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De cómo el fantasma de John McCain le "robó" las elecciones a Trump

La lección de Arizona demuestra que el populismo muere, como el pez, por la boca: aquello que lo encumbra es también lo que puede hacerlo caer.

McCain y Biden en una foto de archivo © Pinterest
McCain y Biden en una foto de archivo Foto © Pinterest

Este artículo es de hace 3 años

Donald Trump y sus enfebrecidos conspiranoicos tiene razón: las elecciones presidenciales del 2020 fueron "robadas". Y hay un culpable: el fantasma de John MacCain.

Por una especie de karma político, Trump ha acabado perdiendo con mínima diferencia en Arizona, el estado del fallecido senador republicano y candidato a la Presidencia, de quien el presidente saliente se permitió decir, en el 2016, que no era un verdadero héroe de guerra porque había sido capturado por el vietcong.

Mientras que, según los datos disponibles, Biden obtuvo 1.672.054 votos (un 49,4%), Trump se quedó en los 1.661.677, a un 0,5% de su rival. Buena parte de esos 11 mil votos de diferencia son el peaje que ha pagado por bocazas o, como decimos los cubanos, por bocón.

Es cierto que los movimientos cívicos de trabajadores hispanos en Arizona, que protestaron por las leyes antiinmigración, influyeron en que estado se haya pasado este año a los demócrata, algo que no ocurría desde 1952, si descontamos la victoria de Bill Clinton en 1996.

Pero Trump consiguió, además, el milagro de perder en el condado de Maricopa, que define el resultado final del estado puesto que más del 55% de la población se concentra allí. Los votantes de ese lugar no elegían a un presidente demócrata hace más de 70 años, y en 2016 el propio Trump triunfó allí con 45.000 votos de ventaja.

Así que no se trata sólo, como repiten los analistas, del "factor hispano". También fue decisivo el aumento de los votantes independientes y de los tradicionalmente republicanos, que esta vez prefirieron a Biden y al exastronauta de la NASA Mark Kelly como senador.

Para ellos, las afrentas de Trump a John McCain, fallecido en el 2018, fueron un factor decisivo a la hora de elegir.

La cacareada condición de outsider que muchos partidarios de Trump exhiben como virtud fue, en el caso de sus lamentables declaraciones sobre McCain, un lastre: con retórica de "hombre de éxito", se permitió manifestarse contra el tradicional sentimiento patriótico que suscitan los soldados en ese país.

Las diferencias están a la vista. Mientras Trump evitó cumplir el servicio militar alegando primero razones académicas y luego espolones óseos, McCain fue torturado durante más de cinco años. Su elegancia, caballerosidad e integridad ética contrastan con el comportamiento de patán de Trump, que ha antepuesto siempre sus propios intereses y rencillas a la ecuanimidad y el buen juicio.

El ahora presidente saliente nunca pudo perdonar que mientras luchaba contra el cáncer cerebral que le quitó la vida, McCain acudió al Congreso y votó en contra del proyecto republicano de derogar el Obamacare. Se dedicó, entonces, a una sórdida revancha que incluyó esas lamentables declaraciones por las que nunca se disculpó.

El karma, en este caso, no fue pasivo. Cindy, la viuda de McCain, heredera de una famosa distribuidora de cerveza de Phoenix y filántropa, llevó a cabo una intensa campaña por Biden. Además, se encargó de defender incansablemente el credo y la ética de los republicanos frente al populismo trumpista: "Mi esposo John vivió con un código: el país primero. Somos republicanos, sí, pero primero somos estadounidenses", dijo para explicar su apoyo al demócrata.

Otro republicano y amigo de McCain, el exfiscal general estatal Grant Woods, también apoyó públicamente a Biden.

Cuando la cadena Fox y luego la agencia Associated Press dieron al candidato demócrata como vencedor en Arizona, el equipo de campaña de Trump hizo la previsible rabieta. Es cierto que fue un tanto prematuro, pero las alarmas habían sonado semanas antes.

Al final, la lección de Arizona demuestra que el populismo muere, como el pez, por la boca: aquello que lo encumbra y suscita el fervor de las multitudes es también lo que puede hacerlo caer en el último momento. Quién sabe si una política más comedida y un homenaje póstumo a la altura de lo que MacCain merecía le hubieran garantizado a Trump un apoyo entre los republicanos decentes -en Arizona y otros estados- que no debió darse el lujo de desechar. Tanto se las dio de outsider, que al final quedó out.

Como la venganza es un plato que se sirve frío, esta semana la hija del fallecido senador republicano Meghan McCain compartió en Twitter una foto de su padre con el texto: "Me gusta la gente que no pierde en Arizona".

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Ernesto Hernández Busto

Periodista y ensayista cubano. Fundador del sitio Penúltimos Días.


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