldados de la Guerra Fría, del brasileño Fernando Morais, viejo peón del fallecido comandante Manuel Piñeiro Losada.

Pero Roque sabe que debe jugar con la cadena, pero nunca con el mono; y por eso arremete contra Miguel Sánchez, ex asesor de Ricardo Alarcón y condenado a prisión por ser agente de la CIA, y contra el gran marginado del libro, la película y en la vida real: Edgerton Ivor Levy, que llegó a Cayo Hueso (Florida) junto a su esposa como el agente Ariel de la Inteligencia cubana e informó de inmediato al FBI de su misión encubierta y de sus contactos en suelo norteamericano.

La Contrainteligencia norteamericana solo tuvo que perforar la colmena y esperar pacientemente a que más de 30 avispas acudieran a la rica miel, hasta que -obtenidas multitud de pruebas sobre los intentos frustrados de penetración en la estructura militar de Estados Unidos- extremo que niegan siempre el gobierno cubano y su ex espía Roque, pese a las numerosas pruebas del sumario judicial, el FBI pilló durmiendo a los insomnes guerreros castristas.

Levy nunca aceptó el programa de protección de testigos que le ofreció el gobierno norteamericano para no perturbar a sus hijos con cambio de identidades y mudanzas forzadas, pero sigue callando elementos esenciales de la trama, que ha dejado para un libro que ultima con la ayuda de Wilfredo Cancio Isla.

Hasta el momento de redactar esta nota se ignora aún el papel real de Ivette Bermello, Laura para la DI cubana, en la historia del matrimonio que -en años posteriores- consiguió a sacar a otros hijos de Cuba. ¿Recibieron ayuda norteamericana; formó parte de un plan pactado con el castrismo?

Roque acusa a Levy de estar necesitado de dinero, pese a que Ariel trabajó desde su llegada a Estados Unidos y, tras jubilarse, labora a tiempo parcial en una institución social, mientras el ex piloto ha intentado vender su Rolex, juguete caro que sorprendió a Ana Margarita Martínez cuando lo adquirió, y se queja de que no consigue piezas para su automóvil marca Peugeot.

Juan Pablo Roque y Edgerton Ivor Levy son dos veteranos de la Guerra Fría, que compartieron trinchera hasta que el segundo decidió abrazar la democracia, asumir el riesgo de ser asesinado y trabajar honradamente con la conciencia tranquila.

Ana Margarita Martínez es una víctima colateral de un ventajista al servicio de la dictadura más antigua de América Latina, que lo ha arrinconado y al que vigila discretamente. La millonaria indemnización que le otorgó un juez norteamericano y pendiente de cobro aún en su mayor parte, no alivia el suplicio de haber dormido con el enemigo, al que amó creyéndolo otro.

El mundo de los espías está lleno de escaramuzas amorosas, de ganadores y perdedores; y de agravios como el que aquella especialista en Control Objetivo propinó al bonitillo Juan Pablo Roque, a lomos de helicóptero en tierra.

Lástima que el escritor Morais y que el director de la película que este viernes estrenó Netflix, no hayan puesto sus ojos y oídos en los aledaños de San Antonio de los Baños y luego conversado con Juan Pablo sobre su depurada técnica aérea de Tope Mástil, sus amoríos y su berreo por quedarse fuera del reparto de la penúltima operación publicitaria de Hollywood al servicio de los Castros, carne de guiones y películas de pura ficción manipuladora.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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