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Compañeros: ¡Covid-19 es revolucionaria, pero el enemigo acecha!

La propaganda política manipula ya hasta los brotes de coronavirus.


Este artículo es de hace 3 años

Todos aquellos que siguen empeñados en desconfiar del Gobierno cubano han recibido un tapabocas enorme con la alegría de que la COVID-19 es un virus proletario que solo ataca en fiestas populares y toques de santos, pero nunca en colas y tumultos para intentar comprar alimentos, aseo y medicamentos.

El precursor de la indisciplina revolucionaria fue el comandante Pilón, que al ser impedido de entrar a un desfile de carnaval habanero porque el carro que usaba no era convertible, acudió a un taller privado de entonces y pidió le cortaran el techo. El carro no era suyo ni la cabeza de un guanajo, pero lo importante era arrollar con Los Alacranes y los Guaracheros de Regla.

Y justo ahora, cuando más disciplina necesita la revolución, llega un virus Made in China y establece una clara distinción entre los cubanos que aguardan pacientemente su turno en las colas o viajan en guaguas sin las debidas medidas de protección y aquellos aprovechados que -viendo a la policía inmersa en cuidar la salud del pueblo- se dedican al rico reguetón y los cantos a Orishas, que también deben ser revolucionarios porque han abandonado a sus hijos más fiesteros.

Ya sabemos que la insularidad es un factor en contra de la expansión de la epidemia, siempre que se acompañe de medidas efectivas que eleven el nivel inmunólogico de personas con factores de riesgos, que es lo que han hecho Taiwán, Nueva Zelanda y Cuba.

Pero sabiendo que la COVID-19 puede ser un arma formidable de la revolución para vigilar la rumba, no tardará el Ministerio del interior en incorporarla a su arsenal biológico para ir identificando a los irresponsables que prefieren bailar arriesgando la salud de todos y ya se encargarán los CDR, la FMC, CTC y demás ONGs al servicio del tardocastrismo de señalar a los culpables en cada cuadra, barrio y centro de trabajo.

Pero Cuba no debe ignorar que la extraña preferencia del virus por las fiestas y su ausencia en colas y tumultos públicos no sea más que una deformación pequeña burguesa de su espíritu maoísta y aparezca solo en bembés y fetecunes sabiendo de que lado está el billete.

La pasión comunista de la epidemia puede escalar y, una vez enferme a los jodedores de base, viaje a las alturas y se meta en las piscinas y tubos del aire acondicionado de las mansiones de la mayimbada. Ya sabemos que la guara verde oliva y enguayaberada es alérgica a las fiestas y está obsesionada con ser como Che Guevara.

Pero ese rechazo del virus a los pobres puede convertirlo en agente del imperialismo. como el dengue y aquella fiebre porcina africana y, peor aún, puede encapricharse con las verbenas de farándula del Cangrejo y asociados y darse de alta en los registros de direcciones de Siboney, Atabey, La Coronela, Kholy, Miramar y otros barrios de sol bueno y mar de espuma, donde descansan los cuadros de la revolución, fatigados por la ardua tarea de construir el sociolismo.

Cuba está urgida de una reacción del Buró Político del Partido Comunista que lance la consigna: ¡Ni una fiesta más! y una clara advertencia contra todos aquellos que favorezcan rebrotes de COVID-19 porque el enemigo acecha, sin saber que los pobres están inmunizados por esas colas para todo, que -además- son espacio y tiempo de fraternidad revolucionaria.

¡Caballero, sacaron pollo en Ayesterán... mi cuñada me dijo que en Bolondrón hay Enalapril... un ambieco ahí tiene carne de res, pero eso es candela... el dólar está a uno con treinta y dos, lo de esta gente es ya a la cara y así, hasta que derroten al imperialismo yanqui o mueran afónicos, gritando ¡con COVID o sin COVID Trump no come aquí!...

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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